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¿Encontrarán una respuesta común a la COVID-19 los líderes del G-20 virtual?

Reunión inédita de los poderosos en la que gastaran mucho menos dinero y tendrán más tiempo para buscar soluciones, si esa es la verdadera voluntad

Autor:

Juana Carrasco Martín

La pandemia de la COVID-19 ha llevado al G-20 a encontrarse online. La propuesta del primer ministro indio, Narendra Modi, fue aceptada de inmediato, y ninguno de los jefes de Estado o Gobierno puede enarbolar una justificación para ausentarse, aunque esperan verse en noviembre en la cumbre de Arabia Saudita.

Cuando el SARS-CoV2 se extiende por más de 170 países —el reporte de casos ascendía a 510 100, mientras que ya son más de 22 900 los personas fallecidas hasta este 26 de marzo del 2020, números que siguen creciendo de manera exponencial—, la población mundial teme que más que el enfrentamiento desde el campo de la salud a la grave pandemia, se centren en la estrepitosa caída de los mercados, las fallas ya evidentes en las cadenas de suministros de productos —muchos no necesariamente indispensables pero vinculados al consumismo—, y la recesión económica mundial que ya toca puertas. Temas sin duda importantes, pero lo primero es lo primero: el nuevo coronavirus.

La videoconferencia comenzó este jueves, pero no tenía fecha de culminación, aunque se conocía que habría un comunicado final con los acuerdos —o desacuerdos… Mientras, entre los comunes y simples habitantes del planeta, quienes son creyentes rezaban de muy diversas maneras y los que no, tenían ocupados sus pensamientos con los deseos de buenos augurios y un accionar común para enfrentar con efectividad a la pandemia.

En esta ocasión, apuntaban algunos analistas, no hubo protestas antiglobalistas, los policías no estaban dedicados a reprimirlas sino más bien se ocupaban de garantizar el cumplimientos de normas y medidas para impedir las propagación del nuevo coronavirus en las calles de sus capitales o principales ciudades; y los hoteles no lograban  llenar sus habitaciones, porque no han llegado a ningún punto del planeta los jefes de Estado y sus sequitos, como tampoco llegan los turistas porque buena parte de las fronteras están cerradas en el aislamiento casi mundial.

El encuentro se inició con las palabras, vía las pantallas digitales, del rey saudí Salman bin Abdelaziz, como presidente pro-tempore del G-20, quien llamó a la responsabilidad y a la financiación de la investigación y desarrollo de una vacuna contra el virus, el aseguramiento de la disponibilidad de provisiones y también equipos médicos vitales.

En su mensaje a los mandatarios de los países más industrializados del mundo que integran el G-20, el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, les advirtió que «estamos en guerra con un virus y no estamos ganando» a pesar de los cierres de fronteras, las cuarentenas obligatorias de más de una cuarta parte de la población mundial, la clausura de eventos de todo tipo y de industrias y negocios.

Guterres, cumpliendo su papel de líder mundial, no fue remiso en las alertas a los poderosos sobre el crecimiento exponencial del virus, del cual solo se ve por ahora «apenas la punta del tempano»: «Le tomó al mundo tres meses para alcanzar los 100 000 casos confirmados de infecciones. Los siguientes 100 000 sucedieron en tan solo 12 días. El tercero, cuatro días. El cuarto, apenas un día y medio», dijo.

Habló de combinar los exámenes sistemáticos, el rastreo, la cuarentena y el tratamiento, además de coordinar una estrategia para suprimir el virus hasta tanto se cuente con una vacuna.

Ante la perentoria necesidad de mancomunar esfuerzos —aunque algunos no hacen nada para lograr esa unidad, como es el caso de Estados Unidos, hacia el cual hay alertas de que podría ser pronto el foco de la mortal pandemia—, el G-20 prometió  trabajar de conjunto y acordaron inyectar colectivamente más de 4,8 billones de dólares en la economía global para paliar el impacto económico y social de la enfermedad.

Las promesas no faltaron en el comunicado final, como la muy importante —si se comenzara a cumplir de inmediato— de reforzar el mandato de la Organización Mundial de la Salud, que ha llamado a la acción global, a la solidaridad y a la cooperación  internacional.

El comunicado del G-20 reconoció que «el virus no respeta fronteras» y la pandemia les ha recordado la «interconexión y vulnerabilidades» comunes.

Puede que se concrete un acuerdo mundial para que se frene la especulación y acaparamiento de equipo médico y medicamentos, y con ello garantizar que todos los países puedan tener acceso a estos insumos, se conocía por el canciller mexicano.

Cual fue el debate, como se llegó al acuerdo, quizás se sepa algo cuando los Jefes de Estado o sus asesores más cercanos filtren información, porque en esa videoconferencia no hubo prensa, apenas se conocen algunas imágenes en las cuentas personales o institucionales de los participantes, que además de quienes ya hemos mencionado (el rey saudita, el primer ministro indio y Guterres), incluyó al japonés Shinzo Abe, el canadiense Justin Trudeau y al estadounidense Donald Trump.

También participaron la canciller alemana Angela Merkel, desde su cuarentena; el presidente chino Xi Jinping, cuya valiosa experiencia en el enfrentamiento al SARS-CoV2 debiera estudiarse y seguirse a fondo; el presidente ruso Vladimir Putin, comprometido igual que el líder chino en la cooperación solidaria con otras naciones; y el presidente mexicano, Manuel López Obrador.

En la teleconferencia estuvieron los líderes de España, Jordania, Singapur y Suiza, además del australiano Scott Morrison, el británico Boris Johnson y los líderes de Francia e Italia, la nación europea más comprometida con la expansión del nuevo coronavirus.

Se contó —además de los integrantes del G-20— con el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, con los jefes de la Organización Mundial de la Salud, del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y Organización Internacional del Trabajo, la Unión Africana, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático y el Consejo de Cooperación del Golfo.

Pero de seguro hubo obstáculos nada sorprendentes, si se tiene en cuenta que Trump se empeña en culpar a China y sigue llamando «el virus de Wuhan» al SARS-CoV-2 y a la COVID-19, lastimosa posición cuando Estados Unidos cuenta ya con 68 440 casos y 994 muertes reportados en sus 50 estados, el Distrito de Columbia (Washington la capital), Puerto Rico, Guam y las Islas Vírgenes estadounidenses.

Es más, las autoridades de salud de ese país están profundamente preocupadas porque el brote de coronavirus que ha desbordado los hospitales de la ciudad de Nueva York en los últimos días es sólo el primero en una ola de brotes locales que probablemente atacará ciudades de todo el país en las próximas semanas.

Las alarmas no dejan de sonar… El mundo no quiere que sigan doblando las campanas.

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