Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La estocada que espera Ramón Fonst

Autor:

Luis Hernández Serrano

Hace nueve años resido, desgraciadamente, a 50 metros de una de las zanjas más sucias que tiene Cuba, en el municipio capitalino del Cerro: un verdadero «monumento» a la negligencia y el abandono.

En todas las asambleas que convoca el Poder Popular en mi circunscripción, ese es uno de los reclamos que más se repite.

Latas, botellas, trapos, cajas, papeles, jabitas de nailon, palos, escombros… Este conducto es el mudo receptor de cuanto desperdicio le tiren. La nata de inmundicia que a veces flota constituye en realidad una fábrica de pestilencia y vectores: el rostro deprimente con que el desamparo cubrió uno de los arroyuelos de la capital cubana.

Sin embargo, como dijera alguien al verla, «lo peor no es el mal olor, ni las enfermedades que pueda generar, sino que todos lleguen a admitir que vivir entre esa fetidez resulta lo más normal del mundo».

Para colmo, en el puente sobre el corrompido cauce, casi en el medio del pavimento, se ha abierto una furnia que agrava la desgracia. El agujero negro obstaculiza la calle San Pablo, entre Calzada del Cerro y Santa Catalina, a pocos metros del consultorio del médico de la familia y muy cerca del hospital Salvador Allende.

A pocos metros de este hueco estuvo la colosal casona de madera —ya demolida por el tiempo y el abandono— donde residió una figura emblemática del deporte: Ramón Fonst Segundo, el mejor esgrimista cubano de todas las épocas.

¿Qué pensaría el primer latinoamericano que alcanzó una medalla en Juegos Olímpicos, el único esgrimista de estos certámenes que conquistó dos preseas de oro en espada, si viviera y tuviera que atravesar el vertedero fangoso para llegar a su hogar?

¿Qué diría, doblemente indignado, sabiendo que esta no es una zanja común, sino una derivación de la célebre Zanja Real del Cerro; y más que eso: un cauce tapizado por piezas de cerámica en colores con dibujos de pintores famosos? ¿Admitiría impasible que esta maravilla de torrente —según muchos ideada y costeada por él—, se haya convertido en lo que hoy es?

Este periodista —además de plantearlo en las rendiciones de cuentas— informó el asunto a un funcionario del Gobierno de Ciudad de La Habana y al Departamento de Atención a la Población del Ministerio de la Construcción. El problema, lejos de resolverse, cada día se empantana más.

¿Llegará la estocada de responsabilidad e higiene al barrio de Fonst?

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