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¿Principio y fin de una guerra?

El mercado internacional pudiera respirar un poco más tranquilo con la tregua pactada entre Washington y Beijing, tras el encuentro en Japón de Donald Trump y Xi Jinping

Autor:

Marylín Luis Grillo

La tregua ha sido pactada. En la contienda —donde cayeron millones de dólares y se mantuvo en vilo a economistas y economías de todo el mundo—, ambas partes decidieron retomar conversaciones, pues las consecuencias de proseguir la disputa serían catastróficas.

De la más reciente Cumbre del G-20, celebrada el pasado fin de semana en Osaka, Japón, trascendió —incluso antes de que se celebrara— el encuentro entre los presidentes de China y Estados Unidos. Xi Jinping y Donald Trump dialogaron sobre ponerle un alto a la escala de tensiones comerciales que desde hace más de un año aparecen en forma de ataque y contrataque con efectos globales.

La actual tregua consiste básicamente en tres elementos clave: Trump prometió no implementar los nuevos impuestos arancelarios a los productos chinos y relajar las restricciones a Huawei Technologies, en tanto Beijing acordó realizar nuevas compras de productos agrícolas de Estados Unidos.

Con tales intenciones expresadas, concluye otro capítulo del actual enfrentamiento, que llevó en esta nueva campaña el sello de la lucha tecnológica y la batalla por la conexión 5G.

Quedan postergados, «al menos por el momento», según palabras del Jefe de la Casa Blanca, los gravámenes de entre el diez y el 25 por ciento a importaciones chinas valoradas en unos 325 000 millones de dólares.

Sin embargo, y como nada se ha dicho sobre ellos, se mantendrán los ya existentes, que representan alrededor de 250 000 millones de dólares americanos, algo menos de la mitad de todo lo que EE. UU. le compra a China cada año.

También se mantiene el contragolpe asiático: los aranceles de Beijing a productos estadounidenses cifrados en unos 110 000 millones.

Pero lo cierto es que, aunque queden todavía millonarias multas arancelarias, el mercado internacional puede respirar un poco más tranquilo con la tregua pactada; y para las empresas y el mercado estadounidense es una muy buena noticia a corto plazo.

Cita CNN que, de haberse concretado los últimos cotos arancelarios, estos habrían obligado a los consumidores estadounidenses a pagar unos 12 000 millones adicionales por el incremento de los precios, lo cual no se ajusta realmente a la teoría económica de Trump de «arreglar» la cuestión del déficit comercial estadounidense a golpe de impuestos a sus socios comerciales.

China también busca relajar tensiones, destacan medios de prensa, dado que la guerra comercial ha impactado en los planes de inversión, en la confianza de los empresarios y en las exportaciones de la segunda economía más grande del mundo.

Quizá es por ello que se ha comprometido a la compra de los productos made in USA, en especial agrícolas, cuyo sector productivo ha sido de los más afectados.

Las exportaciones de soja estadounidense a China, un mercado del cual los productores se han tornado dependientes, cayeron un 75 por ciento el año pasado en medio de los embates económicos a uno y otro lado, y solo registró ganancias de 3 100 millones de dólares.

Trump lanzó en 2018 un paquete de ayuda a los productores por 12 000 millones, y en mayo puso en marcha otro por 16 000 millones. No obstante, el descontento está creciendo justamente cuando el Presidente busca su reelección el próximo año.

La larga disputa con China ya parece ser más que un dolor de cabeza, y con la campaña por el segundo mandato cada vez más cerca, el sector agrícola y los estados tradicionalmente votantes republicanos han comenzado a sentir los efectos, lo cual podría registrarse en sus votos. Esas son cuentas que no deben escapárseles al equipo de campaña de Trump.

Xi Jinping, en tanto, expresó con claridad lo que la situación demanda. «La cooperación es algo que interesa tanto a China como a EE. UU., mientras que la confrontación nos perjudica a los dos».

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