Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Candado

Autor:

Osviel Castro Medel

Todo está cerrado. La puerta, enrejada, tiene incluso un candado bien grande. Y cerca de este un letrero ¿gracioso?: «Estamos afectados por fluido eléctrico. ADMON».

Lo más chocante del anuncio es que se exhibe un viernes a plena mañana, sin anunciar hora de apertura alguna (porque no la habrá); y que esa oficina enclaustrada hipotéticamente existe para ser puente «viabilizador» de trámites de la población, vinculados a papeles, firmas, cuños y «hasta etcétera» que, hasta donde yo sé, NO funcionan con energía eléctrica. Y lo peor es que seis días después, un jueves, nació la misma clausura en esa unidad, con idéntico cartel y todo.

¿Será que ya llegamos a la era de los cuños con corriente y de gavetas que se abren por controles remotos? Me enteraría ahora.

Pero más allá de la respuesta afirmativa o negativa, habría que posarse, con este ejemplo de la realidad, en el concepto de trabajo como necesidad y como deber en la Cuba de estos tiempos.

No habría que caminar demasiado lejos en el intento de ejemplificar las incontables excusas desnudadas hoy para interrumpir un servicio al público en muchas entidades e instituciones. Existen cerrados «por inventario», «por fumigación», «por día de la técnica», «por mantenimiento», «por día de la higiene», «por falta de agua», «por agua» (filtraciones), «por cambio de labor», «por reparación», «por ciclón», «por peligro de derrumbe»… y «por fluido eléctrico».

Y ya, en algunos lugares, es costumbre entronizada y es reflejo en la mente poner la cerradura, el candado al cerebro cuando aparece un obstáculo menor o mayor.

Quizá en ese cerrojo intangible cabalgue el mayor peligro; porque la actualización del modelo económico de la que tanto se habla por estos días requiere también una rápida actualización mental de los jefes y subordinados y, sobre todo, un reajuste de los mecanismos de pago y control de resultados, que potencien el trabajo como una vez soñamos y que abran la mayor cantidad posible de candados.

Pienso ahora mismo en aquel primer día sin corriente y en cuánto podían haber hecho aquellos empleados públicos —ya que se cerraron al público— en la limpieza del local, reacomodo de la estantería, ordenamiento del mar de papeles, limpieza de la jardinería…

Y pienso en cuántos papeles podían haber entregado el segundo día «sin fluido» en el portal pequeño donde estaba aquel cartel nefasto. ¡Cuántos hubieran retornado a sus moradas o centros laborales sin haber perdido tiempo y zapatos si aquellos no hubieran colocado inmediatamente después del apagón aquel candado en la puerta!

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