Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La esperanza en el centro del dolor

Autor:

Roberto Conde Silverio*

Ya Matthew es historia. Desapareció entre las aguas del océano Atlántico sin pedir disculpas por sus estragos. Miles de familias vieron partir, delante de sus ojos, las pertenencias fruto del sacrificio de muchos años. Ahora solo quedan las ruinas de los inmuebles devastados. Las imágenes muestran un pueblo herido en lo más profundo de sus sentimientos, y no es para menos.

Como si no bastara con el bloqueo genocida impuesto por el Gobierno de Estados Unidos a Cuba, cada cierto tiempo los fenómenos atmosféricos vuelven a sacudir los avances de nuestra economía. Y es que en cuestiones financieras Matthew no solo pasó por Guantánamo, por allí anduvo su ojo. Ahora toda la geografía nacional se desprende desinteresadamente de sus utilidades para mitigar las necesidades de los damnificados.

Como se ha explicado, el Gobierno Revolucionario ha decidido sufragar el 50 por ciento del precio de los materiales de la construcción para los derrumbes totales o parciales, ablandar créditos bancarios y subsidiar a aquellas personas que no tengan los medios para asumir los gastos. Ello solo es posible en un país socialista, donde la riqueza cosechada, por mínima que sea, se pone al servicio del ser humano; donde cada compatriota hace suyo el dolor de sus semejantes y refuerza los valores en los que hemos sido educados.

Hay muchas formas de amortiguar el dolor. Cuando alguien pierde todo su patrimonio, nada material preocupa más que la maravillosa idea de sobrevivir a los embates de un huracán que no pudo arrancar ni una sola vida. Entonces sobran razones para levantar el cuerpo y el espíritu, para luchar con optimismo por la supervivencia.

Reza un refrán popular que la esperanza es lo último que se pierde, y en estos momentos cobra un valor singular. No perder la esperanza es propio de los optimistas, y ser optimista es confiar en nuestras capacidades para enfrentar, con perseverancia y estado anímico muy positivo, cualquier dificultad que se nos presente en el camino. La esperanza también nos ayuda a descubrir lo bueno de las personas que nos rodean y a aceptar el hecho de que existen posibilidades para sobreponernos a lo peor.

Ser optimistas nos permite encontrar soluciones y ventajas ante los inconvenientes surgidos. Es la actitud de recomenzar permanentemente a partir de nuestras acciones, decisiones, hechos y vivencias.

Este no es el país que puede solucionar mágicamente los destrozos de un huracán fuerza cuatro. De hecho, todavía quedan miles de familias que se recuperan de los anteriores, pero algo sí tenemos claro: esta es una Isla de sentimientos, de calor humano, de solidaridad infinita y de respeto a la dignidad plena del hombre.

Dichosos los que podemos contar con un Gobierno que se moviliza a tiempo completo desde sus bases y hasta el Presidente de la República, para poner en práctica las medidas previstas en caso de catástrofes. Raúl lo ha vaticinado varias veces y ahora tuvo, una vez más, la oportunidad de demostrarlo con su ejemplo: Gobernar es prever... es dirigir desde el centro de los problemas.

Parece que la providencia ha deparado al cubano la circunstancia de vivir en resistencia y victoria. Matthew ya no existe, quedó en la memoria de los que hoy nos disponemos a hacerlo historia. En los próximos años colgaremos las fotos de su devastación en algún museo y evocaremos aquellos fatídicos días en que otro huracán hizo que la esperanza volviera a nacer del dolor.

*Jefe del Departamento de Organización del Comité Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas.

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