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David Rivera y su «malandraje»

Autor:

Lázaro Fariñas

Cuentan que lo mejor que puede hacer alguien sitiado es tratar de crear algún tipo de maniobra desviacionista para escapar. Crear algún tipo de ruido por otro lugar, que distraiga a los sitiadores, es la mejor opción que tiene el sitiado para poder huir. Es más o menos igual que tratar de descalificar al oponente en cualquier tipo de debate público en que uno se vea medio perdido.

En el primer caso, se logra abrir una brecha por donde escapar mientras los enemigos miran para el otro lado; y en el segundo, se logra ofuscar al contrario mientras este busca respuestas para defenderse. El que más y el que menos ha utilizado alguna de esas tácticas cuando se ha encontrado en una situación similar. En guerras irregulares se utiliza bastante la primera. En debates políticos se utiliza con frecuencia la segunda.

Con el congresista cubanoamericano por la Florida, Mr. David Rivera, parecen ser recursos que constantemente usa. El hombre, cada vez que se ve medio atrapado, lanza una táctica ofensiva por otro lado para crear la desviación. Podríamos decir que este caballero tiene maestría en la materia.

Hace unos días la Fiscalía Estatal del Condado de Miami-Dade y el Departamento de Policía Estatal, después de una investigación que duró 18 meses, no presentó cargo alguno contra Rivera. La investigación fue por sospecha de malversación de fondos de la campaña electoral del mismo y haber ocultado dinero recibido como consultor de un posible casino de juego.

Por supuesto que se declaró inocente de haber cometido algún delito, a pesar de que sale a la luz pública que 50 000 dólares fueron donados por el Partido Republicano de la Florida a una organización que —según la misma— nunca los recibió. Sin embargo, una empresa fantasma, dirigida por la madre del legislador, sí recibió

25 000 dólares y una consultora muy amiga de él acogió, el mismo día, la misma cantidad de dinero. Vaya, hay que ser idiota para no darse cuenta de dónde llegaba el dinero que recibieron la madre y la amiga de Rivera.

Como si fuera poco, Rivera organizó una empresa a la cual bautizó como Millennium y nombró a su señora madre como presidenta de la misma. Esa compañía fantasma recibió un pago por medio millón de dólares de parte de Flagler Dog Track, un canódromo de Miami que quería convertirse —y de hecho lo logró— en un casino de juego que opera actualmente en esta ciudad. No pasó mucho tiempo para que Rivera recibiera un cheque de la tal Millennium por valor de 132 000 dólares. Definitivamente, las autoridades de la Florida se hicieron de la vista gorda y le tiraron una toalla al «flamante» congresista, aunque —según un reportaje publicado en el periódico local— el FBI y el Servicio de Rentas Internas (IRS) han continuado investigando sobre él.

La táctica usada por Rivera para desviar la atención sobre estas pesquisas es la de apoyar y presentar legislaciones en contra de Cuba y de los cubanos que quieren a su país. No hay día en que el hombre no aparezca en algún programa de radio o de televisión para defender sus propuestas legislativas. Dicen que la mejor defensa es una buena ofensiva, y es precisamente lo que hace el bicho de David Rivera.

Cuando estaba en la Cámara de Representantes estatal eran continuas sus propuestas legislativas para hacer daño a los cubanos que quieren viajar a Cuba. Incluso, presentó una ley que prohibía a las universidades estatales gastar dinero en viajes académicos a la Isla, lo cual le costó miles y miles de dólares a los contribuyentes floridanos para que el estado defendiera la famosa y discriminatoria ley en las cortes de justicia. Como los dólares para pagar a los abogados no salen de sus bolsillos, a Rivera le importa tres bledos el dinero que pueda costar defender sus engendros anticubanos en las cortes.

Después, volvió a hacer algo parecido con las empresas que realizan los viajes fletados a Cuba, o sea los chárteres. Ahora presentó otra ley en el Congreso Federal para limitar otra vez los viajes de los cubanoamericanos a Cuba. El hombre está en una constante ofensiva contra los viajes a la Isla, definitivamente, y no es porque le moleste tanto que los cubanos vayan a visitar a sus familiares, sino como un modo de estar en la palestra pública para desviar la atención de su «malandraje».

El congresista Rivera es muy amigo del senador Marco Rubio, tanto como que vivieron juntos en la capital del estado cuando ambos eran miembros del congreso estatal. Son tal para cual, algo así como «Dios los cría y el diablo los junta».

Rivera tiene cara de bobo, pero no lo es. Sabe muy bien cómo jugar el jueguito y hacer las picardías para salir ileso. ¿Saldrá limpio de las investigaciones del FBI y del IRS, como salió con las de la Florida? Nadie se debe burlar de las leyes, por muy bicho y malandrín que sea. Riverita posee las dos cualidades. Vamos a ver en qué termina todo esto. Espero que, de una forma u otra, se haga justicia.

*Periodista cubano radicado en Miami

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