Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Nuestra manera de disentir

Autor:

Ricardo Ronquillo Bello

Algo invita a una seductora conexión entre un editorial de nuestro diario, que salió a la luz el 13 de marzo de 1999, y los 120 años del Periódico Patria y del Partido Revolucionario que le dio origen, que celebraremos este 14 de marzo.

Este diario fue y será disidente fue el título con el que Juventud Rebelde anunció el regreso a su salida diaria. «Tenemos la obligación moral y patriótica de disentir de quienes se avergüenzan de su pasado, de quienes se venden por 30 monedas verdes, de quienes adoptan la incómoda posición de andar genuflexos para que el aire les bendiga desde el norte; disentimos de quienes no creen en los sueños, de los acomodados y los corruptos», anunciábamos entonces. «Regresamos en rebeldía contra los vagos físicos y mentales, los indolentes y chapuceros, los pesimistas, los derrotados».

En aquel editorial se postuló también que retornábamos al diarismo no como periódico independiente, sino como una gran dependencia de nuestra historia, de nuestro pueblo, de nuestras tradiciones más genuinas y valederas, de nuestra Revolución.

El editorial no hizo más que reafirmar a los lectores, en la etapa en que sorteamos el mayor golpe moral al socialismo, lo que ha sido el dilema de los profesionales de la prensa en Cuba.

Venimos de una tradición periodística y revolucionaria sedimentada por la más honda vocación de servicio, heredada de los fundadores de la nación, entre ellos el padre Félix Varela, quien al abordar la función y el alcance de este ejercicio apuntó que renunciaba al placer de ser aplaudido por la satisfacción de ser útil a la patria. Para José Martí la prensa debía ser el can guardador de la casa patria: «Debe desobedecer los apetitos del bien personal, y atender imparcialmente al bien público».

Ese legado debería servir también para los acostumbrados a la apología, los silencios y torceduras que nunca faltaron en el complejo camino de la construcción del socialismo, y como soporte para el tipo de prensa que reclaman casi todos los actores sociales, políticos y económicos del país, incluyendo generaciones de periodistas.

Es inviable que continuemos dando aliento a formas de periodismo de reafirmación que se enquistaron en no pocos de nuestros espacios, y crezcamos hacia otras para confrontar las mejores ideas revolucionarias. También, que transitemos de formas de dependencia a las de independencia institucional, o de autorregulación, como lo han fundamentado los maestros.

Las maneras periodísticas de reafirmación y de acentuada dependencia institucional ignoraron no pocas veces el abordaje de los errores, haciendo más compleja y costosa la reversibilidad de sus consecuencias.

No pocos males que hoy arrastra nuestra sociedad permanecen por la distorsión de las funciones de contrapeso y equilibrio de los medios, que ocurrió junto a la de otras estructuras de confrontación democrática del país. El voluntarismo, combinado con la apología y la ausencia de autorregulación institucional, terminaron siendo una lamentable trinidad.

No es casual que la prensa, que había llegado a su último congreso de la UPEC con una actualización de las orientaciones del Buró Político para su trabajo, se encuentre ante una necesaria transformación, remarcada en los debates recientes de la Conferencia Nacional del Partido y en los que hemos tenido por estos días a instancias de la Unión de Periodistas.

Se hace inevitable marcar con claridad los espacios institucionales de la prensa, para cerrar el paso al intrusismo y las mediaciones que alteraron sus contenidos y funciones, sobre todo en la Cuba que reevalúa sus estructuras, y en la que el Partido y las instituciones ajustan sus vínculos y conexiones con la sociedad.

Esto ocurre cuando la Revolución actualiza su modelo económico, como el primer paso hacia graduales modificaciones, sobre las cuales, como ya hacemos no sin dificultades e incomprensiones, nos corresponde la responsabilidad de contribuir a los necesarios consensos políticos y la activación de la vigilancia profesional para evitar que se distorsionen sus alcances y motivaciones.

No es posible ignorar que la Revolución está a punto de adentrarse en su más dura prueba de fuego: la desaparición de la generación histórica en el liderazgo.  También, mientras los medios cubanos perdemos gradual, aunque inexorablemente, el monopolio de las influencias, como resultado del auge de las nuevas tecnologías.

En este reajuste la prensa cubana debe tener el camino expedito para apoyar el debate cívico y el contragolpe revolucionario. No importa que ladren, Sancho: convicción frente a tergiversación.

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