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Complot mediático: La ruta del dinero

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Juventud Rebelde
Honduras está silenciada. Foto: Reuters Desde la madrugada de este domingo América Latina vive un retroceso. Mientras que en menos de 48 horas el presidente Manuel Zelaya recibía el apoyo incondicional de casi todos los confines del mundo, los medios de comunicación en Honduras contaban otra historia, reportaban desde un país «diferente» al que le fuera secuestrado su verdadero presidente. A la vieja usanza, uniformados armados hasta los dientes, amenazaron a periodistas, cerraron canales de TV, allanaron y destruyeron radioemisoras, bloquearon Internet, cortaron la electricidad: silenciaron la verdad. Apagón informativo para crear la confusión.

Pero a las más grandes empresas mediáticas no llegó ningún militar. El Heraldo, La Prensa, La Tribuna, El Tiempo —los más importantes periódicos de esa nación—, el canal 8 y los medios privados no fueron avasallados ni amenazados, ellos tenían su misión: recrear la mentira, apoyar y respaldar el golpe político, militar y empresarial.

¿Por qué las grandes empresas mediáticas no solo secundaron el golpe de Estado, sino que, convertidos en cómplices, son un ente activo y de mucho peso en esta traidora jugarreta política?

Como señala el periodista e investigador venezolano, Chevige González Marcó, la oligarquía mediática hondureña está profundamente asociada con grupos empresariales latinoamericanos y conformada por personajes de reconocido linaje. A lo interno ellos controlan también los sectores más importantes de la economía como la banca, comercio, agroindustria, maquila, sector de servicios, turismo, generación de energía y telecomunicaciones. No solo son los dueños de los medios, sino poderosos empresarios e inversionistas que vieron amenazados sus emporios ante la pregunta simple de la encuesta popular propuesta por el presidente Manuel Zelaya.

No es casual que los Rosenthal, Ferrari, Canahuati, Flores, apellidos que en Honduras son sinónimo de dinero y mucho poder, aparezcan en todos o casi todos los grandes negocios del país. Su influencia es amplia y ha quedado desenmascarada luego de la asonada militar.

«Los medios han cumplido un importante papel en el golpe de Estado contra Zelaya, habían preparado la matriz de opinión de que el legítimo mandatario pretendía perpetuarse en el poder, para esconder su terror ante la posibilidad de que una Asamblea Constituyente modificara una Carta Magna hecha a la medida de la oligarquía y de sus alianzas para compartirse el poder», asegura González Marcó.

Ahora los medios dirigidos por estos personajes, los únicos que no han cerrado los usurpadores, dedican grandes portadas a Micheletti, muestran a sus «simpatizantes» como si fueran todo el país, claro para «el nutrido grupo» no hay palos, ni gases lacrimógenos. Dicen que todo es resultado de una «lucha por preservar la democracia hondureña», y cuando callan: música, deportes, programación variada... como si las calles no estuvieran bañadas de sangre, como si no persiguieran a los dirigentes populares, como si el país no estuviera paralizado, como si cientos de miles no mantuvieran la resistencia ciudadana para hacer que regrese el hombre que ellos eligieron en las urnas. Son los únicos que no escuchan el ¡Queremos a Mel! que recorre las calles de hondureñas.

Otra vez, Chevige González y el periodista hondureño, Manuel Torres Calderón aportan datos muy interesantes:

José Rafael Ferrari es dueño de la cadena Televicentro (Canales 3, 5, 7 y 9),y de la cadena radial Emisoras Unidas (agrupa 17 emisoras, entre informativas y musicales), preside la Asociación de Medios de Comunicación de Honduras, Asociación de Televisoras de Centroamérica y Panamá, es miembro de CEAL (Consejo de Empresarios de América Latina) y hasta dueño del equipo de fútbol más popular del país.

Jorge Canahuati, presidente del Consejo de Administración y principal propietario del Diario El Heraldo y del periódico La Prensa, medios que concentran el 80 por ciento de la circulación de periódicos en Honduras. Preside la Comisión Internacional de la desprestigiada Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). La familia Canahuati es propietaria del laboratorio Finlay —uno de los más importantes de la industria farmacéutica hondureña—, la Corporación Industrial del Norte (Corinsa) —dueña de la embotelladora Sula y la franquicia de bebidas Pepsi Cola, y Aguazul, la planta de comercialización de agua potable más grande de Honduras—, y tiene los derechos de las cadenas estadounidenses de comida rápida Pizza Hut y Kentucky... Casi nada, ¿verdad?

Otro de los dueños importante es Jaime Rosenthal Oliva, accionista principal del diario Tiempo, Canal 11 y Cablecolor. Como en los casos anteriores su listado de empresas es amplio y están dedicadas a productos como el café, cacao y azúcar. Posee una compañía constructora, zonas industriales de procesamiento, una empacadora de carne (Mogami), crianza de cocodrilos, ganado, haciendas, cultivo y exportación de melones, puestos de bolsa, empresas financieras, almacenes de depósito fiscal, bienes raíces, una industria cementera y negocios en el sector turístico.

Torres Calderón en «El poder de los señores mediáticos», investigación publicada en 2007 incluye en esta lista a Carlos Flores Facussé, dueño de Periódicos y Revistas, S.A., propietario del diario La Tribuna, y Lithopress Industrial. Flores, más conocido como político, porque fue presidente del Congreso Nacional y luego presidente de la nación en enero de 1998, es otra de las piezas clave que ilustran la convivencia y beneficios entre dueños de conglomerados mediáticos y empresarios de éxito.

Detrás de la censura y el atropello contra medios de comunicación, que no forman parte de los hilos movidos por estos señores y por otros no mencionados, quedan las veladas ambiciones, los intereses de la oligarquía hondureña a la cabeza del todo cuanto ha ocurrido en vergonzosas jornadas.

Sin embargo, boca a boca, por correos, hojillas y radios clandestinas, el pueblo sabe y resiste.

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