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Ella descubrió «cosas»... y murió en Bagram

Autor:

Juana Carrasco Martín

Más de un método sucio se emplea en la guerra de Bush contra el terrorismo; sobre todo en Iraq y Afganistán, donde no se conoce a ciencia cierta el número de población civil que ha sucumbido. Ahí está la primera turbiedad.

El viernes, por ejemplo, en un ataque aéreo en Khalis mataron al menos a 25 personas. La historia oficial habló de un enfrentamiento de las tropas estadounidenses con hombres armados en el «enclave chiita». La versión de los iraquíes difiere grandemente: los aviones de EE.UU. lanzaron repetidamente sus bombas contra el vecindario chiita, destruyeron hasta sus cimientos dos edificios, todas las víctimas mortales son civiles y se incluyen en ellas a siete niños, además de otros tres menores entre los 28 heridos. Así es el diario en la sufrida Iraq.

Otros estilos de guerra impuestos por el régimen de George W. Bush fueron tan escandalosos que, supuestamente, debieron parar su práctica; sin embargo, el jueves, The New York Times reportaba que la CIA de nuevo está llevando a sus prisioneros a «huecos negros» en el exterior, y al mismo tiempo se conocía que, bajo la égida de Alberto Gonzales como fiscal general, el Departamento de Justicia endosó en 2005 las técnicas duras de interrogatorios de la Agencia Central de Inteligencia, las que nadie quita que se sigan aplicando en las cárceles secretas.

Sin embargo, ahí solo hay simulación y engaño para que los estadounidenses —cada vez en menor cuantía— sigan apoyando las guerras del señor. Otros hechos turbios tienen como inmolados a los propios soldados de Estados Unidos.

La especialista de la guardia nacional de Massachusetts, Ciara Durkin, de 29 años, es la muerta más reciente a quien rodea el misterio.

Murió el 27 de septiembre, de un solo disparo en la cabeza, en los seguros predios de la base aérea de Bagram, en Afganistán, donde estaba emplazada desde noviembre de 2006. No fue suicidio. Su familia no conoce el resultado de la autopsia que realizó el ejército y se les ha negado el derecho a sus padres, hermanas y hermanos de practicar otro examen independiente del oficial.

La primera versión del Pentágono la reportó como «muerta en acción», pero cuando revisaron la declaración encontraron que había muerto de heridas «sufridas por un incidente no relacionado con el combate», aunque no especificaba detalles y decía que las circunstancias estaban bajo investigación.

Como decía la cadena ABC News «hay un nuevo misterio en Afganistán», y la familia de Durkin —que formaba parte de la Unidad de Finanzas de la Guardia Nacional— tiene preguntas para el Pentágono, porque ella les hizo una advertencia ominosa a comienzos de septiembre: que investigaran si algo le ocurría mientras estaba de servicio, porque había «descubierto algunas cosas que no le gustaban y se estaba haciendo de enemigos». Entonces pensaron que bromeaba, ¿y ahora?...

Las interrogantes sobre la muerte de Ciara Durkin se unen a las enormes dudas y desinformaciones que siguieron a otras muertes de soldados en servicio o versiones falsas de incidentes de guerra, tanto en Iraq como en Afganistán.

Ejemplos sobran: el sargento Patrick McCaffrey y el primer teniente Andre Tyson, muertos en Iraq en 2004, fueron reportados como caídos en una emboscada y luego se conoció que los mataron dos soldados iraquíes que estaban entrenando.

El famoso astro del fútbol americano Pat Tillman, fue enviado como ranger del ejército a Afganistán donde supuestamente fue alcanzado por fuego enemigo en el año 2004. La evidencia dijo después que había sido muerto por «fuego amigo» de hombres de su propia unidad.

Cuántas preguntas pueden hacerse en los casos de los siete sargentos que escribieron una carta crítica sobre la forma de conducir la guerra en Iraq —publicada en un importante diario estadounidense— y de los cuales tres ya han muerto en «accidentes»...

Algo huele a podrido, y no precisamente en Dinamarca.

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