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Trump está loco por su propia guerra sin fin

¡Misión cumplida!, dijo en un calco de la frase bushiana que le augura el mismo fracaso, pero también la prolongación del derramamiento de la sangre de otros

Autor:

Juana Carrasco Martín

Se ha repetido lo que George W. Bush, el hijo, hizo contra Irak. La mentira que le sirve de pretexto a Donald Trump es la misma: un supuesto ataque químico, ahora de Siria, contra civiles. Y sin pensar en las terribles consecuencias de lo que ya está en camino y lo que viene, la criminal e irresponsable acción del Pentágono tuvo el acompañamiento militar del Reino Unido y Francia.

«Proteger los intereses de Estados Unidos». Esa fue la expresión de la prepotencia que utilizó la más alta jefatura militar norteamericana en la noche del viernes ante una prensa cómplice y prácticamente maniatada por los hechos. La víspera, el secretario de Defensa, James Mattis, no había podido presentar pruebas del empleo de armas químicas, tampoco las mostró ahora, pero ya los misiles habían volado hacia Siria —contra Damasco y Homs—, cuya defensa ha respondido a la agresión que Washington presenta como un ataque a solo tres objetivos «para minimizar los riesgos» (la región de Barzeh y el edificio de la investigación científica de la zona).

Poco más de cien misiles Tomahawk fueron empleados por el Pentágono en ese primer golpe —nos preguntamos si será de verdad uno solo como proclaman—, y según las autoridades sirias y el Ministerio de Defensa de Rusia, los sistemas antiaéreos en la nación árabe lograron derribar e interceptar 71 de ellos.

Sin embargo, el tuitero empedernido usó también una frase de Bush «¡Misión cumplida!» y ha resultado tan vacía de contenido real como la proferida por el bushiano en 2003, en aquella payasada propagandística, vestido con un yaqui militar, a bordo del imponente portaviones USS Abraham Lincoln, anclado en un puerto en territorio estadounidense. Cinco lustros después, Estados Unidos todavía está en guerra en Irak…

«Son los crímenes de un monstruo», dijo Trump en su discurso desde la Casa Blanca para informar a los estadounidenses y al mundo la decisión de activar el botón de guerra. Él se refería al presidente sirio Bashar al-Assad; sin embargo, la  frase le pega al administrador del imperio, a quien recientemente el expresidente Jimmy Carter llamaba a la cordura y a pensar en la repercusión de una acción contra la paz: «Rezo para que él mantenga nuestro país en paz y no exagerar o exacerbar los problemas que surgen con Corea del Norte, en Rusia o en Siria».

Añadía Carter en esa entrevista. «Espero que él se dé cuenta muy profundamente como lo hice, y como han hecho otros presidentes, que cualquier intercambio nuclear conlleva a la catástrofe para todos los seres humanos». Apuntó que incluso un ataque militar menor «es algo peligroso» que puede desatar una espiral fuera de control.

Trump, el verdadero monstruo en este momento de la historia, está violando la paz y las leyes internacionales, acaba también de violar a su propio Congreso que, de acuerdo con las leyes de EE. UU., debiera aprobar cualquier acción de guerra. El senador Bernie Sanders se lo reclamaba la víspera y  también otros legisladores, como el demócrata Tim Kaine (estado de Virginia) lo calificó de «ilegal» e «imprudente», al tiempo que acusó al mandatario de «abrir un nuevo frente militar».

Pero Trump se ampara bajo las leyes que dieron origen al Departamento de Seguridad de la Patria, una creación fascistoide de los años de Bush, que sigue ahogando la «democracia» estadounidense y persigue con saña xenófoba a los foráneos de origen árabe, musulmanes y latinos, otro de los frentes de confrontación «trumpianos».

Este sábado, la organización para la prohibición de armas químicas (OPAQ), comenzaría a inspeccionar la localidad donde ocurrió el supuesto ataque con gas, el 7 de abril, en Ghouta Oriental y determinar condiciones, productos empleados y autores; pero Trump no ha permitido esa inspección, no ha escuchado a todas las voces en el Consejo de Seguridad de la ONU, obviando también que ese organismo no le ha dado luz verde a su crimen.

Precisamente Rusia denunció que este golpe, que esa lluvia de misiles sobre Damasco y Homs, tenía por objetivo obstruir la investigación de OPAQ y destruir evidencias de que el Gobierno sirio no ha empleado armas químicas contra su propio pueblo.

