Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Ellos lavan el rostro de una ciudad

Autor:

Heriberto Cardoso Milanés

Si es usted de los que sale temprano a la calle, ya sabe a quiénes me refiero. Pero no es solo a esa hora en la cual podemos encontrarlos haciendo su trabajo, porque es común verlos igual —durante todo el día y ya entrada la noche— pasando la escoba en cuadras, calles y avenidas, o en viaje hacia el vertedero de la ciudad para llevar los desechos.

Por supuesto que estamos hablando de los trabajadores de Comunales que laboran en la recogida de basura.

¡Qué trabajito ese…! «Como cualquier otro», habrá quien diga. Pero no es cierto. Se trata de un Trabajo, así, con mayúsculas, una actividad que para muchas personas se encuentra aún en la última escala del empleo.

Son ellos los que se hacen cargo de lo que dejamos o botamos; los que se enfrentan a diario con la mala actitud de quienes tienen el hábito de pensar que al latón de la basura debe ir todo lo que sobre o moleste, incluyendo escombros, hierbas y hasta el fango de la zanja y los restos fétidos de animales que sacrificamos o aparecen muertos en la vía pública.

Son ellos, igualmente, los primeros en percatarse de que lanzamos también al depósito muchos objetos de valor y que pueden reciclarse: envases, cartón, cables y piezas de hierro, acero, cobre, bronce o aluminio, pomos y botellas de vidrio o plástico, artículos caseros, prendas de vestir, neumáticos viejos y un largo etcétera.

Haga la prueba y pregúntele a ellos mismos o a quienes, en el propio vertedero, procesan los desechos y seleccionan y venden en Materia Prima todo eso que para nosotros ya carecía de valor.

No tenemos una idea aproximada de cuánto material desecha una ciudad con sus miles de habitantes y su intensa vida. Decenas y hasta cientos de toneladas de basura pasan por sus manos cada día, cada semana, y no siempre, con las condiciones de protección higiénica que requiere una labor como esa.

Si queremos tener una idea más exacta de lo que significa el trabajo de estos abnegados hombres y mujeres, bastaría con observar los basureros clandestinos que se crean en algunos barrios periféricos o solares yermos de algunas ciudades, emanando desagradables olores y cobijando alimañas de todo tipo. Entonces nos daremos cuenta de que nuestro sistema de salud sería muy frágil si no contara con el tremendo apoyo que significan los servicios comunales.

Cierto es que en ocasiones los hemos criticado. No siempre su labor es eficiente, y por eso cabe, cuando sea necesario, el llamado de alerta. Mas, de vez en cuando es importante decirles en cuánta estima tenemos lo que hacen: sin esa labor, nuestro medio ambiente y hasta nuestra supervivencia corren peligro.

Por eso aplaudí la afirmación de una estudiante, tiempo atrás, que en una charla sobre la importancia social del trabajo me dijo con orgullo:

—Mi papá es trabajador de Comunales, un recogedor de basura. Hay quien me lo echa en cara, pero yo siempre respondo: «Sé que su labor es muy importante. Él y muchos otros son los que cada día lavan el rostro de la ciudad en que vivimos».

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