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Esta pulseada la ganó Venezuela

El desenlace de la jornada sabatina parece crucial para entender el fracaso del intento de Estados Unidos este lunes, a favor del militarismo

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Maduro tiene razón: la victoria les pertenece, como dijo el sábado al pueblo bolivariano que lo acompañó frente a la presidencia en Miraflores cuando todavía, en la frontera, los agresores no habían decidido retirar los provocadores camiones con mentirosa ayuda humanitaria…

Si dos días después Washington seguía en el intento de manejar a Juan Guaidó y al Grupo de Lima para hilvanar nuevas estratagemas que justificaran la intervención directa, fue por esa prepotencia que lo hace incapaz de aceptar la derrota.

Pero tampoco el triunfo coronó —al menos, no hasta ahora— los denodados esfuerzos de Donald Trump por justificar una vía expedita aunque loca y sangrienta, para sacar del poder a Nicolás Maduro y revertir, con ello, la Revolución Bolivariana, al tiempo de propinar otro golpe a la convivencia entre los latinoamericanos, resentida ya por los atropellos de esa injerencia estadounidense, y las pocas luces que han acompañado a algunos vecinos del Sur.

Sin embargo, algo de sensatez se impuso en la cita realizada este lunes en Bogotá por el Grupo de Lima, planificada desde días antes por Washington en una evidencia de que preveían un posible fallo en el Día D.

Cuando Washington iba por la revancha en procura de la estocada final, ocurrió que los dirigentes de países acompañantes de la Casa Blanca en su cruzada antivenezolana se opusieron a la intervención militar, con lo que negaron a Washington la excusa para implementarla, si bien se mantienen y profundizan las presiones externas, asentadas en la mentira y la injusticia, y Estados Unidos, impertérrito ante la lección recibida, volvió por sus fueros.

De las declaraciones de Pence se deduce que mantienen su posición: todas las cartas con respecto a Venezuela se mantienen aún sobre la mesa.

En atención a ello, la dirección principal de la táctica agresiva parece ser, por ahora, seguir buscado la implosión social mediante el ahogo financiero del Estado y un asedio que seguirá padeciendo, sobre todo, esa ciudadanía a la que Washington y Guaidó dicen defender. Aunque ello no significará que Estados Unidos no seguirá tratando de «resolver el asunto» mediante la rechazada vía militar.

Varios trasquilados

Las posiciones de algunos de los funcionarios latinoamericanos presentes en la cita pueden haber dejado con un palmo de narices al interventor vicepresidente estadounidense, Mike Pence, y a opositores venezolanos que hacen su verano en otras naciones, como el viejo y vendepatria político Julio Borges, quien un día antes había aseverado que pediría a EE. UU. medidas más contundentes y el uso de la fuerza. 

Según trascendidos que dieron a conocer sitios web alternativos como almomento.net, el vicecanciller peruano, Hugo de Zela, dijo en la reunión que el uso de la fuerza no es una solución para lo que ocurre en Venezuela, y negó que su país y el propio Grupo de Lima estuviera respaldando una salida como esa. «El grupo de Lima ha venido apoyando una solución pacífica», afirmó.

En igual sentido se pronunció el canciller anfitrión, Carlos Holmes, quien dijo que el compromiso es la transición democrática y el restablecimiento del «orden constitucional» en Venezuela, en alusión al también frustrado intento de imponerle al pueblo a Guaidó.

Trascendidos publicados en Twitter dieron cuenta de similar posición por parte de Brasil, en las declaraciones del vicecanciller carioca, posteriores a la reunión: «Se requiere el apoyo del Congreso para esto (dijo en alusión a la intervención militar) y el Gobierno de Bolsonaro no tiene intención de solicitarlo».

Poco después, el mensaje publicado en esa red social por Juan Guaidó era portador de un agradecimiento con visos de frustración: «Gracias a todos los países del #GrupoDeLima por acompañar nuestros esfuerzos por lograr el restablecimiento de la democracia en Venezuela, la conquista de nuestra libertad y la paz de la región».

A esas alturas, también la Unión Europea, que ha acompañado, de otro modo, los esfuerzos por demover a Maduro, se había pronunciado contra el uso de la fuerza sumándose, así, a los reiterados alertas hechos en tal sentido por Rusia, China, el Caribe, los países del ALBA; el mensaje implícito en las votaciones sobre el tema del Consejo de Seguridad, e incluso del cuerpo de la OEA —no de Almagro, su triste titular—, así como del resto de los países distintos a los 50 que han votado hasta ahora con Washington en la ONU, y a algunos de los cuales, desde hoy, habría que reconocer matices de prudencia y respeto al Derecho Internacional en sus posturas.

Ello no quiere decir que se detenga la cruzada antibolivariana y antilatinoamericana orquestada por la administración de un mandatario como Donald Trump, quien ha anunciado el fin de todo vestigio de socialismo.

El comunicado aprobado este lunes en Bogotá con el respaldo de los propios países del llamado Grupo de Lima llama a todas las naciones a sumarse a la persecución y el bloqueo financiero contra Venezuela, anuncia que trasladará al Tribunal de La Haya «sus preocupaciones» y pide la presencia en ese país de un relator de derechos humanos.

Por su parte, el asesor de Seguridad Nacional de EE. UU., John Bolton amenazó otra vez a Caracas con nuevas sanciones que afectarán sobre todo, dijo, a los militares, a quienes formuló nuevas exhortaciones a traicionar, como también hizo Pence en Bogotá.

Guaidó, presidente fuera

El desenlace de la jornada sabatina parece crucial para entender el fracaso del intento de Estados Unidos este lunes, a favor del militarismo.

Aun con la lamentable cifra de más de 40 heridos reportados desde el Táchira como resultado de los hechos desatados por los provocadores en la frontera, estos no fueron el resultado del baño de sangre que se procuraba, ni de un enfrentamiento civil.

Evitó una situación similar el aséptico proceder de la FANB en la frontera repeliendo, pero sin ceder a las provocaciones, y denunciando y desbaratando las autoprovocaciones (falsos positivos o atentados de falsa bandera), al tiempo que salvaguardaba el territorio nacional de quienes intentaban hollarlo desde Brasil o Colombia, entrando la descarada carga «humanitaria» a la fuerza.

Los militares demostraron otra vez que a Venezuela se le respeta, en unión con los representantes del pueblo que se movilizaron, como ellos, en defensa de la paz.

Tampoco tuvo Juan Guaidó el respaldo popular que podía imaginar quien oyera sus llamados. Salvo peligrosos grupos paramilitares que asediaron La Mulata, sede de una unidad de la Guardia Nacional Bolivariana cerca de Ureña, en la línea de demarcación con Colombia, tampoco acudieron a los cuarteles militares todos aquellos que el autoproclamado Juan Guaidó convocó desde días antes.

La escasa respuesta de la ciudadanía a sus exhortaciones en tanto Maduro y otros dirigentes del PSUV eran arropados por multitudes bolivarianas, debería dejar bien claro quién tiene el mayoritario respaldo de los venezolanos, como lo demostró ya el resultado electoral del 20 de mayo pasado.

Títere como es de una maniobra intervencionista fraguada y gestada fuera del país, Juan Guaidó parece bastante solo. Y a estas alturas Washington debe saber también que esa carta no cuenta dentro de Venezuela.

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