Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Un secreto para ti

Autor:

Enriquito Núñez

Mi esposa es asidua oyente de Radio Enciclopedia desde hace años. Siempre la tiene sintonizada en los cinco radios de la casa —contando los que son radio-radio, más dos equipos de música que vienen con radio incorporado—, pero últimamente también en el del teléfono celular.

Es decir, que en mi hogar se escucha Radio Enciclopedia en cada rincón, unas ocho horas como promedio. Uno llega de la calle y al instante estás bañado de música: Ray Coniff, Paco de Lucía, Richard Clayderman, la Orquesta del ICRT con Portillita, y muchos más que harían interminable la lista…

Yo bromeo con mi mujer, diciéndole que cuando se entra en casa es como si literalmente entraras a Radio Enciclopedia. Los que alguna vez han visitado una emisora radial saben que en ellas está perennemente sintonizada la propia emisora en todos los cubículos, oficinas, archivos, la salita de fumar, los baños y hasta la garita del CVP.  Mi casa es igual… todos los días. Menos mal que todavía no les ha dado por incorporar el reguetón a su catálogo. ¿Se imaginan un instrumental de Gente de Zona por la Orquesta Sinfónica Nacional?

El asunto es que yo soy compositor, y muchas veces simplemente no puedo componer en mi casa, porque no me gustaría pedirle a mi mujer que apague los radios y deje de escuchar su emisora predilecta. Lo que hago en esos momentos, cuando me baja la musa, es que agarro la libreta y voy a buscar el pan o el pollo por pescado, con la esperanza de que en la caminadita pueda componer a capella una melodía, o hilvanar de memoria el texto de mi nueva canción.

Una vez probé ir a buscar las papas con la guitarra y un bloc de notas, y adelanté unos cuantos compases porque me detuve varias veces en el parque, en el portal de la farmacia, bajo un árbol, pero me costó una bronca al regresar a la casa dos horas después, sin las papas.

La emisora Radio Enciclopedia —a la que por razones de edad no puedo dejar de ponerle mentalmente el segundo apellido: Popular— transmite los domingos, a las 8:30 a.m., un ameno e interesante programa cuyo propósito es ayudar a las personas a tomar el control de su mente, relajarse, concentrarse en la belleza y alcanzar la paz, la tranquilidad y el amor: Disfrutar la vida.

La dulce voz de una locutora —como todas las de dicha emisora— va guiando al oyente, dándole instrucciones para abandonar las tensiones cotidianas y dejarse llevar por un bosque lleno de pajaritos y flores, mientras uno va envuelto por una relajante melodía y rodeado de un aura de luz benefactora. La voz te va guiando, diciéndote cómo respirar, dónde y cuándo colocar las manos…

Normalmente a esa hora ya estoy en la cocina haciendo el café, pero mi mujer se queda acostada esperando que yo se lo lleve, como es costumbre desde que vivimos juntos desde hace un cuarto de siglo escuchando Radio Enciclopedia. El domingo yo espero un poquito más para llevarle el café, para no interrumpirla mientras ella está escuchando ese programa titulado Un secreto para ti, en el que te inician en los rudimentos del zen, pero acostado.

Pero hoy, al acercarme al cuarto, escuchaba a la dulce locutora diciendo aquello de «Respira profundamente… Ahora estás en un bosque donde cantan los pajaritos y un manso arroyuelo te invita a acercarte a su orilla… Respira profundamente… Escoge un lugar especial y siéntate tranquilamente, llena de paz, tranquilidad y amor… Ahora estás envuelta en una agradable luz, y lista para disfrutar la vida…».

En ese momento, mientras esperaba con la taza de café en el umbral de la puerta de nuestra habitación, me fue invadiendo una deliciosa sensación de sosiego interior, al ver que mi esposa, sin abrir los ojos, respiraba profundamente y tenía una beatífica sonrisa en su rostro, como si estuviera en el Nirvana.

Pero de pronto, como sacudida por un relámpago, se sentó en la cama y apagó bruscamente el radio. Sin advertir que yo estaba allí, esperando a que terminara la emisión para alcanzarle el café, gritó de manera estentórea, como si yo estuviera al otro lado de la casa, con una voz totalmente ausente de paz, tranquilidad y amor: ¡Enrique, vístete y vamos pa’ la calle, que no tengo brillito de uñas y no hay nada que echarle al potaje!

Ciertamente son asombrosos los resultados de algunos ejercicios de relajación y el budismo zen.

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