Washington, Londres y París han actuado como amos y señores y quieren «hacer pagar un alto precio» a Siria, a un pueblo que lleva siete años de resistencia, enfrentada a grupos y ejércitos terroristas creados, organizados y armados por Estados Unidos y sus aliados, y que en los últimas semanas o meses presentaba pasos firmes hacia la victoria sobre esos mercenarios.

Los tres esconden sus propios problemas en esa ínfula de «disuasión» mediante las armas y lo hacen sin el más mínimo pudor.

A Trump le sobran problemas internos que develan —entre otros males— hasta su propia corrupción y un equipo de Gobierno en total caos por renuncias y despidos que llevan como repuesto a personajes cada vez más ultraconservadores y halconeros.

A Theresa May, quien dijo que la acción militar era «correcta y legal», le permite tender un velo sobre un brexit que no logra el beneficio prometido y hasta ahora solo le trae dolores de cabeza.

Mientras Emmanuel Macron, tambaleado por las huelgas en rechazo a sus leyes laborales, quiere buscarse esta muleta militar para poder caminar entre una ciudadanía que no le da aprobación en las encuestas.

Dejado de lado en esta ocasión, el jefe del Gobierno español, Mariano Rajoy, se apresuró a declarar que estaba también dispuesto a participar en esta peligrosa aventura y también corrió la OTAN a dar su respaldo, sin pensar —o pensándolo— que pueden estar abriendo la puerta al enfrentamiento con Rusia y otros Estados.

Elefecto Bomba-Bolton

No perdió tiempo el nuevo consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Bomba-Bolton, y sentado a la siniestra de Trump inauguró su poderosa posición con el consejo apetecido, mientras a la diestra un Mike Pompeo, al que todavía no se le puede decir exjefe de la CIA, toma las riendas de la diplomacia (Departamento de Estado) con mano militar.

Nicholas Heras, miembro del Centro para una Nueva Seguridad Americana —que por cierto, es un  grupo de presión política de la ultraderecha que preside Bolton—, dice que Estados Unidos y sus aliados parecen estar preparados ahora para un asalto más amplio que la única andanada de proyectiles Tomahawk que lanzaron contra una base aérea de Siria en abril del pasado año.

Heras aconsejaba que «Si vas a realizar una campaña que va más allá del golpe de abril, se necesita planear quién y qué hacer». «¿Cuáles son las gamas de objetivos y quién es responsable de poner una bomba? Si van a hacer ataques de saturación, tienen que ir después de las defensas aéreas para que los aviones puedan ir a objetivos muy específicos. La mayor cantidad de aviones que usted vea en la batalla en el espacio, más claro será una campaña profunda de varios días».

Una semana previa de tuits fueron preparando el terreno comunicacional con bravuconadas directas lanzadas a Rusia y a Irán, específicamente, pero también contra el resto del mundo, al que se conminaba a decidir de qué lado se van a poner…

9K37 Buk, el arma que paró el ataque

 

Con esta arma se interceptaron 71 de los 110 misiles lanzados por Estados Unidos, una demostración de efectividad de este sistema de misiles de defensa antiaérea cuya precisión es de 90-95 por ciento, que está armado con misiles tierra-aire y que fue desarrollado por la Unión Soviética y luego continuado por Rusia, para interceptar misiles crucero, bombas inteligentes y aeronaves, tripuladas o no tripuladas.

El sistema actual fue desarrollado por el GRAU (Autoridad Principal de Misiles y de la Dirección de la Artillería del Ministerio de Defensa de la Federación de Rusia) con el nombre 9K37 y la OTAN lo identifica con el nombre en clave «Gadfly» (tábano) y el Departamento de Defensa de EE. UU. le llama SA-11.

Dispone de cuatro misiles que pueden alcanzar hasta 32 kilómetros de distancia y 22 kilómetros de altura o 42 km de distancia y 24 km de altura, según la versión.

El Ministerio de Defensa de Rusia afirmó que los proyectiles disparados por Estados Unidos, Reino Unido y Francia fueron repelidos por los sistemas de defensa aérea de Siria. Las unidades rusas emplazadas en el puerto de Tartus y de la base aérea Khmeimim, en el país árabe agredido, no estuvieron involucradas en la respuesta al ataque y no fueron objetivos de la agresión, agregó la entidad.

Desde dos barcos de guerra estadounidenses estacionados en el Mar Rojo, con apoyo táctico aéreo desde el Mediterráneo, y el despliegue de bombarderos estratégicos B-1 Lancer, Estados Unidos y sus aliados lanzaron más de cien misiles crucero y de aire-tierra contra instalaciones civiles y militares sirias en la noche del 13/14 de abril.

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