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El abismo entre inmoralidad y coraje

En Twitter, el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla escribió: «Gobierno de Biden mantiene a Cuba en la lista de países que no cooperan en la lucha contra el terrorismo. Sorprende e irrita la calumnia y que aplique la política de Trump y sus 243 medidas de bloqueo»

 

Autor:

Juana Carrasco Martín

Por definición, la inmoralidad supone actuar u observar conductas que atenten contra los valores y creencias de la sociedad, y cuando se dan ejemplos de actos inmorales se mencionan mentir, robar, engañar, estafar, traicionar, ser desleal, etcétera.

Cuando menos, la inmoralidad irrita. Y, no es solo el Gobierno cubano —como decía una agencia noticiosa— el que se mostró «irritado», también lo está el pueblo de esta nación soberana, y mucho, y deben estarlo los estadounidenses que en algún momento creyeron que su presidente Joe Biden daría reverso a las políticas absurdas, irresponsables y vergonzosas impuestas de manera revanchista contra Cuba, por su antecesor Donald Trump.

El Departamento de Estado, que ahora dirige Antony Blinken, hizo suyo lo que Mike Pompeo consideró en mayo de 2020 un regalo a los mastines anticubanos de Miami, al mantener a Cuba a la lista de los países que no colaboran con la supuesta lucha de Washington contra el terrorismo. Entonces, el jefe de la diplomacia imperial trumpista no paró mientes y lo convirtió en enero de este año 2021—y como último agravio hacia la isla-archipiélago—, en lo que presumió «tiro de gracia», como justificación para una política de bloqueo total que le ha fallado a Estados Unidos durante más de 60 años: tildar a Cuba de país patrocinador del terrorismo.

Ahora, la administración Biden se monta en ese carro de la ignominia, de las mentiras y del engaño, de la estafa a la opinión pública estadounidense y mundial, y de manera deshonrosa se une a la hipocresía, en un intento de ejercer presión sobre un pueblo que está dando ejemplo de resistencia en medio del feroz bloqueo y los dolores personales, a la salud y a la economía, que causa una pandemia mundial.

En Twitter, el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla escribió: «Gobierno de Biden mantiene a Cuba en la lista de países que no cooperan en la lucha contra el terrorismo. Sorprende e irrita la calumnia y que aplique la política de Trump y sus 243 medidas de bloqueo».

En las actuales circunstancias, nos vienen las preguntas:

¿Participa ya el Departamento de Estado de Blinken en el juego amañado de la intransigencia que, desde la Florida, arremeten con planes de subversión y sucia propaganda contra Cuba?

¿Es una desesperada acción para tratar de impedir que la comunidad internacional —de manera abrumadora, digna, honesta y justiciera— vuelva a rechazar
el bloqueo económico, comercial y financiero cuando la Asamblea General de la ONU  juzgue y condene esa política de Washington, el próximo junio?

¿O acaso también enarbolará el gobierno del actual mandatario «el cambio de régimen» como objetivo final para la sórdida medida que acaba de abrazar como suya?

¿A dónde llega el cinismo de la Casa Blanca al mantener a Cuba en su fraudulento registro de países que no cooperan en la lucha contra el terrorismo, cuando el terrorismo contra Cuba ha tenido base en Estados Unidos, se inició desde los primeros momentos del triunfo de la Revolución, sus ejecutores fueron organizados, entrenados y pagados por la CIA, y han dejado una estela de 3 478 fallecidos y 2 099 incapacitados, hasta mayo de 1999, como recoge la Demanda del pueblo de Cuba al Gobierno de Estados Unidos por daños humanos?

La guerra desatada por Estados Unidos contra la Revolución Cubana, concebida como política de Estado, no se ha detenido y Washington continúa siendo cómplice de crímenes como el atentado cometido el 30 de abril del 2020, al amparo de la madrugada, por el ciudadano de origen cubano Alexander Alazo Baró, quien disparó 32 veces con su fusil semiautomático contra la Embajada cubana, poniendo en peligro las vidas de diez funcionarios que se encontraban en el edificio situado a pocas cuadras de la Casa Blanca, e «hiriendo» al erguido José Martí que custodia, honra y dignifica nuestra sede diplomática.

El Departamento de Estado que ahora ratifica su tramposa lista guarda silencio sobre ese atentado de hace solo un año. Dicen que el que calla otorga…

Para «limpiarse» de su propia mugre, la administración Biden intenta confundir a «ingenuos» asegurando que cambiar la política hacia Cuba no es prioridad en su agenda, pero la decisión de este 25 de mayo apunta a que también apuesta a aprovechar una crisis cierta que atenaza a nuestra pequeña nación.

Es la desvergüenza cómplice. Pero olvida lo que 12 de sus predecesores comprobaron —aunque no todos reconocieron—, que inversamente proporcional a nuestro tamaño geográfico es el volumen del coraje de Cuba y su gente.

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