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¿Se sueltan o las sueltan?

Autor:

Nelson García Santos

Como si se tratara de una minucia, sorprende todavía a estas alturas la persistencia de estos hechos riesgosos para la vida. Lo paradójico del caso está en que la solución definitiva depende más del ejercicio de la responsabilidad, que de recursos materiales.

Así, al concluir cada año, cuando vamos con la esperanza de poder dar la gran noticia de que, al fin, se logró contener el ganado suelto en las vías férreas, nos sorprende el mismo panorama: todo sigue más o menos igual. Es lo de nunca acabar, según revelan las cifras.

Realmente resultan impactantes si tenemos en cuenta que cualquiera de los 80 atropellamientos de animales al interponerse al paso, principalmente, de los trenes de pasajeros en Villa Clara, Sancti Spítirus y Cienfuegos, pudo desencadenar el pasado año una tragedia mayor.

El ganado suelto en la vía o amarrado en la franja de esta, constituye un mal añejado en estas tres provincias, que exhiben el funesto récord de ser los territorios del país con la mayor incidencia de estos hechos.

La zona más afectada es la Línea Férrea Central en los tramos villaclareños de los municipios de Santo Domingo, Ranchuelo y Placetas, y los espirituanos de Cabaiguán y Jatibonico, según ha revelado Gustavo Cruz Martínez, director adjunto de la Empresa Ferrocarriles del Centro.

En lo que corresponde a Cienfuegos, la de menores percances, se originaron en el trayecto a Santa Clara y en la Línea Sur de La Habana a Cienfuegos.

Por suerte, los hechos solo ocasionaron demoras en la circulación de los trenes y daños materiales de menor cuantía. Pero resultan en extremo peligrosos porque pueden provocar el descarrilamiento del tren, con resultados impredecibles.

La causa de esta situación se sustenta en no tener bien cercados los potreros colindantes con el ferrocarril, infracción en la que incurren los sectores estatal y privado. Lo de amarrarlos en la franja de la vía constituye un desacato a la vista pública.

Y todo esto sucede a pesar del trabajo preventivo con los dueños de ganado en las zonas próximas al ferrocarril lo que, obviamente, tampoco ha rendido los resultados esperados.

A juicio de Cruz Martínez, se debe proceder a la confiscación del ganado. La multa —razona— tampoco ha demostrado eficacia para contrarrestar la situación y, además, en ocasiones, tampoco es posible identificar a quién pertenece el ganado involucrado en los incidentes, por falta de la presilla en el animal o la marca de fuego.

Lo que sí deviene inconcebible es la traba que existe ahora para llevar a cabo la confiscación. Explica el Director Adjunto de la Empresa Ferrocarriles del Centro que esta entidad preparó un vagón para recoger el animal suelto o amarrado en la franja, pero se ha paralizado porque la Agricultura alega la falta de condiciones para preparar un transporte y trasladar el ganado recogido desde la dependencia del ferrocarril hasta una empresa ganadera. ¿Harán falta tantos recursos a fin de habilitar una carreta para esos menesteres?

En este fenómeno también hay una arista, imposible de pasar por alto. Cuando un tren arrolla al animal, por lo general en un lugar apartado, la tripulación avisa a la estación más cercana, que a su vez lo comunica a la policía.

Sin embargo, muchas veces cuando llegan las autoridades ya desaparecieron las partes principales del animal. Se cuenta, incluso, que una vez encontraron una vaca sobre los raíles a la que le habían cercenado las carnes más suculentas.

Un desenlace fatal estuvo a punto de sobrevenir a inicios de este año en el municipio villaclareño de Encrucijada, cuando un coche motor de pasajeros colisionó a la salida de un puente con un toro y produjo el descarrilamiento y semivuelco del vehículo. De puro milagro no fue a parar al barranco con su carga de pasajeros.

Ante lo reiterativo del problema y las incongruencias a la hora de evitar o, al menos, lograr que sean excepciones las reses fugadas de los potreros, uno llega hasta especular: ¿realmente se sueltan o las sueltan? No sé, me huele mal.

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