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Venezuela: los escenarios violentos y el golpe

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Imposibilitada de lograr sus fines de otro modo, la oposición mal agrupada en la llamada Mesa de la Unidad Democrática (MUD) apuesta este 1ro. de septiembre a una violencia que constituye el desafío más inmediato para los bolivarianos.

Si bien la fuerza popular a favor de la Revolución es necesaria en las calles para evidenciar el respaldo con que cuenta, se torna importante no ceder a la provocación. De ahí lo atinado de las movilizaciones chavistas de estos días que enarbolan los deseos de paz junto a sus colores revolucionarios. Y explica también las medidas de seguridad tomadas por el Gobierno para hoy.

La guarimba, como llaman en Venezuela a esa violencia, de cualquier manera le serviría a la MUD y sus mentores (ya ha denunciado a EE. UU. la Cancillería venezolana): bien si vuelve a causar muertos en las filas chavistas, pero mejor si, ya que no tienen escrúpulos, algún fallecido «lo ponen» ellos, los propios opositores.

No debió ser en vano que, desde principios de agosto, sus voceros en Estados Unidos pidieran la presencia inusual de la injerencista OEA en esta protesta. Por sus antecedentes vendepatrias —«pitiyanquis» les decía el querido Chávez—, se sabe que los de la MUD no pararían mientes en llamar, después, a la intervención extranjera, acusando al Gobierno de faltar a los derechos humanos y de «represión».

Esa sería también una forma de materializar el golpe denunciado por Nicolás Maduro, sin descartar el escenario más peligroso: una autoagresión contra las personas sacadas a las calles por ellos para después llamar (como ya lo han hecho algunos) a lanzarse contra el Palacio de Miraflores…

Así ocurrió durante el frustrado golpe de Estado de 2002, y si alguien no lo cree que recuerde a los francotiradores apostados por los sesudos del marioneta usurpador Pedro Carmona Estanga, en Puente Llaguno, y su arremetida contra los manifestantes.

A largo plazo, empero, la estrategia es más artera y abona los planes previstos para hoy. Con el telón de fondo del daño causado por la guerra económica —iniciada por la derecha empresarial y política desde la misma asunción de Maduro, para apostar al desgaste—, pretenden ahora recoger «el fruto».

Buscan la insubordinación al tiempo que presionan por el adelanto del referendo revocatorio, figura creada por la Constituyente bolivariana de 1999 para demover a los funcionarios ineficientes, y que la MUD pretende usar para, manipulación por medio, lograr lo que no ha podido hasta hoy: sacar del Gobierno a la Revolución.

El apuro por el referendo está en la manifestación, porque no quieren los opositores perder la oportunidad del momento. Conspiran también ahora contra el Gobierno la caída brutal de los precios del petróleo (no pocos piensan que deliberada), y las carestías provocadas artificialmente por la empresa derechista, junto al acaparamiento.

Según lo establecido, si el referendo fuese después de enero y funcionara la maniobra contra Maduro, sería su vicepresidente, el psuvista Aristóbulo Istúriz, quien culminaría los dos años que restan a este mandato. Pero si ocurrieran antes de diciembre habría que convocar de inmediato a elecciones que la MUD piensa ganar, aprovechando el enrarecido ambiente creado.

Vistos los antecedentes manipuladores y sucios, tal eventualidad —ese «supuesto negado», como suelen decir los chavistas— sería también resultado de un golpe de Estado.

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