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Unidad Popular, una historia que todavía tiene mucho que enseñarnos

Mensaje del Presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, para el Acto Internacional de homenaje al cincuentenario de la Unidad Popular de Chile

Autor:

Juventud Rebelde

QUERIDA Mónica Valente, queridos compañeros, hermanos del Foro de Sao Paulo:

 

Entusiasma y emociona que en este año plagado de desafíos de sobrevivencia para todos, las fuerzas de izquierda de América Latina honren nuestra común historia de luchas, al decidir celebrar los 50 años de la Unidad Popular.

La Unidad Popular, la mítica Unidad Popular chilena, no solo llevó al poder al socialista Salvador Allende, abriendo un camino de esperanzas para la primera construcción socialista por la vía electoral.

Lo hicieron de un modo tan creativo, entusiasta y realmente popular, que aún podemos sentir la alegría de sus cantos en medio de la profunda lucha de toda la sociedad por transformarse, transformando todo.

Aquel fue un proceso tan apasionante y contagioso, que sus poderosos adversarios externos, en triste alianza con los internos, lo acribillaron a balazos cuando apenas era una promesa de tres años de gobierno.

En los pocos más de mil días que duró en el poder, la Unidad Popular alcanzó a transformar radicalmente a ese país, al reivindicar aspiraciones históricas del pueblo chileno como la nacionalización del cobre, la expropiación de grandes latifundios y la expansión de la educación y la salud entre todos.

En síntesis, se atrevió a tocar los intereses del gran capital nacional y transnacional con el único fin de ponerlo en manos de sus legítimos dueños y darle al pueblo derechos que hasta entonces se le habían escamoteado.

Como la Reforma Agraria de Arbenz y la de la Revolución Cubana, como nuestras nacionalizaciones y nuestras decisiones soberanas, las conquistas de la izquierda chilena fueron puestas bajo asedio y su economía bloqueada. Una guerra mediática sin precedentes se desató contra la experiencia y el imperio dirigió las operaciones para el derrocamiento en su peor estilo.

Chile entró en la oscura noche del fascismo, que extendió sus garras por el Cono Sur, al amparo de la Operación Cóndor, o sea, la transnacional del terror. Los militares golpistas importaron escuelas y métodos yanquis para cumplir el mandato del Norte. El neoliberalismo comenzó a imponerse como la fórmula mágica del desarrollo. Pero ninguna mentira dura demasiado tiempo. El modelo chileno de los Chicago Boys, vendido como exitoso, ha terminado siendo tan despreciado por su pueblo como la gestión golpista de Augusto Pinochet. Y el proceso revolucionario de los años 70 quedó en la historia latinoamericana con sus dolorosas pero insoslayables lecciones para futuros procesos revolucionarios en nuestra región. Ningún luchador social, ningún político de izquierda, podría enfrentar sus batallas hoy soslayando aquel proceso.

Los métodos de construcción de la unidad de fuerzas diversas resultan tan aleccionadores como los que implantarían sus enemigos para aplastarlo, desde la guerra mediática al fascismo corriente.

Es un deber y una oportunidad detenernos, aunque sea por unos minutos y a distancia, en lo que significó aquel gobierno, lo que significó la Unidad Popular, lo que significó la articulación de las fuerzas de izquierda en torno a un ideal socialista y por qué vías y métodos logró el imperialismo quebrarla, imponiendo a sangre y fuego un modelo económico que excluye a las mayorías y las reprime incluso en sus llamados períodos democráticos.

A 50 años del triunfo histórico de la Unidad Popular, y también en memoria y honor de la ejemplar resistencia al golpe fascista contra Salvador Allende en 1973, quiero compartir con ustedes una experiencia personal muy vinculada con el acontecimiento que hoy conmemoramos.

En enero de 2013, acompañando al General de Ejército Raúl Castro Ruz, a la 1ra. Cumbre de la Celac, que tuvo lugar en Santiago de Chile, visitamos el Palacio de la Moneda, donde cayó heroicamente Salvador Allende, figura central de la Unidad Popular que hoy celebramos. Justamente allí, la delegación recibió una llamada desde Cuba. Era el Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, quien al saber donde estábamos, nos dijo: «Ahí hay un espíritu, encuéntrenlo».

Aquella invitación, viniendo de un marxista como Fidel Castro, carecía totalmente de misticismo. Estaba, sin dudas, convocándonos a repasar una historia que todavía tiene mucho que enseñarnos. Que este medio siglo de la Unidad Popular sirva de acicate para encontrarla.

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