Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El reto de la inequidad

Autor:

José Alejandro Rodríguez

Un verdadero suceso editorial fue la presentación del volumen Retos para la equidad social en el proceso de actualización del modelo económico cubano en el Sábado del libro, mientras en el 7mo. Congreso del Partido Raúl vindicaba la máxima martiana de que «gobernar es prever» y alertaba ante cualquier confusión o decepción, reafirmando las ideas fidelistas de que esta es una Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, y que nadie quedará desamparado.

Entre ambos momentos, casi simultáneos, había un nexo esencial, porque la entrega de la Editorial de Ciencias Sociales, que anda por las librerías del país, de alguna manera compartía el mismo compromiso histórico de detenerse en el camino de la implementación de los Lineamientos de la Política Económica y Social y pulsar los desafíos y nuevos riesgos que los actuales cambios puedan traer a dos principios fundacionales de la Revolución Cubana: igualdad y justicia social.

Retos…, un conjunto de ensayos de investigadores convocados por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), en su gran mayoría mujeres talentosas y perseverantes, disecciona analíticamente, con enfoques interdisciplinarios, los nuevos escenarios de inequidad que han generado las transformaciones de la «actualización», en su afán por ir enderezando la famosa pirámide invertida y dejar atrás un desgastado modelo de ineficiencia económica para tanto paternalismo social.

El mérito primordial de este acercamiento académico es que, con gran agudeza intelectual, visibiliza los peligrosos fermentos de desigualdad, incluso, de pobreza —nada comparables con las asimetrías de otras sociedades— que van apareciendo en Cuba. Y lo hacen bajo ese sano talante de que solo sincerando los problemas públicamente, es que se pueden enfrentar y buscarles inteligentes soluciones. Algo que no deben perder de vista los decisores.

Los autores hurgan en las brechas de bienestar y oportunidades que se ensanchan como nunca antes, por determinantes de ingresos y posibilidades en la sociedad, en cuanto a género, color de la piel y territorios de residencia. También enfocan las secuelas desde las perspectivas del vertiginoso proceso de envejecimiento demográfico, o las inconformidades de la población joven, y las estratificaciones a lo interno de nuevos agentes económicos, como los trabajadores por cuenta propia.

Aun cuando hay una voluntad de país de proteger esas vulnerabilidades y acortar las brechas hasta límites razonables de igualdad de oportunidades —que no el viejo igualitarismo—, todavía pervive en la sociedad un «cauteloso» disimulo, muchos laberintos burocráticos, tendencias tecnocráticas y egoístas, y cierta inercia de «mirar hacia arriba» y esperar ante tales manifestaciones. Y ello está muy determinado por políticas aún muy centralizadas y verticalistas, que le restan autoridad al territorio, ese país en chiquito donde todo se sabe mejor y más detallado, para decidir y tender la mano, buscar antídotos…

El estudio señala «el debilitamiento de la participación social en la sociedad cubana» en estos años. Y los análisis incluyen recomendaciones para reactivar los emprendimientos horizontales, la participación misma de los sectores afectados en los diagnósticos y en la proyección de las soluciones a corto, mediano y largo plazos, a un germen, que no puede dejarse a su propio albedrío.

El acortamiento de las brechas de inequidad en la Cuba de hoy, con el consenso de las fuerzas vivas de la sociedad, debe ser un empeño con todos y para el bien de todos. Las administraciones públicas, el Gobierno y los gobiernos territoriales deben tener una gravitación decisiva.

Para ello la economía cubana debe crecer más, de manera que pueda redistribuir más y equilibrar las desigualdades. También hay que potenciar horizontalmente las ventajas de la economía solidaria, de la autonomía y la sustentabilidad territorial o de grupos y comunidades. Hay que despertarlos de la abulia y dejarlos hacer.

Lo peor ante estos nocivos bolsones que ya marcan en rojo, sería ignorarlos o no atenderlos a tiempo, sistemáticamente. Es una deuda con las generaciones pasadas, con los que vienen de regreso, y bastante apretados. Y con los que dan sus primeros pasos y nos sucederán.

Es un asunto estratégico en materia política. Hay que remover y neutralizar «el lastre de una mentalidad obsoleta, que conforma una actitud de inercia o de ausencia de confianza en el futuro», como la calificó Raúl Castro en el Congreso del Partido, cuyo espíritu también gravitaba en la presentación de esta enjundiosa indagación, un alerta profundo en aquel Sábado del libro.

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