Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Los patinazos de Trump frente a Irán

El presidente de Estados Unidos dio un frenazo en seco minutos antes de lanzar un ataque, de incalculables consecuencias, al país persa

Autor:

Leonel Nodal

La decisión del belicoso mandatario estadounidense puso al descubierto los límites de su estrategia de «apretar al máximo» al adversario hasta que se doblegue, frente a un rival dispuesto a hacerle pagar caro sus amenazas.

Donald Trump despertó el jueves último con la inconcebible noticia de que la fuerza antiaérea de los Guardianes de la Revolución Islámica de Irán habían destrozado en el aire un sofisticado avión espía no tripulado, en el estrecho de Ormuz, cuando ingresó en el espacio aéreo del país persa.

En su acostumbrado lenguaje amenazador, el jefe de la Casa Blanca anunció la revancha, «un castigo ejemplar», y puso en marcha el dispositivo de ataque. 

La comunidad internacional vivió una jornada de tensión ante el eventual estallido de una guerra impredecible en la estratégica región petrolera, por donde transita un tercio del crudo que se consume en el mundo.

«Los aviones estaban en el aire y los barcos en posición, pero no se habían disparado misiles cuando se corrió la voz de anular la operación», dijo un funcionario anónimo de la Administración —en exclusiva— al diario The New York Times, que disparó la bomba noticiosa y comprobó que nadie en el Gobierno la desmentía.

«No tengo idea de por qué todavía, añadió la fuente del influyente diario neoyorquino. No estaba claro si el Sr. Trump simplemente cambió de opinión sobre los ataques o si la administración modificó el rumbo, debido a la logística o la estrategia. Tampoco estaba claro si los ataques podrían continuar».

«Suspendan todo», ordenó el mandatario poco antes de que la fuerza expedicionaria desplegada en el Golfo de Omán, integrada por un portaviones y naves portacohetes bombardearan antes de las 7:00 p.m. del jueves, un «puñado de sitios de radar y baterías de misiles» iraníes.

El propio Trump se encargó de confirmar la noticia al amanecer del viernes, mediante su habitual recurso a la red social Twitter, en su acostumbrado lenguaje teatral y grandilocuente, de modo que su patinazo con Irán pareciera un juicioso acto de un político sensato.

«Estábamos listos y cargados para tomar represalias anoche en tres lugares diferentes cuando pregunté cuántos morirán», escribió. «150 personas, señor, fue la respuesta de un general. Diez minutos antes del ataque lo detuve.»

Tal número de muertos no sería «proporcional a derribar un avión no tripulado», escribió Trump, y agregó: «No tengo ninguna prisa, nuestro Ejército está reconstruido, nuevo y listo para ser, por mucho, el mejor del mundo».

Millones de televidentes estadounidenses debieron sentirse perplejos. Desde el día y la noche anterior, todos los medios informativos, incluidas las redes sociales con sus continuas alertas, mostraban un dron o avión militar no tripulado, cuando despedía una columna de humo mientras caía al mar. El mito de la supremacía militar de Washington había sido desafiado por un país del Oriente Medio gobernado por religiosos islámicos.

No faltaban quienes en el Gobierno abogaran por una represalia ejemplarizante, como el secretario de Estado Mike Pompeo, el asesor de seguridad nacional John Bolton y la directora de la CIA, Gina Haspel.

Pero, increíblemente, según revelan las fuentes en Washington, «los principales funcionarios del Pentágono advirtieron que tal acción podría provocar una escalada en espiral con riesgos para las fuerzas estadounidenses en la región».

Varios jefes se pronunciaron, ante el vacío de mando en el poderoso Departamento de Defensa, acéfalo desde unas horas antes, cuando el Secretario Interino Patrick Shanahan decidió renunciar a proseguir el proceso de verificación de su nombramiento bajo el escrutinio del FBI y el Senado, según alegó por razones íntimas y familiares.

De hecho, Trump había dado señales de que los «halcones» de su entorno querían llevarlo demasiado alto en su vuelo anti iraní, con el riesgo de una caída estrepitosa, y comenzó a moderar su lenguaje al aproximarse «el momento de la verdad», como cuando el torero debe enfrentar a la bestia en el lance final.

«Me resulta difícil creer que fue intencional», dijo el Presidente unas horas antes, en medio del debate nacional sobre el derribo del avión espía no tripulado, que Washington alegaba fue derribado en aguas internacionales.

«Si quieres saber la verdad. Creo que el que lo hizo pudo haber sido alguien que fue indiferente y estúpido», añadió, aportando una justificación, en respuesta a reporteros que seguían la visita a la Casa a Blanca del premier canadiense Justin Trudeau.

Tras confirmarse su orden de abortar el ataque, Reuters informó desde Teherán que Trump había alertado a los gobernantes iraníes, por intermedio del vecino sultanato de Omán.

