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Sofía y sus enigmas de peso y vida

Autor:

Julio César Hernández Perera

Hace pocos días vino al mundo Sofía, una hermosa niña que nació con cerca de 3 800 gramos. En este goce tuvieron que ver los cuidados perinatales, sobre todo cuando en una de las primeras consultas se disparó la alarma de un posible retardo del peso: todavía es fácil recordar la ansiedad de la abuela Cándida que, con su siglo de vida y gran claridad de mente, estaba muy preocupada porque le naciera una biznieta «enclenque».

Desde antaño era así como llamaban a los infantes que nacían prematuramente o muy delgados. Los médicos también usaron este término hasta principios del siglo XX, cuando optaron por llamar «de bajo peso» a los recién nacidos con menos de 2 500 gramos (aproximadamente cinco libras y media) en las estadísticas de salud, por ser el principal factor asociado a los gramos.

El bajo peso al nacer constituye un indicador trascendental de muertes y enfermedades importantes en los recién nacidos. Por eso en Cuba no nos debe extrañar que se diseñen estrategias para reducir al máximo este factor.

Nuestro país contrasta con la realidad que se vislumbra en otras naciones, sobre todo las que poseen menos recursos económicos, donde los niños con bajo peso pueden llegar a representar aproximadamente la mitad de los nacimientos. Se estima que cada año nacen en el mundo cerca de 20,5 millones de niños con bajo peso, lo cual representa cerca del 17 por ciento de los nacidos.

Lo que los cubanos vemos como un silogismo muy claro en cuanto a la atención materno-infantil, eso que para nosotros es un logro de la salud cubana, puede resultar para muchos de quienes viven fuera de nuestras fronteras algo incomprensible. Es lo que sucedió a las doctoras estadounidenses Yasmin Neggers y Kristi Crowe, y como tal expresan en la introducción de un artículo publicado en el año 2013 en la revista norteamericana Journal of the American Board Family Medicine.

Las autoras investigaron por qué las tasas de bajo peso al nacer eran mejores en Cuba que en el estado de Alabama, Estados Unidos, y tal búsqueda les llevó a afirmar: «Cuba continúa siendo un enigma para América del Norte y Europa».

Nuestra Isla —resaltaron las científicas— exhibió una tasa de bajo peso al nacer de tan solo 5,1 por ciento en el año 2009, inferior a la reportada en Estados Unidos (7,7 por ciento), y en especial, a la del referido estado del sudeste del país norteño (10,4 por ciento).

Para encontrar explicación a esa realidad, las investigadoras buscaron datos estadísticos en aras de evaluar el impacto de

determinados factores que pudieran haber influido en este contraste de tasas de bajo peso al nacer, y por lo tanto, de la mortalidad infantil. También se motivaron a visitar Cuba en febrero del año 2012, donde intercambiaron ideas con médicos, investigadores y otros profesionales en el Instituto de Nutrición e Higiene de Cuba.

Lo que encontraron Yasmin y Kristi fue un logro que es resultado de un efectivo Programa materno-infantil, orientado principalmente a la atención primaria de salud, la cual, asimismo, es gratuita y universal.

La asistencia accesible a toda la población, sin distinciones de ningún tipo, tiene un valor extraordinario. Es una premisa que debe tenerse en cuenta en Estados Unidos, si realmente quieren alcanzar allí mejores indicadores de bajo peso al nacer y de mortalidad materna: a pesar de ser una nación «desarrollada», dentro de sus fronteras el derecho a la salud es un privilegio generalmente excluyente para los pobres y otros grupos sociales, como los de piel negra.

Para acreditar mejor el problema que se expone, veo oportuno remitirme a otro estudio publicado en febrero de 2014 en la revista norteamericana American Journal of Preventive Medicine. Sus autores, investigadores del Departamento de Salud, y del Buró de salud infantil y materna de Estados Unidos, resaltaron cómo en estados del sur de ese país, como la Florida, Georgia, Misisipi, Carolina del Sur y Luisiana, la mortalidad infantil es llamativamente más elevada, comparada con el resto del país.

Los investigadores probaron que el principal factor asociado a este patrón fue la elevada mortalidad de los hijos de madres de piel negra (afroamericanas). Y de esta manera, se demuestran las consecuencias de una gran brecha existente entre negros y blancos, la cual ha permanecido inalterable en la nación desde hace muchos años: esta población acoge los mayores problemas sociales engendrados desde que existía allí el esclavismo hasta nuestros días.

Son estos suficientes argumentos que nos esclarecen, una vez más, por qué defendemos con ímpetu nuestro sistema social con el cual alcanzamos, entre otras cosas, la felicidad y la tranquilidad cuando declaramos las tasas más bajas de mortalidad infantil del mundo (se ha de recordar que en el 2013 fue de 4,2 por cada mil nacidos vivos). En estas realidades están las claves que dan respuesta a la fortuna que habita en la familia de la pequeña Sofía, con todos sus enigmas de peso y de vida.

*Doctor en Ciencias Médicas y especialista de Segundo grado en Medicina Interna

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