Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La regla de oro de la moral

Autor:

Juventud Rebelde

«Ser bueno es el único modo de ser dichoso».José Martí

En Cuba el tema de la ética ha estado siempre vinculado a la práctica social, como una reflexión inmediata de los actos cotidianos de los hombres.

De este modo cabe que más allá de disquisiciones filosóficas siempre válidas y deleitosas para quienes se ocupan científicamente de las ideas, ética y moral no son tan fáciles de separar por nuestros compatriotas. Por ello he escuchado y participado en intrincadas y muchas veces acaloradas discusiones sobre si es correcto o no decir una o la otra en determinadas circunstancias.

Lo cierto es que cuando vamos al meollo del asunto, encontramos que a todos nos preocupa el tema en un sentido u otro. Sin embargo, lo más recurrente es la manera en que nos hemos especializado en analizar la moral y la ética desde un punto de vista que nos excluye. Es decir, desde la acera del frente.

La vieja parábola bíblica de la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio, cobra fuerza inusitada en la cotidianidad. Así, es frecuente escuchar a un mal y descuidado panadero quejarse del mal trato recibido en el hospital o en la guagua, a un galeno de lo malo que hacen el pan, y al chofer de la guagua de ambas cosas. De estos dimes y diretes podríamos llenar muchas cuartillas, pero todos hemos sido testigos de las acusaciones que lanzan los trabajadores de un sector contra los de otro y viceversa. De manera que podemos armar una noria infinita de quejas y reclamos

Qué concluimos al final, sino que somos los mismos ciudadanos, trabajadores de distintos sectores de la economía, quienes nos maltratamos unos a otros y nos criticamos y denunciamos queriendo siempre arreglar la casa del vecino sin mirar a la propia.

Todos hablamos de la educación formal y desearíamos ver sus manifestaciones a cada minuto, porque eso nos alegra la vida. Pero es que la moral no solo se expresa en los grandes tratados de filosofía, sino que los seres humanos estamos tomando decisiones que implican valoraciones éticas constantemente. Desde que usted decide qué pan va a comerse por la mañana, si el bueno o el quemado, y cuál le dejará a su pareja, hijo o pariente, ya está haciendo valoraciones éticas. Los valores morales, como virtudes, no nacen con el ser humano, sino que se van formando a través de la educación y la cultura, y tampoco son eternas, hay que cultivarlas de manera permanente, para ello se requiere voluntad de ser mejor persona.

Cuando estamos durante horas en la cola de los sentados del camello, y al fin llega, nos sentimos con total derecho al asiento por el que hemos esperado con estoicismo romano, por eso cuando en la parada de los de pie se monta la ancianita o la embarazada, o sencillamente una persona con problemas que requiera un asiento, ni nos inmutamos porque estamos en nuestro derecho.

Fidel ha dicho muchas veces que hay cosas que son legales pero que no son morales, y este es uno de los casos más cotidianos. Pensemos en si esa ancianita o embarazada o persona enferma fuera nuestra madre, hermana o familia, qué haríamos, ¿la dejaríamos de pie hasta el final del viaje? Seguramente no. Entonces por qué no pensar que estos seres queridos también pudieran estar en esos momentos siendo objeto del mismo trato o maltrato en algún lugar.

Mi abuelo, que sin duda no sabía el significado de la palabra ética, solía decir: «haz bien sin mirar a quien», y no andaba muy lejos del centro del asunto, pues la «Regla de Oro de la moral» expresa: «No hagas a otros lo que no quieres que te hagan».

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