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Estudiantes entre la deuda y la subsistencia

La educación en Estados Unidos somete a los universitarios a préstamos bancarios imposibles de pagar, en una sociedad cada vez más necesitada de titulados

Autor:

Nersys Carrera

«El hombre negro más rico de Estados Unidos paga deuda a recién graduados», era el titular de prensa que desde mayo pasado incentivó el debate acerca de la crisis por deudas estudiantiles que atraviesa esa nación.

Hasta el Congreso llegó la discusión para buscar posibles soluciones, en tanto se incrementa a casi 1,6 billones de dólares la cifra que deben los universitarios y graduados del país.

Robert F. Smith es el mecenas generoso. Su anuncio lo hizo durante el discurso de graduación en Morehouse College, universidad privada, creada en 1867, originariamente para afroamericanos: pagaría la deuda estudiantil para todos los egresados de ese año.

Tras esta buena nueva los asistentes —alumnos y familiares— no podían siquiera comprender el suceso, pues tal regalo suponía la liberación de muchos de los padres, quienes, de lo contrario, tendrían que pagar su compromiso financiero, durante 20 años o más.

¿Por qué es una crisis la deuda estudiantil en Estados Unidos?

Probablemente la primera respuesta sería «porque las universidades son muy caras». De acuerdo con reportes la explicación de este fenómeno se debe a que el sistema universitario estadounidense se sostiene sobre colleges privados, donde el prestigio y nombre de la institución también cuesta, y les va a «garantizar» los mejores empleos.

Por tal motivo, acceder a ellos implica un importante gasto económico por parte de los padres y de los propios estudiantes, pero también una inversión.

En Harvard, por ejemplo, la matrícula puede costar entre 40 000 y 60 000 dólares al año, en dependencia de la carrera. Si su familia no es millonaria o de muy altos ingresos económicos, se tiene que pedir prestado. Ya cayó en la trampa.

En este sentido, un artículo de la BBC afirmaba que cerca del 70 por ciento de los estudiantes en EE. UU. recurren a préstamos para pagarse la universidad.

Según Natalia Abrams, directora de Student Debt Crisis, en entrevista para BBC Brasil, el 20 por ciento de los estadounidenses arrastran deudas relacionadas con su educación por más de 50 años. Además, refirió que los más afectados no son los que deben la deuda, sino los que no finalizan la Universidad y aun así deben reponer a los prestamistas el dinero acordado. Y no hemos hablado de los intereses de la deuda que la convierten en una suma multiplicada y cada vez más  difícil de devolver.

De acuerdo con un artículo publicado en el portal estadounidense Equal Times, la mayor causa de la crisis de la deuda estudiantil se debe a que el Estado está destinando menos dinero a la calidad de la educación pública en comparación con años precedentes.

Consecuencias de las deudas

Aunque es cierto que subsanar el pago puede durar años, no es el único inconveniente que afecta a la población estadounidense.

La ONG Student Debt Crisis, que intenta reformar el sistema de financiación estudiantil en Estados Unidos, recopiló varios testimonios de exalumnos con deudas de alrededor de los seis dígitos.

Entre los análisis se constató el caso de una abogada en California, licenciada y desempleada, con una deuda cercana a los 400 000 dólares, quien explicó sentirse «ansiosa y deprimida» ante la perspectiva de no lograr jamás pagar el gravamen.

Por otra parte, una exestudiante de Montana indicó que, debido a los intereses, el préstamo de 30 000 dólares que tomó para acabar la facultad en 1993 hoy rebasa los 300 000, aunque jamás dejó de entregar los pagos correspondientes. Sencillamente amortiguaba los intereses.

Un estudio del sicólogo clínico Jill M. Norvilitis reveló que en los estudiantes analizados, el indicador de estrés e incremento de la deuda eran proporcionales, pues a mayor débito, aumentaba el nivel de tensión.

Por tal motivo, los resultados enfatizaron en la necesidad de una educación financiera integral entre los estudiantes universitarios.

Sin embargo, hay quienes no padecen de dolores de cabeza por estas circunstancias. Según The New York Times, que valoró la situación en una de las más prestigiosas casas de altos estudios, la Universidad de Stanford, dos de cada tres de sus estudiantes provienen del 20 por ciento de los hogares estadounidenses con mayores ingresos.

Posibles soluciones

Para Natalia Abrams, el Gobierno federal, responsable de la mayor parte del crédito estudiantil, no debería cobrar intereses sobre los préstamos, pues esta situación sepulta a los estadounidenses en una deuda eterna.

En lugar de esto, Abrams pide que se amplíen los programas de perdón de deudas, y que todos los estadounidenses puedan cursar los dos primeros años de facultad de forma gratuita en universidades públicas.

Senadores demócratas presentaron un proyecto de ley en 2017 que permitiría a los prestatarios privados cancelar sus préstamos en procedimientos de bancarrota, algo que actualmente no es posible.

La senadora demócrata Elizabeth Warren, sugirió ahora cancelar 50 000 dólares en deudas estudiantiles para todo el que tenga una renta anual inferior a 100 000 dólares, lo que según su equipo de campaña beneficiaría a 42 millones de estadounidenses, señaló CNN.

Por su parte, el senador Bernie Sanders, quien también aspira a la candidatura demócrata para las presidenciales de 2020, en conferencia de prensa, reveló su plan de eliminar totalmente la exorbitante deuda de 1,6 billones de dólares, haciendo públicas y gratuitas las universidades y colleges de EE. UU., lo cual no es aceptado por otros aspirantes demócratas.

Mientras en la mesa el debate se acrecienta, la realidad que impera es que millones de universitarios luchan cada año por saldar deudas derivadas de préstamos bancarios, para poder así concluir sus carreras.

Hablar de derechos humanos no parece ser el interés a lo interno, pues Estados Unidos se autoproclama como ejemplo en el respeto a estos derechos, tanto, que son sus propios hijos los que deben cargar con la penosa experiencia de empleos para sostener su educación, deudas ascendentes y, por supuesto, una formación pagada que limita el acceso de todos a uno de los más importantes derechos: la educación.

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