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¿Dónde está la crisis?

Autor:

Raiko Martín

Aunque el bolsillo y la mesa no me engañan, y los medios de comunicación del planeta me recuerdan a diario que vivo en medio de una agobiante crisis económica, hay noticias que por momentos hacen sentir esta turbulencia como un invento de otros —muy pocos por cierto— para reacomodar sus millones.

¿Así festejará Cristiano Ronaldo en Madrid?. Foto: EFE Este jueves nos despertó la noticia de que un club de fútbol profesional, de la mano de un exitoso empresario, pagaría ¡94 millones de euros! —algo así como 131 millones de dólares— para contratar a un jugador.

Pues sí. Después de casi un año de especulaciones, anuncios y desmentidos, el Manchester United dio luz verde al Real Madrid para hacerse con los servicios del portugués Cristiano Ronaldo.

Así, Florentino Pérez comienza a dar cuerpo a las promesas que le hicieron retornar al trono del club «merengue» sin la necesidad de pasar por las urnas.

Hace un par de días había dado el primer paso con la compra del brasileño Kaká al AC Milan italiano por ¡65 millones de euros!; en ese minuto la segunda contratación más cara en el mundillo del fútbol.

Fiel a su estilo, el empresario español sigue rompiendo récords. Su «galáctica» estrategia de compra es responsable de los cuatro fichajes más despampanantes de la historia del fútbol, pues entre Cristiano Ronaldo y Kaká están los 72 millones pagados durante su anterior mandato por el francés Zidane, y por detrás los 60 millones abonados en aquellos años por la ficha del portugués Figo.

Amen del exorbitante monto, la contratación de CR7 —el nombre comercial de la nueva joya del Madrid— escandaliza por las circunstancias actuales.

Pero por lo visto, el señor Pérez es al fútbol como el magnate Warren Buffet a Wall Street. Como todos los poderosos de este mundo, han perdido algunos millones en esta crisis, pero sus chequeras están siempre listas para una inversión con futuro.

Muchos se preguntan ahora de dónde saldrán estos 159 millones de euros que en una semana se ha gastado el Real Madrid, y si se justifica un desembolso tal para los tiempos que corren, donde el desempleo y el hambre han disparado sus picos.

Algunos hasta han sacado cuentas de las cosas que se pudieran hacer con el dinero que han pagado por Cristiano Ronaldo, y si fueran menos superficiales, encontrarían cosas más productivas que comprar 93 coches de lujo Bugatti Veyron, pagar 138 000 onzas de oro o costear tres viajes de turismo espacial.

En el plano deportivo, ambos jugadores —y otros que Florentino espera sacar de su chistera— elevarían el nivel de una plantilla sin estrellas y cuestionada por sus pobres resultados.

Mas, la junta directiva del Madrid sabe que, además de títulos, el club necesita vender más camisetas, elevar sus ingresos por derecho de imagen, y multiplicar en número y ganancias las giras de promoción. Y se dice que al primer año de la llegada de Zidane, Figo y Ronaldo a la capital española, las ganancias se triplicaron.

En esta historia aparecerían el AC Milán y el Manchester United como los grandes perdedores, pero ha sido todo lo contrario, por más que Berlusconi ponga la venta del brasileño a la par de sus escándalos «de la carne» como motivos de los malos resultados de su partido en los recientes comicios europeos.

Apenas 14 millones pagaron los ingleses por el pase del ariete lusitano, y a seis años de haber multiplicado las ganancias de esa transacción, «revientan» el mercado con su venta.

Además, ambos jugadores eran ya una suerte de «activos tóxicos», pues sus salarios se convirtieron en insostenibles para las finanzas de dos organizaciones ahogadas por sus millonarias deudas. Y las propuestas del Madrid han llegado como un bálsamo para sus arcas.

Y mientras esto sucede, a millones de «parados» en el mundo le brillan los ojos con la noticia, se conformarán acaso con vestir la camiseta de sus nuevos ídolos, o llenar —si algún día pueden— las tribunas para vitorear sus éxitos. En definitiva, para ellos será una forma de aliviar sus preocupaciones, mientras que unos pisos más arriba en la escala social, otros —muy pocos por cierto— reacomodan sus millones, sueñan con multiplicarlos, y viven esta crisis lo más parecido a una fiesta.

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