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Jeppesen lo hace todo, hasta vuelos secretos de la CIA

Autor:

Juana Carrasco Martín

«Jeppesen lo hace todo», así reza la propaganda sobre una subsidiaria de la Boeing, la mayor empresa aeroespacial del mundo y probablemente la mayor contratista del Pentágono estadounidense, por tanto, una de las grandes ganadoras de la particular guerra contra el terrorismo del señor George W. Bush.

Jeppesen International Trip Planning es su nombre completo, es decir Planificadora Internacional de Viaje Jeppesen. Y desde San José, California, o desde Englewood, Colorado, —donde dicen en su página web que tienen su cuartel general—la división organiza operaciones de vuelo en cualquier y hacia cualquier lugar del mundo. Fantástico, no hay problema que no resuelva: detalles logísticos y de navegación, planes de vuelo, autorización para sobrevolar y volar a otros países, reservaciones de hotel, arreglos para la tripulación en tierra, y más... Lo que incluye vigilancia geopolítica, «antecedentes completos sobre la situación política de los países de destino, para que sepa lo que le espera antes de aterrizar».

Con esa propaganda y sus eficientes servicios, se ha ganado un cliente muy especial, que en realidad acostumbra a tener pequeñas y reservadas empresas para cumplimentar sus tareas, pero que se ha decidido también por la filial de la Boeing para darle la vuelta al mundo y con discreción.

La Agencia Central de Inteligencia (CIA) ha contratado a Jeppesen como su agente de viajes para transportar a los sospechosos de terrorismo secuestrados, en una u otra parte, bajo el eufemismo de «rendición extraordinaria», y llevados a centros de detención donde puedan ser interrogados «duramente», mediante torturas o métodos que bordean ese límite de los tormentos físicos y psíquicos.

Un antiguo empleado de Jeppesen hizo las revelaciones al The New Yorker, y por razones obvias pidió no ser identificado. La persona en cuestión explicó alarmada que conoció la relación de la compañía con la CIA durante una reunión corporativa interna en la que Bob Overby, director administrativo de Jeppesen, dijo sin vergüenza alguna: «Nosotros hacemos todos los vuelos de rendición extraordinaria —ustedes saben, los vuelos de la tortura. Encarémoslo, algunos de estos vuelos terminan de esa forma». Otro ejecutivo lo corroboró. Es solo un asunto de negocios, Overby lo dijo: «Ciertamente pagan bien. A ellos —la CIA— no les preocupa en lo absoluto los costos. Lo que ellos necesitan que se haga, es lo que se hace».

Cuando la periodista del The New Yorker intentó obtener algún comentario sobre la revelación, Tim Neale, el director de relaciones con los medios de la Boeing declaró: «Los servicios de planificación de vuelo que proveemos a nuestros clientes son confidenciales, y no comentamos públicamente ningún trabajo que hacemos para cualquier cliente sin su consentimiento». La CIA tampoco tuvo comentario.

Khaled el-Masri, el ciudadano alemán secuestrado en Macedonia en 2004, ha declarado que fue llevado —desnudo, esposado e inyectado con sedantes— en un jet ejecutivo Boeing 737 desde Skopje hasta Bagdad y de ahí a Kabul. Cinco meses después fue liberado cuando se supo que habían confundido su identidad con otro supuesto «terrorista». Pero, Jeppesen, que lo suministra todo, le proporcionó a la tripulación del 737 dos noches en un hotel de lujo en la isla de Mallorca...

En definitiva lo dice en su campaña publicitaria: «Jeppesen Conoce el Mundo. Cuente con Jeppesen para la planificación de sus viajes internacionales. Sabemos que solo somos tan buenos como nuestro último viaje. Es por eso que satisfacemos cada necesidad y hacemos lo que decimos. Cada vez. Sin excepciones. Sin excusas».

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