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Autor:

Raiko Martín

RÍO DE JANEIRO.— La leyenda del nadador estadounidense Michel Phelps parece inagotable. En sus quintos Juegos Olímpicos, el Tiburón de Baltimore ha ensanchado su trayectoria hasta niveles extraordinarios, pues conquistar 25 preseas en estas lides —y que 21 de ellas hayan tenido la más alta cotización—, roza con los límites de la capacidad humana. Así de sencillo.

Dudo mucho que veamos en tiempos cercanos una trayectoria como esta, porque son y serán contados los que, en un deporte tan exigente como la natación, logren participar en cinco citas estivales consecutivas. Y además de eso, ser multicampeón en cuatro de ellas.

Después de ganar aquí sus más recientes coronas, varios medios me han hecho más fácil el trabajo sacando algunas cuentas que, vistas fríamente, parecen alucinantes.

Por ejemplo, si se considerara al nadador norteño como un país y se sumaran sus cetros en las citas de Atenas, Beijing y Londres, acumularía 18, cifra que le ubicarían en el lugar 22 del medallero histórico entre esas tres Olimpiadas, por delante de naciones con una rica tradición deportiva como Hungría, Brasil o España.

Si a esa cuenta le añadimos los tres títulos de ahora —y sumamos las respectivas preseas ganadas por cada nación en Río hasta este martes—, anclaría en el puesto 39. Siempre en la misma lógica matemática, contando sus cosechas por separado, con sus seis oros en la cuna del olimpismo hubiese descansado en el escaño 16, con los ocho ganados en la capital china sería por sí solo la décima potencia, y teniendo en cuenta las cuatro preseas áureas que sacó de Londres, ocuparía el lugar 20.

Desde ahora se ha abierto el debate sobre si es o no Phelps el más grande de los atletas en la historia olímpica. Por mi parte, siempre que puedo, evito las etiquetas, pues en estos casos nos llevan a injustas comparaciones, porque en el olimpismo moderno no son pocos los que han dejado huellas indelebles en sus respectivas especialidades que, dicho sea de paso, no se parecen unas a otras.

Que el tritón norteño haya tenido tantas oportunidades para brillar, claro que apuntala la leyenda. Pero existen incluso otros con más incursiones, y en deportes que brindan bastantes opciones de acaparar premios, y sin embargo han pasado sin penas ni glorias.

Ese pudiera ser el caso de la gimnasta uzbeka de ¡41 años! Oksana Chusovitina, que por estos días prolonga lo que ya era una dilatada trayectoria de seis citas olímpicas previas. Desde su debut, ha defendido cuatro banderas diferentes, pues debutó con la desaparecida Unión Soviética, luego representó al Equipo Unificado en Barcelona 1992 y con este ganó un título por equipos. Representando a su país natal concursó desde las ediciones de Atlanta 1996 hasta Atenas 2004, y en los certámenes de Beijing 2008 y Londres 2012 «permutó» sus servicios hacia la escuadra de Alemania. Un basto recorrido para apenas una medalla.

Lo que sí no dudo es que Phelps compartirá por siempre un espacio con los «monstruos» del Olimpo.  Tampoco sobre su condición de mejor nadador que ha competido en estas lides. De su incomparable capacidad ganadora, hablan los números.

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