Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Si fuera joven

Autor:

José Alejandro Rodríguez

La juventud es un ave fugaz que se extravía para nunca volver. Y la gran tragedia de los mortales es que uno, exultante con esos arrestos y ardores, viviéndola intensamente, viene a reparar en sus encantos cuando ya se fue. Entonces se empieza a vivir entre las adecuaciones de la sensata adultez y la nostalgia de aquellas inflamadas rebeldías.

Mire usted, ahora que se acerca la celebración del IX Congreso de la UJC, me solicitan algún juicio al respecto; aun cuando ya hace unos meses, a raíz de la convocatoria al foro juvenil, presenté en esta misma página mi credencial anticipada, con un comentario bajo el título Pido la palabra.

Pero como siempre hierve inquieta sangre en las ya «colesterosas» arterias de mi vida, respondo con lealtad y compromiso al pedido. Me imagino con aquella cabellera profusa y la desenfadada esplendidez de los estrenados, como un delegado en la cita.

Si me dieran la palabra, trataría de afiliarme a la sinceridad, como lo haría todos los días de una vida por delante. Y meditaría en qué necesitan más el país, y esta Revolución que no debe, ni puede desaparecer: si la cómoda complacencia y la aséptica adecuación parapetadas tras consignas; o si demostrar la lealtad con la honesta preocupación acerca de lo que puede estar enlodando y retrasando el avance de nuestra sociedad.

Fijaría posición, ese y todos los días, sin sopesar la conveniencia. Preferiría la receptividad a mi criterio, y el debate sano; pero, en última instancia, arrostraría la suerte de mi criterio. Al final, lo mejor sería que lo que uno quiere pueda enjuiciarlo con libertad y alertar de los peligros latentes.

Lo único que no me perdonaría es haber desperdiciado este momento histórico, en la compleja encrucijada que vive Cuba, para repetir más de lo mismo.

No aceptaría esa rutinaria conformidad que siempre endilgan a los viejos, desmentida por más de un eterno joven, como el transgresor Che, y este Fidel visionario, alerta ante las sombras destructoras entre nosotros mismos.

Aunque no me dieran toda la razón, no me desalentaría ni colgaría los arrestos. Eso sería lo más fácil. Tampoco cualquier incomprensión me decepcionaría ni me apartaría del complicado camino de la Revolución. Hay que distinguir entre lo circunstancial y lo esencial y estratégico. Hay que pervivir desde el deber.

Claro que no es fácil ser joven, como remedara un elocuente filme acerca de las eternas incomprensiones. Pero al final los buenos y preclaros, los diáfanos, no tienen derecho a abandonar el compromiso. El país estará en sus manos en poco tiempo.

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