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Crímenes en nombre de la libertad

Autor:

Juventud Rebelde

El quinto aniversario del 11 de Septiembre (11-S) está bañado de devastación, sufrimiento, crimen y corrupción, todo a nombre de la «libertad», bajo la cual se han cometido en los últimos años graves violaciones del derecho internacional, en particular de los derechos humanos.

La tragedia del 11-S ha servido para justificar la invasión a dos países, las amenazas contra varios más, la anulación de garantías constitucionales en EE.UU., la tortura, las detenciones arbitrarias, las cárceles clandestinas y varias aberraciones más. El periódico británico The Independent realizó un cálculo de las consecuencias de la llamada «guerra contra el terror» anunciada por el gobierno de George W. Bush como respuesta al 11-S: ha matado unas 62 000 personas, ha generado 4,5 millones de refugiados y ha costado a EE.UU. más que la suma requerida para pagar las deudas de todas las naciones pobres del mundo. Si se agregan cálculos de otras muertes no cuantificadas, el número de decesos podría llegar a 180 000 desde el 11 de septiembre de 2001.

La «seguridad» que se emplea para amedrentar a la población todos los días y para anular críticas continúa fungiendo como la herramienta política más efectiva de este gobierno. Sin embargo, según la última encuesta de CBS News, cinco años después del 11-S el 39 por ciento —más que el año anterior— de los estadounidenses se sienten más inseguros y solo el 14 por ciento dice lo contrario; el 41 por ciento cree que la amenaza terrorista crece, y el 54 por ciento considera que las guerras en Iraq y Afganistán crean más terroristas.

¿CÓMO DEFINIR A EE.UU.?

Pero, ¿cómo definir a este país, cuyos líderes se proclaman los enviados de Dios para encabezar el combate por la «libertad»? ¿Cómo explicar que amplias capas de la población aún crean el cuento oficial, y por razones de «seguridad» acepten tanta inseguridad? Para uno de los intelectuales más prominentes de EE.UU. la explicación podría ser muy simple: la estupidez.

Según una encuesta reciente de Zogby Internacional, el 75 por ciento de los estadounidenses pueden identificar por lo menos a dos de los siete enanos del cuento de Blanca Nieves, mientras solo una cuarta parte sabe los nombres de dos de los nueve jueces de la Suprema Corte de EE.UU.; el 74 por ciento puede nombrar a cada uno de los Tres Chiflados, mientras que apenas el 42 por ciento conoce los tres poderes del gobierno federal (Ejecutivo, Legislativo y Judicial); el 60 por ciento supo de qué planeta era Superman, mientras solo el 37 por ciento apuntó que Mercurio es el planeta más cercano al Sol.

Según el analista político Kevin Phillips —cuyo último libro alerta que EE.UU. se está convirtiendo en una teocracia—, el 45 por ciento de los cristianos en ese país cree que estamos en los finales del tiempo, y el 55 por ciento de los que votaron por Bush espera ver el Apocalipsis durante sus vidas.

En tanto, todos los días hay nuevas noticias que solo nutren la impresión de un país algo raro. Justo en el país donde Bush proclama que la lucha por la libertad en el mundo es un compromiso sagrado, este país puede enorgullecerse en tener la mayor población encarcelada del mundo. Cifras oficiales de finales del verano de 2005 registraron que durante los 12 meses precedentes, más de mil personas fueron encarceladas cada semana, llegando a un total de 2 200 000 encarcelados, esto es, uno de cada 136 residentes del país. En una nación cuyos políticos gozan al hablar de justicia y derechos humanos, resulta que el 11,9 por ciento de la población masculina negra está encarcelada, comparado con el 3,9% de los latinos y solo el 1,7% de blancos.

Mientras, el derecho a tener armas y usarlas se ha ampliado. Durante el último año, 15 estados han promulgado leyes que amplían el derecho de «víctimas de crimen» a usar «fuerza mortal» en autodefensa; lo cual antes hubiera sido un delito mayor.

Hablando de libertad, la junta escolar del condado de Miami está apelando el fallo de un tribunal federal prohibiendo que se retire de circulación en las escuelas un libro llamado Vamos a Cuba (Una visita a Cuba). Un padre se quejó ante la junta, ya que el libro no ofrece una descripción suficientemente negativa de la vida en la Isla. La junta insiste en que, a pesar del fallo del juez, quien determinó que el caso sobre el libro es de «libertad de expresión» y por lo tanto debe quedar disponible a los estudiantes, debe evitarse que lean ese tipo de libro.

En otro lado de este universo, el FBI fue a interrogar a un conocido ambientalista en Illinois por expresar su opinión en un foro público convocado por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército sobre alternativas para mejorar el movimiento de peces en el río Mississippi. Jim Bensman, al responder a una propuesta para construir un canal, defendió otra propuesta bajo discusión que sugiere destruir una presa, y expresó que tal vez lo más práctico sería «hacer estallar» esa instalación —con bombas controladas— con lo cual se volvió «sospechoso».

Así, la guerra contra el «terrorismo» continúa, y los líderes reiteran que «estás con nosotros, o estás con el enemigo». Pero como recién escribió el historiador Howard Zinn, «la guerra es terrorismo. Por eso una ‘guerra sobre el terrorismo’ es una contradicción. Las guerras realizadas por naciones, sea EE.UU. o Israel, son cien veces más mortales para la gente inocente que los atentados por terroristas, tal salvajes como son».

MENTIRAS Y MÁS MENTIRAS

Cinco años después, ¿cómo es posible que todo continúe igual? «Uno tiene a un pueblo que no sabe nada del resto del mundo, y tiene a líderes que les mienten, y les mienten y les mienten», argumenta Gore Vidal en una entrevista con The Progressive. «Los líderes no quieren que nadie sepa nada. Cuando se tienen medios como los nuestros, uno ya no cuenta con una ciudadanía informada… La gente no es estúpida, pero están totalmente desinformados».

Muchos aquí esperan que la inteligencia de los Vidal y los Zinn no abandone el país, ya que tal vez más que nunca el futuro de esta nación y buena parte del planeta depende de la respuesta que ellos y sus herederos ofrecen ante sus gobernantes y que pronto se puedan marcar aniversarios que celebran actos de paz. (Tomado de La Jornada, México)

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