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Kosovo, por un trozo de cake

Autor:

Luis Luque Álvarez
Los que el lunes marcharon por la independencia en Pristina, la capital kosovar, enarbolaron banderas de Estados Unidos. Foto: AP Suponga usted que un vecino, después de cercenarle un trozo del patio, le trae a casa un pedazo de cake, como premio de consolación. Con seguridad, el individuo tendría que volverse por donde vino, con el rostro maquillado de merengue y el plato por sombrero.

En la vida real, es a Serbia, el pequeño país balcánico, al que quieren arrancarle toda una provincia: la sureña Kosovo. Y son algunos notables políticos de la Unión Europea los que vienen con el platillo de postre: si Belgrado acepta el desgajamiento de esa parte de su territorio, ¡podría acceder más fácilmente a la membresía del bloque comunitario!

Esta «proposición indecente» —en la misma línea de irrespeto que la narrada en el filme de Robert Redford— vino a colación ayer, un día después de cumplido el plazo dado por la ONU para alcanzar un estatus definitivo para esa provincia, administrada por la ONU y la OTAN desde 1999, y donde habitan casi dos millones de albaneses frente a solo 100 000 serbios. Por cierto, valga aclarar que pertenece íntegramente a Serbia desde hace siglos, y el Consejo de Seguridad de la ONU, en su resolución 1244, de 1999, se comprometió a respetar dicha realidad.

Pues bien, el primer ministro serbio, Vojislav Kostunica, fue claro en tildar de «ofensa para la dignidad» cualquier tipo de «recompensa» que implique un sablazo a su territorio: «Es indispensable que (la UE) respete a Serbia como a cualquier otro país libre y soberano», demandó.

Kostunica sabe por qué lo dice. Durante cuatro meses, los políticos albaneses con quienes negociaron para intentar llegar a un acuerdo aceptable para todas las partes, repitieron automáticamente, como el fatal estribillo de un reguetón, que la única salida era la independencia de Kosovo. Ni se molestaron en considerar la amplia autonomía que les proponía Belgrado: bandera, policía y tribunales propios, equipos deportivos independientes, el euro como moneda, y no el dinar serbio. En fin, ventajas que envidiarían las autonomías o estados federados de cualquier país europeo (y en las capitales de la UE lo saben muy bien).

Sin embargo, ya EE.UU. había dado la seña. Bush, meses atrás, había dicho que la cuestión kosovar se prolongaba ya demasiado, y que era hora de la emancipación —un entusiasmo que les ha faltado a él y a sus predecesores respecto a Palestina—, por lo que los dirigentes albaneses, algunos de ellos antiguos miembros del terrorista Ejército de Liberación de Kosovo, entienden que en Washington está la clave. Y no importan mucho Moscú ni Bruselas.

En el primer caso, Rusia ya anunció que solicitaría la anulación de la independencia si llegara a declararse —se pronostica que ocurra entre enero y febrero—, pues sería absurdo que el Consejo de Seguridad avalara una decisión contraria a la resolución 1244, ¡salida de sí mismo!

En el segundo, el de la UE, está el verdadero arroz con mango de la historia, pues el viernes los 27 integrantes del bloque deben ofrecer una declaración conjunta. Ahí se puede trabar el paraguas, pues mientras a unos les da lo mismo la segmentación de Serbia, otros temen que esa «liberalidad independentista» se les reproduzca en casa.

Chipre, por ejemplo, sospecha que la ilegal República Turca del Norte de Chipre, con mayoría turcochipriota, se preguntará: «Si los kosovares sí, ¿por qué nosotros no?».

Idéntica interrogante tendrían vascos y catalanes en España. El canciller Miguel Ángel Moratinos ha negado lo acertado de la comparación, pero de todos modos advierte que «para España una declaración unilateral no es positiva, y por lo tanto vamos a tratar de que esto no se produzca». Incluso Alemania, que atizó los separatismos causantes de tanta sangre derramada en Yugoslavia durante los años 90, dijo por boca del jefe de su diplomacia, Frank Walter Steinmeier, que dar ese paso sería «dañino». Por algo será...

A los europeos les urge una solución que aleje otros fantasmas. Pero con un pedazo de cake no lo conseguirán.

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