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Votar en desconfianza

Electores de cinco naciones latinoamericanas decidirán el futuro de sus países, en comicios matizados por la insatisfacción institucional y las crisis políticas

Autor:

Caroline Amaral Coutinho

Un nuevo ciclo electoral se inicia en América Latina. En 2018, mientras Cuba está inmersa en un proceso en el cual se eligirá un nuevo Presidente, y Venezuela pasará por una deliberación decisiva para definir el destino del chavismo, cerca de 320 millones de latinoamericanos irán a las urnas para decidir el futuro de sus respectivos países.

En la lista de naciones que realizarán elecciones generales se encuentran dos gigantes de la región, Brasil y México, así como Colombia, Costa Rica y Paraguay. Sin contar las elecciones legislativas y municipales en algunos.

Sin embargo, un factor puede estorbar la marcha del ejercicio democrático en la región: la desconfianza institucional. En su informe sobre la confianza en el continente, la firma consultora Latinobarómetro apunta que, en 2015, solo el 20 por ciento de las poblaciones de los 15 países consultados, confiaba en los partidos políticos, y que apenas el 33 y el 34 por ciento confiaban en el Gobierno y en el Estado, respectivamente. Además, el informe consideró que la mayoría «desconfía de todas estas instituciones todo el tiempo».

Es cierto que, en general, los latinos no están insatisfechos con su modelo de gobierno, según datos de Latinobarómetro, pero la mayoría desconfía de las instituciones en sus respectivos países.

Las consecuencias de la desconfianza en tiempos de voto son múltiples: el abstencionismo, la polarización de opiniones, la aparición de personajes políticos no tradicionales (los outsiders) entre otras.

Además, la variable de la confianza podrá ser particularmente importante en este ciclo electoral, por ser el año post-Odebrecht y otros casos de corrupción, poscontracción económica en las principales economías regionales hasta 2017 y finalmente también un año de crisis políticas en países que van desde Paraguay a Brasil.

Sin embargo, tras una visión global de la región, cada realidad política latinoamericana juega a partir de sus propias reglas. Si, por un lado, en Colombia, la izquierda gana terreno frente al tortuoso proceso de paz; en Brasil, por otro lado, la insatisfacción popular no ha conseguido evitar que la derecha clavara las uñas en el Palacio de la Alvorada. Lo que resulta claro es que, con electores desconfiados, la democracia representativa no se ejercita en su forma plena.

La segunda vuelta en Costa Rica – En las elecciones realizadas el 4 de febrero en Costa Rica, la polarización de opiniones se expresó en las urnas. El ganador con 25,75 por ciento de los votos, Fabricio Alvarado, representa el conservadurismo religioso y competirá en la segunda vuelta contra el oficialista Carlos Alvarado, quien, a su vez, propone un llamado «progresismo» a la imagen del expresidente Luis Guillermo Solís.

Sin embargo, fue la abstención, situada en 36 por ciento, la que representó a la mayoría de los «electores» ticos. En 2017, Costa Rica no escapó de la tendencia del desinterés político en la región. Las elecciones de este año siguen al escándalo de corrupción conocido como «cementazo», que envolvería a miembros del Gobierno como también a partidos políticos que compitieron en las elecciones de febrero.

Paraguay – Los paraguayos son los próximos que acudirán a las elecciones presidenciales el 22 de abril. Por primera vez en su historia, solamente dos candidatos, Mario Abdo Benítez, —hijo del exsecretario privado de Alfredo Stroessner— y Efraín Alegre, se prestarán a una competición entre el partido oficialista, el Colorado, y la oposición, la Gran Alianza Nacional Renovada, unión de dos partidos centroizquierdistas.

Actualmente, el primer candidato lidera las encuestas de popularidad. Sin embargo, el Partido Colorado sufrió inestabilidad en 2017, cuando un millar de personas asaltaron el Congreso y lo incendiaron en protesta contra una reforma constitucional que habilitaría la releección del presidente Horacio Cartes ese año.

Colombia – El 27 de mayo, los colombianos acudirán a las urnas, en un año decisivo para consolidar los acuerdos de paz entre el Gobierno colombiano y las FARC, ahora partido político bajo el nombre de Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, que acaba de retirarse de las presidenciales.

Desde este mes de febrero, cinco aspirantes principales a la presidencia colombiana iniciaron sus campañas. Según la revista Semana, el preferido a cuatro meses de las elecciones es el progresista Gustavo Petro, exalcalde de Bogotá, seguido por el centrista Sergio Fajardo. Ambos son de opiniones favorables al tema de la reconciliación. Sigue Humberto de la Calle, del Partido Liberal, que representó al Gobierno en las negociaciones con las FARC.

El exvicepresidente Germán Vargas Lleras y la uribista Marta Lucía Ramírez figuran en el lado conservador.

La imagen de los políticos colombianos cayó los últimos años. Más del 30 por ciento de los ciudadanos consideran que la corrupción es el principal problema del país actualmente y un sorprendente 73 por ciento cree que la nación va por mal camino, según una encuesta realizada por la consultoría Gallup.

En ese contexto, lo más probable es que después de la votación de mayo haya segunda vuelta.

México – En la tierra «tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos», solo 18 por ciento de la población está satisfecha con la democracia de su país, el nivel más bajo de la región, según sondeos de 2017 realizados por renombradas firmas.

Además, otro fenómeno influye significativamente en el voto de los mexicanos: la inestabilidad provocada por el trumpismo. Las amenazas del mandatario estadounidense de construir un muro entre los dos países y la revisión del TLCAN impactan en México, donde muchos estiman que se demanda un líder capaz de responder a esas provocaciones.

Andrés Manuel López Obrador, el candidato de la coalición de izquierda MORENA, encabeza casi todos los sondeos y se identifica como un nacionalista en contra de las élites corruptas. Su popularidad lo muestra hasta ahora como favorito para ganar, aunque según las encuestas, sus más cercanos contendientes, Ricardo Anaya, del derechista Partido Acción Nacional (PAN, en alianza con el Partido Revolucionario Democrático-PRD y el Movimiento Ciudadano-MC) y José Antonio Meade, del gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI), junto con el Partido Verde y Nueva Alianza, están en empate técnico a unos siete puntos de Obrador.

Brasil – Tras la ratificación de la condena, aún es incierto si Lula podrá candidatearse a las elecciones presidenciales, que se efectuarán el 7 de octubre. El expresidente es el favorito, con 36 por ciento de los votos, según Datafolha. Si es impedido de ser candidato, el resultado electoral podría ser calificado como ilegítimo, y constituiría un golpe aún más fuerte a la credibilidad democrática del país.

En el caso de que se excluya a Lula de la competición, resultaría incierta la previsión de un favorito. Pero el escenario favorecerá el nacionalista de ultraderecha Jair Bolsonaro, cuya popularidad creció abruptamente entre 2014 y 2017 por sus críticas, al estilo Trump, a las instituciones brasileñas.

Otro precandidato es el gobernador de Sao Paulo y centroderechista Geraldo Alckmim, también citado en el esquema de corrupción de la contratista Odebrecht.

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