Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Solo hace falta un buen servicio

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

Tahimí asegura que tuvo muy mala suerte la semana pasada. Quiso regalarse un momento de distracción, pero la mala educación, la apatía y la desidia visibles en varios centros de su provincia, Sancti Spíritus, le pusieron una zancadilla.

«Salí del trabajo deseosa de tomarme un helado y no imaginé que saborearía amarguras. Después de una hora parada al sol, logré entrar a Coppelia. Cuando pensé que ya todo sería rápido, debí esperar 20 minutos más hasta que hice el pedido. Al llegar el dependiente, las bolas estaban derretidas. Más tarde me dirigí a una tienda de Artex y no recibí una bolsa donde llevarme la mercancía que compré. En la plaza del mercado me estafaron casi una libra de la carne... ¿Hasta cuándo estaré pagando por malos servicios?», se inquietó la joven.

Hechos similares a estos ocurren diariamente en disímiles entidades de servicios, cuya relación con los clientes aún no ha jerarquizado la satisfacción de estos como la meta principal.

Los análisis de las causas de este fenómeno han sido recurrentes, pero su persistencia mueve a pensar si estos han sido integrales y si se han tomado las medidas necesarias para cortar de raíz el mal.

A simple vista, la organización del trabajo por las administraciones se presenta como un flanco vulnerable a malas prácticas en la atención a los consumidores. A cerrar esa brecha va enfocada precisamente la labor de los inspectores estatales, que no siempre es bien comprendida ni resultan adecuadamente empleados sus resultados.

Inspectores de la Dirección Estatal de Comercio de Sancti Spíritus resumieron tiempo atrás las indisciplinas más frecuentes que hallaron en sus recorridos por centros estatales que visitaron. Las violaciones de las normas higiénico-sanitarias, de horarios de trabajo, de los pesos de los productos y de la obligación de certificar sistemáticamente las básculas —el rejuego con los pesos muchas veces ayuda a burlar a los consumidores—, fueron las transgresiones más identificadas.

En su afán por ordenar los procesos, esos especialistas han exigido que se apliquen los documentos normativos que rigen la prestación de servicios y la actividad de precios, y en estos ámbitos habían aplicado hasta ese momento 358 y 45 multas, respectivamente, aunque ha de tenerse en cuenta que son más las indisciplinas que se cometen de las que se detectan.

Otra labor de referencia en este campo la lleva la Dirección Provincial Integral de Supervisores. En lo concerniente a servicios y precios, ellos habían aplicado cerca de 6 000 y 9 000 multas, respectivamente. También inspeccionaron a trabajadores por cuenta propia, sector donde hasta ese momento se habían aplicado 2 604 multas.

Pizarras desactualizadas con listas de productos y precios, falta de calidad, el ejercicio de una actividad legalmente no autorizada,  mala higiene y la ausencia de fondo para cambio, fueron los principales males detectados en visitas a diversas entidades.

En el período medido por los inspectores, a nivel provincial también se habían aplicado otras medidas, entre ellas 14 separaciones del puesto laboral, cien descuentos salariales y tres afectaciones de la estimulación.

Lo más importante es que el control no puede llegar de afuera. Puertas adentro debe primar la cultura de ofrecer un buen servicio y el sentido de pertenencia con la labor que se realiza. Cada quien debe hacer de su profesión un estandarte, y la exigencia, el control, el respeto y las ganas de obtener más sin violentar los derechos de los otros, deben ser el decir y el hacer de cada jornada.

Tahimí solo exige pagar por un buen servicio.

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