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El futuro de Bolivia, en las urnas

Las elecciones que tendrán lugar en una semana definirán si la nación sigue o no por la senda del desarrollo económico y la equidad social

Autor:

Marina Menéndez Quintero

SI lo alcanzado por Bolivia con el Movimiento al Socialismo (MAS) y Evo Morales fuera lo único en la mente de la ciudadanía al acudir a las urnas, el primer presidente indígena tendría asegurados cinco años más en el Palacio de Quemado después que los centros de votación cierren las puertas, el próximo domingo.

Pero los vientos hegemónicos que soplan afuera, los intereses de clase de una derecha local que, pese a todo, no ha sido afectada por la más justa distribución de la riqueza en Bolivia, y la posible luz corta de sectores cercanos a lo popular pero penetrados por el demagógico discurso de los de arriba, intentan minimizar la obra iniciada hace 13 años, y que ha conseguido mucho más para el país —no digo ya para las personas— que todos los Gobiernos anteriores desde que Bolivia se hizo república.

Ello podría explicar lo que dicen varios sondeos que muestran a Evo delante, pero sin tener todavía en la mano los 40 puntos porcentuales indispensables para evitar la segunda vuelta, además del diez por ciento de diferencia —que ya tiene asegurado, según los mismos estudios de opinión— sobre su más cercano seguidor entre los otros postulantes, puesto donde aparece el expresidente Carlos Mesa.

No son aspiraciones personales las que animan el deseo reeleccionista del Movimiento al Socialismo (MAS) y su reiterada candidatura de Evo, contra la que ha bregado esa derecha que mediante la manipulación frustró el Sí en el referendo constitucional de febrero de 2016, e insiste en cuestionar ahora que Morales se postule, a pesar del dictamen del Tribunal Constitucional que, atendiendo a la demandas de movimientos sociales bolivianos y del MAS, aprobó que el Presidente se presentara a estos comicios, certificando lo que no contemplaba la Carta Magna.

No está el ansia de poder en la demostrada vocación de servicio de Evo al pueblo ni en su anunciada y cumplida concepción de gobernar escuchándolo; tampoco, en su humildad como hijo genuino y respetuoso de la Pacha Mama.

La postulación del otrora dirigente cocalero por las bases populares que le apoyan, pretende que no se detenga el proyecto emprendido con lo que él llamó, en su momento, la refundación, para lo cual fue preciso elaborar y votar una nueva Carta Magna contra las mareas que levantaron la oposición derechista, y la burguesía blanca: la camba latifundista.

Lo que se quiere es asegurar la continuidad de las políticas que han devuelto a los bolivianos el disfrute de las ganancias por sus recursos naturales, y restauraron la dignidad a los ciudadanos indígenas, que representan el 62 por ciento de la población.

Un prestigioso intelectual y luchador social boliviano, Hugo Moldiz, comentaba hace algunos días a Telesur que una parte de la sociedad ya ve como «normal» lo que posee, algo que, en la percepción social —así, al menos, puede interpretarse— restaría importancia al papel que Evo y el MAS han tenido en la consecución de la nueva nación, y lo que es más peligroso: desconocer la certeza de que esas condiciones se pierden si hay un giro a la derecha.

Allí no debiera recordarse el valor de esa gestión para agradecerla, sino para proseguirla.

Sin la nacionalización de los recursos naturales y la revisión de los contratos por la explotación de los hidrocarburos, que invirtieron el esquema de ganancias de las transnacionales que se lo llevaban todo para dejarle las entradas más gruesas al Estado, ese país no habría pasado de ser el más pobre del hemisferio —pobre desde el punto de vista social, porque siempre fue un país millonario en recursos naturales— al más próspero.

Esa justa retribución lograda con la llamada nacionalización de los hidrocarburos, primerísima medida adoptada por Evo luego de llegar al poder en 2006, ha reportado la entrada al país de más de 37 484 millones de dólares que no solo restauraron las enflaquecidas y casi inexistentes reservas en una nación depredada por sucesivos Gobiernos de turno, sino que nutrieron los programas sociales mediante la promulgación de denominados bonos para sectores poblacionales como los ancianos y los niños.

La justa explotación de los recursos naturales no se ha quedado en el gas y ahora avanza hacia la industrialización de un mineral que empieza a explotarse en el país, y algunos denominan «oro blanco» por la trascendencia que tendrá en el futuro cercano para el mundo: el litio. Es otro empeño loable que, sin embargo, también quiere ser satanizado por la derecha.

