Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Lejos de Londres y Nueva York

Autor:

Nyliam Vázquez García

¿Cómo alguien puede pensar que en un país en guerra los niños están más seguros que en cualquier otro lugar del mundo? Pues sí, no solo lo piensa, lo sostiene y además lo hace público durante una entrevista. Al parecer para Mark Sedwill, enviado de la OTAN a Afganistán, los pequeños de esa nación se mudaron a otro planeta, o peor aún, malviven y mueren en el que las tropas extranjeras ocupan, mientras los autoproclamados salvadores intentan hacer creer lo contrario.

«Las ciudades afganas son como una red de pueblecitos donde los niños están probablemente mucho más seguros que en Londres o Nueva York», aseguró el funcionario citado por Reuters. Y aun más, dijo que, incluso en lugares donde los enfrentamientos son casi a diario como Kandahar, los niños llevan una vida «con normalidad y de forma segura».

En ese punto no queda más que preguntarse si ese señor fue sobrio a la entrevista o si de verdad se cree que puede convencer de semejante barbaridad. ¿Acaso no sabe que aumentaron las muertes de menores a un 155 por ciento en la primera mitad del año con respecto a 2009?

Las críticas al funcionario de la OTAN no se hicieron esperar. Justin Forsyth, director de la ONG Save the Children, calificó de «erróneo» el comentario y volvió sobre espeluznantes datos, que por alguna inexplicable razón, Sedwill ignoró. Por cierto, como era de esperar, lo contradicen totalmente.

«Afganistán es el peor lugar del planeta para un niño: uno de cada cuatro que viven allí muere antes de cumplir cinco años», afirmó Forsyth, quien sostuvo que «el año pasado fue uno de los peores desde finales de 2001 para los infantes afganos porque murieron más de mil a consecuencia del conflicto».

Por si fuera poco, como también apuntó el director de la ONG, «850 niños mueren cada día, muchos de ellos de enfermedades evitables como diarreas, pulmonía o porque están desnutridos». ¿Dónde están los que «reconstruyen» un país que ellos mismos se han encargado de dejar en ruinas? ¿Dónde los millones que cuesta a los ocupantes esa guerra? Obviamente, en defender la seguridad y salud de los menores, no.

Está claro que antes de la mencionada comparecencia pública el enviado «especial» de la OTAN tampoco tuvo acceso a un informe de la UNICEF de noviembre de 2009, el cual asegura que Afganistán es el lugar más peligroso del mundo para nacer. ¿Será que sus asesores les escondieron este y otros documentos más recientes para que hiciera el ridículo ante los medios de comunicación? Ni siquiera por curiosidad se asomó a la web de Wikileaks, que en los más de 90 000 folios secretos que develó de la guerra en Afganistán, documenta no solo el calvario de los niños afganos, sino de todo ese pueblo.

Aunque es un secreto a voces, a fuerza de mentiras Washington y sus aliados insisten en hacer creer que tienen controlada la situación en esa nación asiática. Peor aún, que los afganos viven —aunque si acaso sobreviven— mejor que en 2001, cuando se inició la cruzada de Mr. Bush contra el terrorismo.

No pocos expertos aseguran que la violencia en el país está en su peor momento desde que se inició el conflicto y que las bajas de civiles y de militares son desproporcionadas.

En ese contexto, la afirmación de que los niños viven más seguros en Afganistán que en Londres o Nueva York deja la mueca de una broma macabra, el amargo sabor de la burla descarnada ante el sufrimiento provocado, justamente, por los intereses que la OTAN representa. Quizá el sueño más recurrente de esos pequeños sea mudarse a otro planeta; lo cierto es que nacen y mueren a destiempo bien lejos de Londres y Nueva York.

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