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Trump amenaza, la ONU lo condena, Israel mata y encarcela

Claras como el agua ante un asunto de justicia, de respeto al Derecho Internacional, de largo consenso, este 21 de diciembre 128 naciones desoyeron las amenazas trumpianas

Autor:

Juana Carrasco Martín

Las advertencias de la embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley, lanzadas contra toda la comunidad internacional —incluso con una carta a las misiones diplomáticas ante la Organización de las Naciones Unidas—, no surtieron efecto, y una elocuente mayoría entre los 193 Estados miembros condenó la decisión de la administración de Donald Trump de reconocer a Jerusalén como capital israelí.

Claros como el agua ante un asunto de justicia, de respeto al Derecho Internacional, de largo consenso, este 21 de diciembre 128 naciones desoyeron las amenazas trumpianas a quienes tomaran posición en su contra. Se trataba también de respeto a su propia independencia y soberanía…

La resolución calificó el reconocimiento como «nulo» y confirmó y reafirmó lo acordado por diez resoluciones a lo largo de la historia del Consejo de Seguridad sobre el status de Jerusalén, donde se especifica que esa decisión corresponde a las conclusiones a que puedan llegar en negociaciones directas entre Israel y Palestina. Para la Asamblea General de la ONU, el reconocimiento de Trump sobre Jerusalén es «nulo».

Solo 35 países se abstuvieron y una minoría bien exigua de nueve Estados votaron en contra de la resolución no vinculante de la Asamblea General, en demanda de una marcha atrás de Trump para que no pusiera en práctica el traslado de su Embajada desde Tel Aviv a la ciudad, considerada santa para las tres mayores confesiones monoteístas del planeta: judíos, musulmanes y cristianos.

Con prepotencia semejante a la de su fuerte socio, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, denostó de la ONU, a la que llamó «Casa de las Mentiras». Lo hizo tras la decisión de la Asamblea General que determinó este veto simbólico a una conducta oprobiosa que busca, de hecho, exterminar al pueblo palestino.

La reunión de toda la membresía de la comunidad internacional, aunque no determinante, al menos lavaba la mancha a la dignidad humana que significa el bloqueo establecido en el Consejo de Seguridad por el veto de Washington a una resolución similar, con lo cual dejó desarmados a los 14 votos que exigían a Trump retirar su proyecto de mudar la Embajada.

Estos resultados no sorprendieron a nadie, eran evidentes de antemano, porque han sido los prevalecientes desde que iniciara el conflicto israelo-palestino hace ya 70 años, tanto en el organismo cuyas decisiones sí son de obligatorio cumplimiento —al menos en el papel—, como en el plenario mundial, enfrentado una vez más al unilateralismo de Estados Unidos y de algunos otros asociados, ahora exacerbado por una nueva administración, a la cual le importa poco aislarse del resto del planeta con su política declarada de América primero.

Supongo que fue como una bofetada lo sentido por cualquiera de los diplomáticos en la ONU, cuando la Haley pronunció la víspera su sentencia: Washington va a anotar y recordar los nombres de los países que «irrespeten» a América (ya sabe usted que tiene que leer Estados Unidos) votando contra él.

«También debo decir hoy: cuando hacemos contribuciones generosas a la ONU, también esperamos que seamos respetados»,espetó la funcionaria estadounidense y añadió: «Si nuestra inversión falla, tenemos la obligación de gastar nuestra inversión de otras maneras... Estados Unidos recordará este día».

Desde la Casa Blanca, el magnate presidente aplaudió a su embajadora y agregó una furiosa «sentencia a muerte»: «Cogen millones de dólares, incluso miles de millones de dólares, y entonces votan contra nosotros. Bien, estamos controlando esos votos. Dejemos que voten contra nosotros, nos ahorraremos mucho, no me preocupa».

Agregó, en lenguaje acosador «esto ya no es como solía ser, que podían votar en tu contra y entonces les pagabas cientos de millones de dólares y nadie sabe qué hacían con eso».

Egipto, Afganistán e Irak, tres de los mayores receptores de esa supuesta ayuda hicieron caso omiso a la advertencia general de que les cortaría los fondos.

Los nueve votos en contra de la resolución no pueden ser juzgados con el mismo rasero. Estados Unidos e Israel era lo obvio, y les siguieron Togo, Micronesia, Nauru, Palau, Islas Marshall, Guatemala y Honduras.

Ni siquiera sus aliados de la Unión Europea se enrolaron en el agravio, pues 22 de los 28 le dieron el Sí a la resolución y abandonaron un pasado de abstención sobre cualquier medida que afectara al Gobierno de Tel Aviv. Incluso algunos de los 35 que ahora tomaron el camino de la no definición hicieron uso de la palabra para criticar la anunciada mudanza de la embajada a Jerusalén. Entre las abstenciones se contaban las de algunos fuertes aliados de EE. UU. como Australia, Canadá, Colombia y México.