Los saldos de esa gestión económica inteligente y nacionalista, siguen destacándose en el hemisferio. Según los pronósticos de la Cepal, Bolivia será uno de los países de América Latina y el Caribe que más crezca al finalizar este año con más de un cuatro por ciento de PIB, en tanto otras naciones decrecen.

Pero puede que el éxito reiterado no sea desconocido por tantos bolivianos, como auguran esos sondeos según los cuales, habrá segunda vuelta.    

El vicepresidente y nuevamente compañero de fórmula de Evo, Álvaro García Linera, ha dicho que hay que mirar con cautela los estudios de opinión.

Un análisis realizado a inicios de mes por el Celag (Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica) ubicaba a Evo Morales muy cerca del límite inferior de 40 por ciento con 38,8 puntos porcentuales —las otras encuestas le adjudican 36— y afirmaba que un 67 por ciento de los interrogados dio una opinión de respaldo a su gestión.

Según ese análisis, los votos del próximo domingo a favor del MAS podrían evitar el balotaje, posibilidad ante la cual, llegada esa otra votación que sería en diciembre, existen pronósticos a favor de la derecha.

No es gratuito entonces que diez días antes de las elecciones se reporten en Bolivia los conflictos sectoriales que han perseguido en los últimos años la labor de Evo y que su ejecutivo ha sabido resolver uno a uno, con oídos dirigidos hacia la gente, y con paciencia.

Asoma en estas puntuales manifestaciones de descontento, la mano peluda de quienes atizan la oposición al MAS.

La ministra de Salud, Gabriela Montaño, reveló el jueves haber recibido denuncias de médicos de las localidades de Santa Cruz y Potosí, quienes dijeron haber sido obligados a acatar un paro de actividades y sumarse a un ayuno «voluntario» bajo amenaza de ser sancionados.

En Santa Cruz, cuya prefectura fue cabeza de la Media Luna separatista que intentó desestabilizar y fragmentar a Bolivia en 2008, se dice que la opositora Comunidad Ciudadana, de Carlos Mesa, ganaría la mayor cantidad de votos, así como en los estados de Beni, Tarija y Chuquisaca, que también fueron separatistas.

Fragmentada oposición

Entre otros ocho contendientes a Evo —abanico que exhibe una oposición atomizada— emerge Carlos Mesa, quien ya ejerció el poder como mandatario sustituto —era el vicepresidente— luego de la abrupta salida de la presidencia de Gonzalo Sánchez de Lozada, «Goni», tras actos represivos convertidos en masacre contra el pueblo, en el año 2003.

Ahora Mesa ha hecho uso de sus facultades como comunicador para dar a conocer su programa de campaña, que tituló Soluciones y, según él, apunta a transformar la idea de desarrollo: una apuesta que  manipula al centrarse en lo que identifica como desarrollo ético para prometer «democracia», cambios en la justicia, en la policía… U otras metas loables como el desarrollo sostenible pero sin nada de sustento, y realmente sin llegar al «techo» del inmenso avance hacia el real desarrollo económico y social que ha vivido Bolivia en los 13 años recientes.

Supuestamente, la intención de voto a favor de Mesa anda diez puntos porcentuales por debajo de la dupla del MAS, según los llevados y traídos sondeos.

Luego de las altisonantes pero pocas sustanciosas propuestas de Mesa, resulta relevante en el panorama electoral boliviano la irrupción de un boliviano de origen coreano, Chi Yung Chung, del Partido Demócrata Cristiano, quien «no compite» pues tiene apenas un tres por ciento de las intenciones de voto, pero quien ha llamado la atención por la rápida forma en que los obtuvo desde su presentación hace apenas un mes —otros aspirantes no llegan al punto porcentual— y por propuestas que asustan, como la de ofrecer tratamiento siquiátrico a las personas de la comunidad LGTBI, u otras quizá aplaudibles, como eliminar la que analistas denominan «televisión basura».

Aunque ello no defina, llama la atención que el estrecho caudal de simpatías de Chi se haya despertado con el impulso de la comunidad evangélica, que jugó un papel no despreciable en la votación a favor de Jair Bolsonaro en Brasil, y con la cual, sospechosamente —y dicho sea de paso—  estrecha lazos Mauricio Macri en Argentina, a poco de que ese país concurra también a las urnas...

Así, será Carlos Mesa el único que realmente busque votos frente a Evo, mientras los seguidores del MAS se preparan también para otro reto: mantener los dos tercios de asientos en cada una de las dos cámaras del Parlamento de Bolivia, cuyos curules también se renuevan el domingo 20 de octubre.

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