Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Llamarada eternizada

La alerta de Chávez de que en América Latina nos quieren imponer el modelo de democracia estadounidense, y al que no acepte lo acusan de dictador y terrorista, abre los ojos del mundo ante la realidad venezolana de hoy

Autor:

Juana Carrasco Martín

Su fuerza telúrica brotó en el momento exacto, y abrió el siglo XXI para que América Latina luchara por su segunda independencia. Su conducta e ideas bolivarianas trazaron la historia nueva; por ello lo quisieron y respetaron —aún lo queremos y respetamos— en Venezuela y en el mundo entero, donde se busca justicia e igualdad.

El 5 de marzo de 2013 echó raíces en el Cuartel de la Montaña el revolucionario cabal, valiente, genial, sincero, sencillo, generoso, alegre, incansable.

Es imposible olvidar ese día. Yo estaba en el estudio de la Televisión cubana para la Mesa Redonda, cuando desde la pantalla, la voz entrecortada de Nicolás Maduro nos situó en la abrumadora realidad que no hubiéramos querido escuchar nunca:

«A las 4:25 p.m. ha fallecido el Comandante Presidente Hugo Chávez. Transmitimos a sus familiares, y a todo nuestro pueblo, nuestro dolor. En este dolor inmenso, de esta tragedia histórica (…) Llamamos a todos los venezolanos a ser vigilantes de la paz, del respeto, de la tranquilidad de esta patria».

Dolor inmenso. Nos dejaba físicamente el gran líder de la América toda. El que había dicho: «Toda mi vida y por amor a un pueblo, la dedicaré hasta el último segundo de ella, para la lucha por la democracia y el respeto de los derechos humanos. Yo lo juro».

Un juramento que cumplió con creces y nos dejó como impronta enseñanzas fundamentales para un mundo mejor.

«Estamos comenzando a mirar lo que el Padre Libertador imaginaba: Una gran región donde debe reinar la justicia, la igualdad y la libertad. Fórmula mágica para la vida de las naciones y la paz entre los pueblos».

Motivos suficientes para que hoy, su Venezuela, acosada por el imperialismo, no ceje en la lucha. Es que aprendió de sus palabras: «Cada día el mundo está más esperanzado con la Revolución Bolivariana. No podemos fallarle al mundo. De lo que pase en Venezuela, del éxito de nuestra revolución puede depender el futuro, la salvación de este planeta».

Y ese mundo tiene que decirle ahora a la Patria de Bolívar: Venezuela no está sola, y comprende como nunca la advertencia que nos hiciera: «Al imperio no hay que subestimarlo, pero tampoco hay que temerle. Quien pretenda llevar adelante un proyecto de transformación, inevitablemente chocará con el imperio norteamericano».

No hay dudas de la claridad de su pensamiento. Entonces se hace imprescindible asumir que «seguiremos batallando por la verdadera unidad e integración de nuestros pueblos, pero no es con el imperialismo que vamos a integrarnos. Bastante daño le hizo el imperio al proyecto de Bolívar».

En esa clase magistral de lucha y resistencia no podemos olvidar cuando Chávez alertaba: «En América Latina nos quieren imponer el modelo de democracia diseñado por Estados Unidos, y al que no acepte entrar por ese carril, lo acusan de populista radical, terrorista y dictador».

Pero también puso los puntos sobre las íes, y su pueblo lo grita a los cuatro vientos, cuando desde Washington, y con la genuflexión de los traidores locales, se lanza un plan criminal para tratar de eliminar el chavismo:

«Ya en Venezuela no nos mandan desde el Pentágono, la Casa Blanca o la Embajada de los Estados Unidos. Somos libres y más nunca seremos esclavos, cuéstenos lo que nos cueste».

Un juramento de él y ahora por él, que hace Venezuela y hacemos los bolivarianos y martianos. Por Hugo Chávez Frías, relámpago, centella, llamarada eternizada, conciencia sembrada.

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