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¿Quién es el mejor amigo del perro?

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Todavía recuerdo a Suso, y sonrío porque llegó a acostumbrarse a ese nombre cuando seguramente ya respondía a otro. Durmió una noche en la entrada de la casa y desde entonces nos «visitaba», y nos hicimos responsables de su comida, su agua y hasta de la idea de bañarlo, aunque su tos constante nos preocupaba.

Parece viejo —nos dijo el vecino—, y de pensarlo se me estrujó más el corazón. ¿Quién pudo abandonarlo a esas alturas después de haber disfrutado de su compañía, sus juegos, sus cuidados, su fidelidad?

Suso vivía en la calle, aunque su aspecto reflejaba que poco tiempo había transcurrido desde que lo obligaron a dejar su hogar. Se mostraba temeroso ante la cercanía de quien fuera a acariciarlo y junto a otros perros «discutía» la comida que apareciera. No pocas veces lo vi salir airoso de un atropello, gracias a que algún chofer se percató de su torpeza al caminar y su baja visión.

¿Cuántos no corren la misma suerte de Suso? ¿Cuántos como él intentan resguardarse a duras penas del frío, pasan hambre y son rechazados con muecas de asco y hasta patadas por padecer enfermedades?

Según estadísticas del año 2012 registradas por el Departamento de Higiene y Epidemiología del Ministerio de Salud Pública, la cifra de perros callejeros en nuestro país asciende a más de 200 000, mayormente localizados en las ciudades de La Habana, Santiago de Cuba, Santa Clara y Camagüey.

Es triste que muchos de ellos sean callejeros y no precisamente por haber nacido en esa condición o haber sido abandonados por sus dueños, quienes se aburrieron un día de tenerlos o les resultó «poco» el tiempo para atenderlos. Sucede que podemos encontrarnos con canes que deambulan por la vía pública durante el día hasta que sus propietarios regresen a la casa, y no son pocos los que se ven enrolados en accidentes de tránsito, en peleas o en situaciones de violencia humana sobre ellos.

¿Cómo evitar que prolifere este fenómeno? El Programa Nacional de Zoonosis, con su método de captura y muerte, ofrece una alternativa que en definitiva no es la solución, pues siempre la cifra de los nacimientos superará a la de las muertes.

En vista de ello, la Asociación Cubana para la Protección de Animales y Plantas (Aniplant) aboga por la esterilización masiva, proceder quirúrgico que impide la reproducción sin control de los canes y que, gracias a la disposición de veterinarios y personas sensibilizadas con el tema, puede convocarse en varios momentos del año.

Es un camino que salva y no es tan brutal, ha dicho Nora García, presidenta de esta organización, quien insiste en que otros métodos de salvación como la apertura de asilos o refugios temporales son inviables desde el punto de vista económico y, al final, se recurriría al sacrificio si los canes no son adoptados.

Aunque no es la solución definitiva, una ley de Protección Animal pudiera contribuir a que se actúe con mayor responsabilidad, como ha sucedido en otras naciones,  que constituyen referencia de marcos jurídicos aplicados con todas las de la ley para propiciar el bienestar animal. En Francia, por citar un caso, el maltrato animal es castigado con severidad. Si se trata de un abandono, al dueño se le impone una multa de 300 000 euros y una sanción legal de dos años de privación de libertad. ¿Por qué en Cuba no podemos hacer, desde la legalidad, lo que nuestra sensibilidad «ignora»?

A propósito del tema, no está de más reflexionar sobre las conductas cotidianas que asumimos cuando cohabitamos con una mascota. ¿Cree usted que solo maltratamos a nuestro perro, por ejemplo, si dejamos de alimentarlo o si se convierte en víctima de lesiones físicas? Estas no son las únicas situaciones que existen: otras, por más frecuentes, se convierten casi en imperceptibles…

¿Cuántas personas no conocemos que confinan a su can a vivir en el techo, donde puede tener o no protección contra el sol, el sereno y la lluvia, pero al que le negamos de todos modos el afecto de la cercanía? ¿Cuántas veces no ha sido usted presa de Cronos y no le quedan minutos para sacar a «pasear» a su perro antes de irse para el trabajo o al regreso, o después, antes de acostarse? ¿No ha visto algunos amarrados en el balcón o en el patio?

Mientras llega un cuerpo legal que estremezca e impida, en alguna medida, conductas vergonzosas contra los animales, ¿por qué no hacemos más? En la escuela se tienen espacios y herramientas para incidir en la conciencia individual desde edades tempranas, pero es en el seno de la familia donde se moldea un corazón noble para con los demás, y también con los de otra especie.

¿Dónde si no podemos aprender que si el perro es el mejor amigo del hombre, este también debería ser el mejor amigo de aquel?

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