Según la agencia británica, «en su mensaje, Trump dijo que estaba en contra de cualquier guerra con Irán y quería hablar con Teherán sobre varios temas ... dio un corto período de tiempo para obtener nuestra respuesta, pero la respuesta inmediata de Irán fue que depende del Líder Supremo», el ayatolá Ali Khamenei.

Entretanto, en la República Islámica, la televisión estatal se regocijaba mostrando imágenes del general Amir Ali Hajizadeh, comandante de la división aeroespacial de la Guardia Revolucionaria de Irán, mientras examinaba los restos recuperados del avión espía no tripulado estadounidense derribado y desplegado en Teherán.

Un sucesor de los famosos U2 de la guerra fría

El aparato derribado por los iraníes es un RQ-4 Global Hawk, fabricado por Northrop Grumman Corp, a un costo de  alrededor de 130 millones de dólares, utilizado para reunir imágenes de alta resolución casi en tiempo real, en todo tipo de clima y durante el día y la noche.

Se considera uno de los aviones no tripulados más sofisticados del ejército estadounidense y está diseñado para volar a grandes alturas de hasta 18 Kilómetros (km), muy por encima de los aviones comerciales de pasajeros, que normalmente vuelan en altitudes de entre nueve y 11 km.

El derribo del avión teledirigido es el último de una serie de incidentes en la región del Golfo, como parte de una situación de crisis desencadenada por el presidente Trump, cuando el año pasado decidió romper el acuerdo nuclear firmado con Irán en 2015, a cambio de la suspensión de sanciones económicas impuestas por su presunta intención de desarrollar una bomba atómica. El pacto firmado por Washington junto a los otros cuatro integrantes del Consejo de Seguridad (Francia, Inglaterra, Rusia y China) más Alemania, fue exaltado como una victoria de la diplomacia y el derecho internacional.

El impredecible mandatario norteamericano optó por reimplantar sanciones mucho más severas, a fin de promover un cambio de orientación en el gobierno iraní, al que comenzó a acusar de promover el terrorismo y la subversión en la región. Al propio tiempo, lo instó a firmar un nuevo acuerdo, con cláusulas restrictivas de su derecho a construir otros tipos de armas convencionales, imprescindibles para su defensa.

El conflicto subió de temperatura cuando la semana anterior un par de petroleros sufrieron explosiones cerca del Estrecho de Ormuz. Estados Unidos culpó enseguida a Teherán, pero sin pruebas que sostuvieran la acusación.

Irán negó cualquier responsabilidad. No tendría ningún sentido que Teherán emprendiera un acto de ese tipo que le ofrecería en bandeja a Washington el pretexto para una agresión.

El secretario de Estado Mike Pompeo afirmó que la culpabilidad de Irán en el asunto era «inconfundible» e instó al mundo a «unirse contra esta amenaza de la República Islámica».

Sin embargo, sus palabras cayeron en oídos sordos. Hasta los principales aliados occidentales de Estados Unidos recelan de la política de «máxima presión» de Trump, quien por esa vía intenta extorsionar —como un mafioso común— a gobiernos tan sólidos como el de Irán.

La respuesta internacional fue de un frío escepticismo, salvo un puñado de países acólitos de Washington. En la región, solo el príncipe heredero de la Arabia Saudita, Mohammed bin Salman se hizo eco de la retórica de Trump y Pompeo, pero insistió en que su reino «no quiere una guerra en la región».

El ministro alemán de Relaciones Exteriores, Heiko Maas, consideró insuficientes las pruebas presentadas por Pompeo.

A su vez, el propietario japonés de uno de los petroleros golpeados en los ataques afirmó que, según su tripulación, el barco fue alcanzado por un «objeto volador», no una mina, como afirma la administración Trump.

En tanto, una fuente cercana al primer ministro japonés, Shinzo Abe, quien se encontraba en Teherán cuando los petroleros fueron atacados, consideró que los elementos presentados como evidencia no equivalían a una «prueba definitiva» de que Irán era el autor.

Según un análisis del diario The Washington Post, publicado a principios de semana, las naciones europeas tienen muy poca estima por la credibilidad del Gobierno de Trump y de hecho lo consideran responsable de la actual crisis con Irán, la cual se empeñan en resolver para su propio bien, bajo un fuerte impulso de Alemania, Francia e Inglaterra, aliadas a China y Rusia en la preservación del acuerdo nuclear de 2015.

Trump parece más solo que nunca antes en su confrontación con la República Islámica, que sin alardes, pero con firmeza ha marcado con sus fronteras —incluidas las aguas territoriales— la línea roja que jamás permitirá sea violada. Y ya demostró que cuenta con los medios para hacerlas respetar.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.