Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

«Tócame, Rusia»

Autor:

Luis Luque Álvarez

«¡Mamá, regaña a Roque!», se quejaba un niño al que su hermano mortificaba. Cuando la madre reprendía al fastidioso y volvía a sus quehaceres, el primero decía por lo bajito: «Psst, tócame, Roque».

Ahora es la OTAN la que juega al «tócame y me quejo». Y según su criterio, es Rusia quien la molesta, con su anuncio de que se retira del Tratado de Fuerzas Convencionales en Europa (TFACE). En Bruselas y Washington reina la «decepción». Aunque habría que ver quiénes han provocado que Moscú reaccione de esta manera.

Vayamos a la esencia. El TFACE fue suscrito en 1990 por la OTAN y el entonces Pacto de Varsovia, que aglutinaba a la mayoría de los países socialistas europeos, aliados de la URSS. Su objetivo era lograr la reducción —en ambos bloques militares del Viejo Continente, desde el Atlántico hasta los montes Urales— de tropas y determinados tipos de armamentos, como tanques, blindados, artillería pesada y aviación de combate. Un sistema de inspecciones mutuas, para comprobar el cumplimiento del contrario, coronaban el convenio.

Sin embargo, una vez desaparecido el Pacto de Varsovia, se precisó readecuar ciertos aspectos del TFACE. Así, en 1999 se decidió limitar el número de fuerzas y medios de guerra no ya por bloque, sino puntualmente por países. Y he aquí que, si bien Rusia, Ucrania y Belarús ratificaron el documento, ninguno de los miembros de la OTAN llegó a hacerlo... ¡hasta el presente!

¿El pretexto? La presencia de tropas rusas en las repúblicas ex soviéticas de Moldavia y Georgia. «Hasta que no se vayan de ahí, nananina nananina».

Vayamos por partes. Ciertamente, desde los años 50 hay una presencia militar rusa en la región moldava de Trandsnistria, la mayoría de cuyos habitantes (de lengua rusa o ucraniana) anhelan la independencia.

Una de las cuestiones interesantes es que el Kremlin posee en esa zona, desde la época soviética, inmensos arsenales de armas y municiones, para cuyo regreso a Rusia todavía se efectúan negociaciones que garanticen un tránsito seguro de dichos medios bélicos. La dilatación del proceso, no obstante, ha irritado a las autoridades moldavas, deseosas de que los uniformados rusos abandonen cuanto antes el país.

En el caso de Georgia, donde aún quedan dos de sus cuatro bases militares, Moscú ha informado que replegará a sus fuerzas antes de finalizar 2008. De hecho, ya el pasado 27 de junio funcionarios de defensa de ambos Estados firmaron el acta de devolución a Tbilisi de una de estas instalaciones, que data de la época zarista.

¿Por qué entonces los apuros? Quizá la realidad de que Washington no tiene mejor aliado delante de las narices de Moscú —Georgia es, después de Israel, el segundo receptor de ayuda exterior de EE.UU.—, servirá como respuesta a los curiosos.

Y caben aquí otras interrogantes. Por ejemplo, ninguno de los escandalizados se ha preguntado qué quedó de aquel compromiso de finales de la Guerra Fría para no acercar la OTAN a las fronteras rusas. Polonia, Estonia, Letonia, Bulgaria, Rumania, fueron algunos de los «nuevos» que más temprano que tarde buscaron cobija en la Alianza. Pero nadie se acordó de la palabra dada a un rival del cual, en los 90, bien se podía pregonar: «Que ayer maravilla fui, y hoy sombra mía aún no soy».

¿Y qué queda de las mil y una protestas rusas por el caprichoso «escudo antimisiles» que EE.UU. pretende construir en Polonia y la República Checa? Este lunes, para más machacar, un vicecanciller polaco aseguró que las obras podrían comenzar el próximo febrero.

Moscú, pacientemente, ha ofrecido propuestas para una protección anticoheteril conjunta, entre ellas la de acondicionar una estación de radar en Azerbaiyán. Sin embargo, a EE.UU. y sus aliados les han resbalado todas, creídos, quizá, de que en los salones del Kremlin matan el tiempo jugando a la gallinita ciega.

Entre tan aguda sordera militarista, algunos se turban porque el otro, al que jamás considerarán un amigo, toma medidas drásticas. «Tócame, tócame, Rusia», insisten. ¿Y después? ¿A qué viene el llanto?

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