Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¡Que los tíos vuelvan a estar vivos!

Autor:

Yuniel Labacena Romero

Hace días emprendí el camino al cercano parque infantil del que tantas veces disfruté, cuando niño, en compañía de mi madre. Y ¡qué lastima!: cuando pasé cerca del tiovivo —ese aparato que inevitablemente marea y fascina a los más pequeños—, supe que el guardaparques, nuestro «tío» de siempre, como lo llamábamos, había fallecido.

Su ausencia me hizo pensar en cuán poco reconocemos la callada contribución de esas personas a preservar lugares tan especiales. Al mismo tiempo, «descubrí» que gracias a sus artes el parque no se había convertido, como se develaba ahora ante mis ojos, en un terreno abandonado, cubierto de hierba y trastos viejos…

Estos trazos afligidos podrían dibujar lo que ocurre con otros parques infantiles, espacios entrañables cuya conservación a veces parece quedar, como dirían los más viejos, a la buena de Dios.

El de la artemiseña comunidad Ramón López Peña, donde vivo, es reflejo de este sentimiento. Ese sitio, necesario para el desarrollo integral de los infantes y de la propia localidad, tiene sus columpios y cachumbambés desarmados y la maleza ha invadido cada área donde antes se levantaban aquellos.

Y uno se pone a pensar que ese es el resultado de no haber sido sistemáticos. Sí, porque en ocasiones se pospuso la decisión de repararlos para atender otras urgencias; o porque primó el criterio de que no era necesario considerar soluciones desde la localidad si estas podían generarse desde la provincia, razonamiento que de cierto modo convirtió en enemigo al reloj.

Mas no todo tuvo que ver con esa ventaja que tomó el deterioro, pues diversas indisciplinas y hechos vandálicos han dañado esos espacios —basta reparar en lo «canibaleadas» que han sido las cercas perimetrales de no pocos parques… Pero no hay dudas de que el olvido y la falta de sentido de pertenencia han sido los mejores aliados de los destructores y despreocupados de siempre.

Por eso lo importante es que, antes, velen por los parques infantiles las entidades administrativas responsables y otros interesados, garantizando cierto cuidado a estos espacios y sus aparatos. Servicios Comunales tiene el encargo social de preservarlos, y aunque no siempre dispone de las condiciones necesarias para llevar ese propósito a vías de hecho, de conjunto con las autoridades locales puede implicar más a los ciudadanos en acciones de protección y rehabilitación de ellos.

Devolver a estos sitios destruidos el lustre de antaño y perpetuar en otros la lozanía que conservan, tendría otros visibles beneficios, permitiendo a los niños jugar, correr o brincar, como todos hicimos a esa edad, y evitando que salgan a jugar en la calle o tengan que ir lejos a disfrutar de un rato de esparcimiento.

El llamado a la conciencia de todos no debe quedar en terreno de nadie. Y hay que adoptar medidas que cierren el paso a la impunidad, particularmente cara y nociva cuando el país medita en dónde pone cada centavo. Se hace imprescindible la unión de los factores en la comunidad, las instituciones y las familias, para que esos rincones multipliquen el alivio y la alegría, no la pesadumbre.

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