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Evo, con buen augurio

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Segundas partes pueden ser mejores. No afirma eso el proverbio, pero es lo que demostrará la realidad en Bolivia. Evo Morales asumió ayer otra vez el bastón de mando ungido no solo por la divinidad de los dioses, que invocaron los sacerdotes aymaras cuando lo purificaron con agua y después con fuego ante las ruinas de la precolombina Tiawanacu. También lo bendicen los millones de bolivianos que hace un mes volvieron a darle el voto y una victoria tan aplastante que acabó de espantar todos los demonios. Ellos ayudaron a desbrozar el camino acabando la maleza durante los muy difíciles cuatro años anteriores, en pos de una refundación que, así, ya tiene plantados los pilares.

Acompañado Evo por los amautas —los sabios aymarás—, el ritual fue escenario de ofrendas para agradecer a los ancestros   —¡primero!— lo que han dado a la nación durante su primer mandato, y rogarles la prosperidad económica, el conocimiento para gobernar a los suyos; la unidad, y honrar a la Pachamama, la madre tierra.

Sin embargo, los buenos augurios de los próximos cuatro años que esperan a Evo y el MAS en el gobierno de Bolivia no corren solo a cargo de las divinidades, cuyos preceptos filosóficos, acendrados en el corazón y la mente del hombre, han guiado su proceder lleno de humildad, y le dieron la sabiduría de gobernar oído atento a los de abajo, como había prometido el primer presidente indígena: «mandatado» por el pueblo… Aunque tampoco podría decirse que ese 64 por ciento que le ha ratificado el apoyo sustente, por sí solo, la profecía —no dicha por los rituales religiosos— de que se abre una época de cosechas.

Con una Constitución nueva que recoge e institucionaliza los cambios, a contrapelo de la derecha y los separatistas oligarcas de la Media Luna que hicieron todo por impedirla; con el gas y los principales recursos hidrocarburíferos recuperados al poder transnacional, y en marcha la reapropiación de sectores clave como la minería; zafada del modelo neoliberal y poseedora ya de una economía que camina y es la que más crece en Latinoamérica, puede decirse que están sembradas las semillas.

Fue ese el desafío principal de un cuatrienio de constantes retos que por momentos hicieron temer un descalabro, y donde no faltaron los planes de golpe y asesinato aupados tras las mamparas de organismos mentirosos de asistencia de EE.UU., como la NED o la USAID.

Sin embargo, la firme posición de Evo les cerró las puertas, en tanto la propia satrapía de los blancos defensores de la Nación Camba, desbordada en las bandas autoras de masacres que las desnudó como eran —racistas y violentas— los enterró, mientras la falta de programa y sustento de una derecha política que ya era débil, acabó de defenestrarla en los últimos comicios.

Haberlos vencido se traduce también en esa Asamblea Plurinacional que es el nuevo cuerpo legislativo, poblada por los tocados indígenas que ya no constituyen novedad, pero por primera vez serán mayoría en el otrora congreso. Ello le da al MAS y a Evo la posibilidad de gobernar sin las cortapisas que antes les maniataron, y materializar el centenar de nuevas leyes prometidas para convertir la refundación en una realidad política, social y económica, que tiene la industrialización entre los primeros puntos de la agenda junto a la explotación del litio, la creación de la infraestructura vial y la edificación de viviendas...

Si en algún momento pareció cerca del abismo la gesta de ese socialismo en democracia —así le llama el vicepresidente Álvaro García Linera— que allí se fragua, Bolivia se muestra como uno de los países en condiciones para hacer el contrapeso a gobiernos cuya emergencia reciente anuncia la vuelta de tuerca que ansían la derecha regional y sus mentores del Norte…

Por eso tantos parabienes para la reasunción de Evo. ¿Quién podría decir que segundas partes nunca fueron buenas?

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