Más allá de la efectividad real de lo aprobado en la ONU, algo se patentizó, a pesar de las declaraciones intimidatorias y las torceduras de brazo como práctica de su política exterior, esta vez fue Trump quien recibió una «trompada» diplomática.

Manifestaciones y retaliaciones

El viernes 22, luego de que la comunidad internacional expusiera la ilegalidad del dictamen de Trump sobre Jerusalén —que desde el 6 de diciembre provocaron manifestaciones de protesta en esa ciudad, en los territorios palestinos ocupados y en la Franja de Gaza—, las fuerzas de seguridad de Netanyahu incrementaron la represión de manera brutal.

Las tropas israelíes mataron a manifestantes, asaltaron a periodistas y a paramédicos en un intento de cercenar la resistencia. El sitio web The Electronic Intifada detallaba el resultado de un solo día de desmanes de las llamadas Fuerzas de Defensa de Israel, fundamentalmente cerca de al-Bireh y del punto de control de Beit El.

El Ministerio de Salud de Gaza reportaba oficialmente dos jóvenes muertos por las balas de los soldados: Zakariya Zakarna, de 24 años, y  Muhammad Muheisen, de 29, lo que elevaba a seis el número de fallecidos durante las protestas anti-Trump.

A su vez, la Media Luna Roja Palestina contabilizaba este viernes 22 de diciembre casi 700 heridos en el asalto a las manifestaciones en la ocupada Ribera Occidental y en la Franja de Gaza. De ellos 65 por disparos de bala, más de cien lesionados —algunos seriamente— por los proyectiles de goma y cerca de 450 afectados por los gases.

No solo eran los participantes en las demostraciones los blancos de los soldados de Israel, pues diez periodistas fueron heridos mientras daban cobertura a los acontecimientos, denunciaba el Comité de Apoyo a los Periodistas y el Sindicato de Periodistas Palestinos.

Los paramédicos no quedaron exentos de esta arremetida que estaba encendida, además, por el deseo de venganza frente a la derrota en ONU.

El colectivo Activestills documentaba los efectos de ese iracundo desquite israelí, cuando los soldados golpeaban a paramédicos con sus fusiles y disparaban contra la prensa. Así aparecían en las redes sociales fotos y videos de esos ataques mientras se filmaba, fotografiaba y resportaba la protesta de al-Bireh.

Las detenciones estuvieron a la orden del día y el grupo de derechos humanos Addameer contabilizó más de 500 desde la improcedente proclamación del Presidente de EE. UU.

Para añadir más infamia a la actuación retorcida de los soldados de Israel, Addameer denuncia que 170 menores palestinos han sido detenidos, algunos de apenas 12 años y tres docenas ya se encuentran recluidos en la prisión militar de Ofer, donde «están experimentando humillaciones y brutales golpeaduras de los soldados de ocupación israelíes».

Mientras corre la sangre de un pueblo que resiste, la embajadora Nikki Haley ha invitado a una festiva recepción a los representantes de los países que se unieron a Estados Unidos e Israel en la votación y a los que se abstuvieron o no acudieron a votar. El motivo: «agradecerles por su amistad hacia los Estados Unidos», dijo la diplomática, especializada en pasar lista de los dignos.

Jerusalén, ciudad ocupada

Israel, que ha mantenido una política sistemática y sostenida por cambiar la composición étnica de Jerusalén, para hacer cada día mas difícil a los palestinos vivir en la ciudad que han ocupado, al igual que otros territorios de sus vecinos, inició de inmediato una feroz represión contra las manifestaciones anti-Trump y la política que ha sido justamente calificada de apartheid.

El jurista estadounidense Richard Falk, quien durante seis años fuera relator especial de la ONU sobre los derechos humanos de los palestinos, lo calificó en 2014 de «anexión» y «limpieza étnica». Desde 1996 hasta aquella fecha en que estaba a punto de dejar su cargo, Falk aseveró que más de 11 000 palestinos habían perdido su derecho a vivir en su ciudad. Desde entonces el expansionismo se ha incrementado a límites extremos con los asentamientos ilegales, tanto allí como en la Cisjordania ocupada.

Jerusalén Este o Jerusalén Oriental, que en árabe es Al Quds al Sharqiya, es la parte de la ciudad situada al este de la línea del armisticio árabe-israelí de 1949 y es reclamada como capital del Estado de Palestina, pero está ocupada por Israel desde la Guerra de los Seis Días de 1967 y anexada, aunque ningún país del mundo, hasta la decisión de Trump, había reconocido su pertenencia a Israel. La decisión de Trump es violatoria de la  resolución 478 de la ONU, reiterada el 23 de diciembre de 2016 por el Consejo de Seguridad en su Resolución 2334, que considera Jerusalén Este como «territorio ocupado».

 Este sector de la urbe incluye la Ciudad Vieja y algunos de los principales lugares religiosos como el Muro de las Lamentaciones, el Santo Sepulcro y el Monte del Templo o Explanada de las Mezquitas.

La Asamblea General de la ONU, este jueves 21 de diciembre, avaló lo que es consenso internacional.

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