Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La arcilla maleable

Autor:

Osviel Castro Medel

Hay letras que aletean más allá de los tiempos, con tal robustez y energía que nos empujan el cerebro al ejercicio. Son de esas tremendamente vivas y que, sin embargo, a veces las dejamos dormirse en los libros arrinconados de polvo; o las enquistamos en consignas fabricadas a ciegas.

Ahora mismo, a pocos días de un congreso trascendental para la nación y sus jóvenes, estoy pensando, por ejemplo, en El Socialismo y el hombre en Cuba, una epístola-ensayo enviada por el Che a Carlos Quijano y publicada hace 45 años (12 de marzo de 1965) en el semanario uruguayo Marcha.

Laten, en esos apuntes del Guerrillero Heroico, lecciones, estrategias, definiciones… conceptos vinculados a la sociedad que pretendemos edificar hoy y a esa definición que a algunos, lamentablemente, se les volvió agujero o cápsula vacía: «El hombre nuevo».

Si algo necesita ahora el país de sus nuevas generaciones es que se sumerjan de verdad en esas formulaciones del Guerrillero Heroico, referentes a la realización plena del individuo, la libertad en el socialismo, la conciencia, el papel de vanguardia que les corresponde cumplir a los dirigentes; y a la importancia de la educación, la cultura y el arte; el rol de las masas; el encargo supremo de la juventud.

Si algo requiere Cuba, en esta era compleja y cargada de desafíos, para ver florecer al hombre nuevo, es que sus hijos más verdes interioricen los valores incomparables de esa nueva sociedad, sin almidón y sin ataduras, de la que habló el Che hace cuatro décadas y media y no deja de ser una estrella soñada… pero jamás imposible.

No en balde él nos remarcó para la eternidad que en el largo camino hacia el socialismo —no exento de errores y retrocesos— es particularmente importante la juventud «por ser la arcilla maleable con que se puede construir al hombre nuevo sin ninguna de las taras anteriores».

Claro, sería ingenuo creer que, pese a la vigencia extraordinaria del texto, el tiempo no ha pasado. Esa arcilla elástica del presente está compuesta por jóvenes constantemente lloviznados por las bombas sutiles de la modernidad, las cuales pueden estallar, sin mucho trabajo, en sus mentes. Eso, si los dejamos a la desbandada, sin brújula y sin explicaciones.

¿Cómo podrán los más bisoños entender e introducirse en la piel esa obra guevariana si la ignoran o la ven como un montón lejano de grafías? ¿Cómo podrán concretar esos hermosos sueños de una sociedad más justa si unos cuantos no se ven a sí mismos como los hombres nuevos del siglo XXI?

Ese es uno de los tantos retos que nos plantea el presente. Y no se trata de reproducir un ensayo —abogo, de hecho, por otras ediciones— y aprendérselo de memoria; o de repartirlo entre pupitres, aunque no vendría mal.

El meollo del rompecabezas sobrepasa la forma y el contenido de un escrito vigoroso. La médula de todo está en que los más imberbes y los menos sepamos participar en esa nueva sociedad y no la veamos como penumbra distante; que señalemos sus pifias sin miedo y sin adornos; que entendamos al hombre de carne y hueso, de sentimientos y palabras; que no se nos vuelva fango la arcilla; que, sobre todas las cosas, no perdamos la capacidad de pensar.

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