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Grecia: la burbuja por estallar

Autor:

Javier Alberto Piloto Rodríguez

Hace unos días Grecia declaró que no podría efectuar su próximo pago mensual de la deuda al FMI por no contar con fondos para ello. El primer ministro, Alexis Tsipras, afirmó que su país cumplirá con los acreedores, pero que no aceptará condiciones humillantes para su pueblo. Aun así, muchos analistas ya consideran que tarde o temprano Atenas declarará el impago total.

El panorama financiero de los helenos se complejiza dada la disyuntiva que se le presenta entre tener que pagar su deuda o sacar adelante su economía. A esto se le suman las posturas intransigentes del Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional (FMI), quienes mantienen intocable la estructura crediticia pactada con el gobierno anterior.

Respecto a este mismo asunto y los cambios de «contexto», la actual administración ha denunciado las ilegalidades cometidas por sus antecesores al ocultar las verdaderas estadísticas de los fondos con que contaba la nación y las condiciones de pago acordadas.

La Comisión Europea y el FMI se mantienen invariables en las exigencias de reformas de desregulación laboral y pensiones, el cumplimiento de los compromisos fiscales y la negativa de una reducción de la deuda. Tanto cerco es demandado por Tsipras, quien apuesta por un compromiso serio en las obligaciones contraídas, pero a la vez por una postura realista ante el difícil escenario que enfrenta Grecia hoy.

Entre las propuestas de su ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, está ante todo un rediseño que permita extender los plazos fijados para la devolución del empréstito y un posible canje de bonos.

Este ha sido el país de la Unión Europea más afectado por la crisis financiara, que comenzara en el 2008. Para el año 2010 los niveles de la deuda comenzaron a ser alarmantes y el Gobierno de entonces apostó por los recortes en el sector público y agravó la depauperización de su ciudadanía. El resultado fueron grandes protestas, las cuales contribuyeron a que el partido de izquierda, Syriza, llegara al poder en enero de 2015.

Ante la hostilidad de estos acreedores, nuevos y viejos socios son considerados en mayor medida por el actual ejecutivo. La firma de nuevos acuerdos con Rusia y el gasoducto Turk Stream se presentan como una seria alternativa al dilema griego, en tanto Moscú ofrece a Atenas una rentable posibilidad de financiamiento a largo plazo.

Por otra parte, se encuentra el grupo de las economías emergentes, Brics, quienes ya han invitado a Grecia a unirse a su Banco de Desarrollo. Tales noticias no le hacen mucha gracia a la Unión Europea y a Estados Unidos. Este último, dicho sea de paso, exige a través del Pentágono que la nación helena se una a las sanciones impuestas contra la Federación de Rusia.

Claro, para un Estado que mantiene fuertes vínculos religiosos, culturales y económicos de larga data con Rusia no resulta nada fácil de convencer. Además, Grecia ha perdido ya a causa de estas sanciones unos 4 mil millones de euros.

La propuesta de entrar a este banco y aliarse más decididamente con Moscú pasa también por la lucha entre los grandes polos de poder. La batalla radica en subordinarse a las doctrinas de Washington o mantener una postura independiente. Un eventual rescate financiero a Grecia por parte de los Brics y el rublo circulando por sus calles supondría una pérdida de legitimidad para Alemania, el corazón del proyecto europeo.

Ante este panorama queda por observar cómo actuará Alexis Tsipras en el momento final en que el dinero con que cuenta se le agote definitivamente y los acreedores internacionales no varíen sus posturas. ¿Se radicalizaría definitivamente Syriza? ¿Optaría este partido por un «borrón y cuenta nueva»?

Tal vez sea esto justamente lo que está esperando el Primer Ministro griego. Así, quedarían Alemania y los del FMI como los culpables del posible default. Al tiempo que esto ocurriera, otros países en crisis de la eurozona podrían imitar la iniciativa griega y buscar ayuda en el gigante euroasiático.

Lo cierto es que Grecia constituye hoy una bomba de tiempo, una burbuja que en cualquier momento podría estallar. Sobre los efectos de esta explosión, las especulaciones van desde la desaparición del euro y la desintegración de la eurozona hasta la continuidad del escenario actual sin grandes repercusiones. Solo queda esperar.

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