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Pence: ¿maletín medio vacío o medio lleno?

La injerencia de EE.UU. hacia los asuntos internos latinomericanos sigue siendo cosa del presente

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Enmarcada en la peligrosa y prepotente aseveración del presidente Donald Trump de que no vacilaría en intervenir militarmente en Venezuela, la primera gira de su vice, Mike Pence, por América Latina, ha estado marcada por la declaración irresponsable de un mandatario que, como ha hecho notar ya algún analista, parece gobernar por medio de sus mensajes en la red Twitter y tiene «salidas» en política exterior tan teatralmente exageradas y al parecer impensadas, como su inusual peinado.

Sin embargo, la visita del Vicepresidente a Colombia, Argentina, Chile y Panamá estaba programada desde semanas antes de la comprometedora declaración; lo que no resta argumentos al hecho de que, en efecto, el tema principal de su gira fuera sellar alianzas contra Venezuela.

Claro que ya estaba en su apogeo la guerra no convencional contra Caracas emprendida desde los tiempos de Barack Obama y recrudecida con Trump cuando se planificó el viaje. Todo lo que ha hecho la oposición ultrarreaccionaria en Venezuela desde la toma de posesión de Nicolás Maduro hasta hoy ha sido, primero, para intentar derrocarlo y con ello destruir la Revolución y el legado de Hugo Chávez. Fracasado ese propósito, la estrategia ha estado dirigida a desgastar la resistencia del pueblo y la capacidad de maniobra del Gobierno, presentar al «Estado fallido» que Venezuela no es y, más recientemente, imponer el terror al tiempo que se buscaba la guerra civil para justificar el tutelaje sobre Caracas y… la injerencia.

La OEA y el Comité de Derechos Humanos de la ONU son escenarios donde los funcionarios estadounidenses no escondieron un deseo que, sin embargo, no pudo ser concretado.

Encima de eso, los más de ocho millones de venezolanos que al acudir a las elecciones de la Asamblea Constituyente legitimaron su convocatoria y expresaron su respaldo al Gobierno de Maduro, conforman un escudo político y moral que al menos en el discurso, será imposible ignorar. Únicamente ciego a esa verdad alguien podría decir aún que hay que «restablecer la democracia» en Venezuela y detener «la represión»: los 545 constituyentistas que han asumido, virtualmente, las riendas del país, no son funcionarios o juristas, sino representantes del pueblo. Y la violencia casi se detuvo desde que quienes eran usados para ejecutarla, vieron que no resultó y que ellos son minoría.

En este contexto, el periplo de Pence, adornado con motivaciones comerciales, solo podía erigirse en lo que fue: visitas para apretar clavijas, en las cuales el Vicepresidente trató de quitar peso a la amenaza militar de Trump… pero no cedió. Afirmó que Washington «no permitirá» que Venezuela «se desmorone» y (¡ojo!) que no habrá intervención militar… si los «aliados» trabajan por una «solución pacífica».

Aun cuando no recibió tajante rechazo a tal propósito en todas partes, tampoco obtuvo la respuesta sumisa queTrump esperaba.

En Colombia, el presidente Juan Manuel Santos recordó la proclamación de América Latina y el Caribe como Zona de Paz por la Celac; y aunque, según reportes, no se negó a la adopción de otras medidas, dijo claramente que «el fantasma de las intervenciones militares en América Latina hace mucho tiempo desapareció y no queremos que vuelva a aparecer».

Michelle Bachelet, en conferencia de prensa en la capital chilena, rechazó intentos de golpe de Estado o intervenciones militares en Venezuela y se pronunció por agotar los canales de diálogo y negociaciones, mientras que en Panamá el mandatario Juan Carlos Varela eludía referirse al tema militar —siempre según las declaraciones públicas— aunque daba el gusto a Pence cuando aseguraba que, en los próximos días, su país tomaría «medidas que respaldan el retorno al orden democrático».

De la suerte corrida por Pence en Argentina, en su primera escala, apenas hubo trascendidos, salvo un escueto reporte que dio cuenta de que, con respecto a Venezuela, Mauricio Macri estuvo de acuerdo con el visitante.

La opción militar parece rechazada. Y aunque la ocasión solo enroló a cuatro países, creo que Mike Pence tampoco encontró la cohesión y firmeza necesarias para ahuyentar el peligro que para toda Latinoamérica representa la latente amenaza de EE. UU. a la democracia, la institucionalidad y la soberanía de Venezuela.

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