Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La empresa como una gran familia

Autor:

Heriberto Cardoso Milanés

¿El clima interno de su centro de trabajo es similar al de «un cuartel», «una selva», «un club de amigos» o «una familia»?

Aunque parezca un tanto atrevida la pregunta, lo cierto es que las respuestas a este cuestionamiento provocador son muy variadas, como diversas son las relaciones en que se desenvuelve la labor cotidiana de muchos trabajadores en su fábrica o empresa.

Ello depende en gran medida de hasta qué punto cada quien se siente a gusto mientras realiza la actividad laboral, vinculándose a distintos estilos de dirección y a colectivos de compañeros entre los cuales predominan relaciones necesarias, en ocasiones impregnadas de un espíritu de colaboración y cordialidad pero en otras  —lamentablemente— no animadas por los más sanos sentimientos.

No se trata de una simple especulación, sino del resultado que a menudo se conoce a través de distintos estudios de comunicación u otras disciplinas que se realizan en empresas o instituciones existentes en nuestro entorno. Tales indagaciones se interesan por conocer hasta qué punto en esos sitios se manifiesta una verdadera cultura organizacional, cuáles son los valores y principios que predominan entre obreros y demás empleados que laboran en ellos, y qué piensan sus demás públicos o clientes acerca del producto que estas ofrecen o el servicio que prestan a la población.

Por supuesto que no se trata de preguntas aisladas, sino de un conjunto de opiniones, sentimientos e ideas que expresan trabajadores y directivos con respecto a su organización, y a través de las cuales se manifiesta el grado de unidad, sentido de pertenencia y satisfacción que los mismos experimentan como miembros de ella.

Hay claros síntomas de que una organización está «enferma» allí donde quienes conviven y laboran se sienten inmersos en relaciones de ordeno y mando, o cuando predomina «la ley del más fuerte y el sálvese quien pueda» entre colegas, y cada quien lucha como ente aislado por triunfar y sobrevivir, aunque no siempre las vías de ascenso sean las más nobles; mientras que, por el contrario, la entidad comienza a dar síntomas de un ambiente «saludable» cuando la amistad y cordialidad rige entre compañeros de labor, y aún más, cuando todos consideran que el centro de trabajo es como «una gran familia»…

Las consecuencias de un estado de ánimo u otro entre esos trabajadores se perciben, desde los primeros momentos, por el público que entra en contacto con la institución o centro. Se manifiestan en la cordialidad y el buen trato, en la calidad del producto que se crea y ofrece, en la cultura del servicio que se presta, en la atención a las quejas o el ofrecimiento de la información que un cliente necesita.

Un trabajador disgustado genera clientes insatisfechos, de la misma manera que un trabajador que entrega su esfuerzo a gusto, tiene consigo casi todas las bazas para crear calidad y esta, a su vez, genera placer y complacencia en quienes consumen sus productos o servicios.

La columna vertebral de toda esta cadena de relaciones son los directivos y líderes de la gestión empresarial e institucional, incluyendo representantes de los sindicatos y las organizaciones políticas a esa instancia. De ellos depende la salud del ambiente laboral y la capacidad de aglutinar y mover las voluntades del colectivo en pos de cumplir los compromisos que exige el país, lo cual no ha de entenderse como el acto de resolver los retos sin escuchar a los trabajadores y hacerlos participar en las decisiones y los cambios.

Cultura organizacional es eso: compartir propósitos, valores y actitudes elevadas y diferenciadoras.

Todo ello refirma la necesidad de forjar la unidad del colectivo en la lucha por alcanzar los más altos objetivos y convertirse en una verdadera y gran familia. Se requiere voluntad para concretar ese cambio, pero en ocasiones hace falta acercar la ciencia para despejar todas sus incógnitas. Los desafíos en este terreno pueden ser mayúsculos, pero nuestro país cuenta con centros de investigación que pueden brindar una valiosa contribución para realizar diagnósticos e identificar los mejores caminos a seguir. Aquí, como en otras cuestiones de la vida, hay que integrar saberes y no desechar ninguna interpretación.

Nuestras empresas e instituciones precisan el esfuerzo comprometido y la participación interesada de todos, y ello requiere que cada quien disfrute lo que hace y con quienes lo lleva a cabo.

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