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Crítica quiere decir ética

Autor:

Juventud Rebelde
La crítica no es sólo el mero ejercicio del criterio.

José Martí.

El artista, el público y la crítica son componentes inseparables de toda entrega creadora o interpretativa. Se trata de factores que interactúan y expresan visiones que coexisten sin ser necesariamente coincidentes. En esta interrelación las valoraciones del público y la crítica fungen como inevitables jueces de la labor artística. Suelen dictaminar el éxito, el fracaso o la indiferencia.

La visión del artista sobre sus resultados no acostumbra a ventilarse en público. Si se trata de un creador solitario, como ocurre con escritores o artistas plásticos, lo más frecuente es que analice su obra con amigos y colaboradores cercanos. En las artes que laboran en colectivos, los análisis suelen realizarse de otra manera, con la presencia activa de quienes tienen a cargo la dirección y preparación de los intérpretes. Este es el caso más frecuente en la danza.

En la literatura y las artes plásticas las apreciaciones extremas de éxito y fracaso, no se miden en plazos de tiempo breves, aunque, a veces, una exposición o un libro pueden tener muy pronto una alta estimación del público y la crítica. En la danza, la apreciación exitosa de una entrega artística suele ser inmediata, al terminar la función.

Pero las visiones del éxito pueden ser veleidosas. Basta, por ejemplo, cambiar de ciudad, de escenario, de público, y es probable que la reacción de este último se torne diferente. En la danza clásica es frecuente que los requerimientos para considerar una labor como exitosa se tornen más exigentes para los bailarines que en otras áreas de este arte, donde el público y la crítica pudieran estar más interesados por otros aspectos que no se limitan a la labor individual de los intérpretes.

El público cubano de ballet es culto, exigente y conocedor. Es más, suele ser justo en sus apreciaciones y en la gratificación a quienes exponen su arte ante ellos. Es cierto que en las filas del público hay simpatizantes y también verdaderos fanáticos de determinados artistas, en especial de algunas bailarinas que por su carisma u otras virtudes logran atraer los más apasionados sentimientos de sus admiradores. En muchas ocasiones, el amor desbocado por una artista puede llevar implícita la negación de los valores de otras, a quienes el aficionado ve como rivales. En nuestro medio esto ocurre con el mayor respeto por parte de los espectadores. Para ellos es lícito sucumbir apasionadamente por su diosa inspiradora. Para la crítica especializada, no lo es.

La crítica de arte cubana, que toma sus fundamentos del magisterio de José Martí, tiene en el terreno del ballet tres paradigmas indiscutibles en José Manuel Valdés Rodríguez, Alejo Carpentier y Arnold Haskell. El triunfo de la Revolución y las fuerzas cobradas por el ballet abrieron nuevas potencialidades a la crítica, que se han mostrado, a lo largo de más de una generación, como una labor respetuosa y edificante. Aun en los tiempos de la llamada Crítica de los 80, cuando cerca de una veintena de autores debatían álgidos temas de la estética de la danza clásica nacional, nunca los principios éticos fueron vulnerados. Lamentablemente, la llegada de la crisis económica de los 90 le propinó al movimiento crítico cubano un fuerte golpe del que todavía no se ha recuperado totalmente.

En los últimos meses, en publicaciones habaneras y versiones digitales han aparecido artículos de autores que no parecen tener en cuenta esta tradición. Su denominador común ha sido la carencia de mesura, tanto para el elogio como para la agresiva valoración negativa, y su manifiesto comprometimiento con determinados intérpretes en detrimento de otros. Falta respeto por el artista y por el arte. Más aún, en trabajos salidos de plumas masculinas está ausente la más elemental caballerosidad.

El crítico, por principios y profesionalismo, no debe tomar partido en las diferencias personales, rivalidades o situaciones competitivas que puedan surgir entre los bailarines y sus simpatizantes a la luz de la labor interpretativa, la lucha por el acceso a determinados personajes o jerarquías, bajo el riesgo de ver invalidado el crédito de su palabra y su autoridad.

¿Serán síntomas aislados o deben ser considerados como la presencia de un amarillismo solapado en algunos de nuestros medios de prensa? ¿Y los editores, qué hacen? ¿No han sido capaces de detectar a tiempo tales anomalías?

Y no se trata de pensar en una crítica ideal, pura y esterilizada. El ejercicio crítico siempre responde a las visiones e intereses de una clase, nacionalidad, grupo social o generación. Eso es cosa sabida y más que estudiada. Se puede disentir y se puede opinar. Para ello, hace falta decoro y valor. La clave está en que, en todas sus posibles variantes, la crítica artística está obligada a portar una ética acrisolada como lo marca la mejor tradición de la cultura cubana, como aprendimos de José Martí.

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