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Lecciones en mandarín

Autor:

Juventud Rebelde

Cuando la mayoría tocó fondo, la República Popular China logró soportar los efectos del descalabro económico global. Las medidas tomadas por el gobierno chino en noviembre de 2008 comenzaron a implementarse de modo urgente y hoy sus resultados positivos son evidentes.

Entonces, no fue una sorpresa el reconocimiento por parte de Japón de que pronto dejaría de ser la segunda economía mundial, desplazado por China: los grandes continúan en apuros, mientras el gigante asiático sortea las turbulencias, que también sufre, pero con mucho más éxito.

Para no pocos la recesión económica es una realidad, pero desde Beijing el peor de los pronósticos sigue siendo la desaceleración. Aun así el Fondo Monetario Internacional ha debido reajustar, por tercera vez en el año, su previsión de crecimiento para la economía china, tercera a nivel global. En esta última ocasión, admitió que podría crecer, a pesar de la crisis, un 7,2 por ciento.

Los 587 000 millones de dólares destinados al plan anticrisis chino, no están dirigidos a inversiones ficticias, ni a llenarles los bolsillos a los dueños de grandes empresas quebradas. Para la dirección del gigante asiático la prioridad ha sido estimular la economía real. Por eso ahora comienzan a ejecutarse grandes proyectos de infraestructura, se potencia la creación de empleos y se incentiva el consumo interno.

Como ha ocurrido de manera generalizada, también los chinos han visto mermar sus exportaciones a consecuencia de la contracción de los principales mercados. En este caso bajaron un 17 por ciento en comparación con enero de 2008 y las importaciones descendieron un 43 por ciento. Sin embargo, las reservas en divisas continuaron en aumento. Ante este escenario, Beijing ha optado por reducir la dependencia de su economía de las exportaciones, y por eso su mirada al interior, a la demanda interna, para lograr su despegue. Asimismo se ha afectado su producción industrial, entre otros indicadores. Sin embargo, lo más importante es que, aunque esto ha ocurrido como en la mayoría de los países, China ha salido airosa del primer semestre de este tortuoso 2009.

Es cierto que entre los desafíos más importantes de la dirección china está controlar la situación del empleo. Pero también lo es que el plan de estímulo en un plazo de tres años (2008-2010) fomentará los grandes proyectos constructivos, y estos emplearán a muchos, mientras se buscan soluciones más definitivas.

La mayoría de los expertos reconoce que uno de los aciertos de esta nación, con 1 300 millones de habitantes, ha sido intentar que los daños lleguen a los obreros solo si no es posible evitarlos.

«Mientras la mayoría de los dirigentes occidentales no hicieron otra cosa que reprender a banqueros que se llenaban los bolsillos con bonificaciones; mientras las hojas de balance de sus compañías se teñían de rojo, el gobierno chino obligó a los máximos gerentes de las principales compañías de propiedad estatal a reducir sus salarios entre un 15 y un 40 por ciento antes de tocar la remuneración de su fuerza laboral», asegura Dilip Hiro, en un artículo del Observatorio de Política China.

Es un hecho que Beijing ha logrado herramientas más viables para soportar los movimientos de las placas más profundas del actual orden económico. El gigante se ha levantado para mostrar que hay más opciones que recortes y despidos y, por otro lado, ha logrado llamar la atención sobre su determinante papel en la arena internacional.

Lecciones en mandarín que, adaptadas a la realidad de cada país, podrían dejar colorado al imperio más poderoso del mundo.

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