Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Rebelión de juguetes

Autor:

Enrique Moreno Gimenarez

Extrañaba las carcajadas, las manos suaves de Luisito y los juegos en el parque los fines de semana. Hace meses la había abandonado en un rincón de la habitación lejos de los rayos del sol y el alboroto de la ciudad. Ya ni siquiera recordaba tantos momentos felices en compañía de sus amiguitos del barrio. Todo había cambiado aquella tarde…

Su nueva amiga llegó con presunciones de modernidad tecnológica. Miraba a los demás por encima del hombro, como caída de otro planeta más interconectado y digital. Presumía de su amplia capacidad de almacenamiento de información frente a los ojos de Compay Disquito (CD): «tantos gigabytes para la música, tanto espacio para películas o cualquier otro deseo de su portador». Así interpretaban los demás sus conversaciones cotidianas.

Apareció como regalo por el séptimo cumpleaños de Luisito, de manos de su tío mayabequense Andrés, recién llegado de un viaje al exterior. Su nombre era Urbana Serena de Bejucal, aunque podían llamarla, sin tanto protocolo, memoria USB.

En principio, no le molestaba que Luisito compartiera tiempo con la recién llegada en la computadora. En aquella época, contribuyó con materiales digitales a la solución de las tareas escolares del pequeño.

Pero esos días quedaron atrás. Ahora, la memoria USB servía para almacenar juegos y audiovisuales repletos de banalidad. Estos afectaban la personalidad en formación de Luisito. El cambio de su amigo se manifestaba en numerosos aspectos de la vida cotidiana.

Con solo siete años de edad, Luisito sueña con defender Nueva York de los «árabes malvados» y convertirse en un Pequeño Gigante de fama internacional. Amante de las aventuras de Julio Verne desde sus primeros años, la lectura dejó de interesarle por las series de Hollywood.

Meñique y Bebé resultan desconocidos para él, pero cuenta las hazañas de Superman a sus amiguitos del vecindario. El niño come espinacas como Popeye y quiere tener el valor del Capitán América. Desde hace meses el parque de la esquina perdió el atractivo de los fines de semana.

Ahora, prefiere observar algún animado de los superhéroes norteamericanos o el último show del paquete semanal. Muchos culpaban a la USB de esta negativa transformación, entre ellos, su más antigua compañera.

De inmediato, convocó a todos a una nueva misión: salvar a Luisito de las garras digitales de aquella forastera tecnológica. Primero, buscó información sobre la dominación cultural. Solicitó la colaboración de sus colegas más eruditos: don Diccionario y comadre Lechuza.

Sin rodeos, los más instruidos precisaron que el chico sufría los efectos preliminares de la industria cultural en la sociedad cubana, una realidad extendida a generaciones de seres humanos a nivel mundial, en diferente envergadura.

Este fenómeno comprende estrategias sutiles de dominación a través de los materiales audiovisuales. Los «cultu-colonizadores» del siglo XXI no desembarcan en carabelas ni poseen un batallón de soldados Rangers. Su ejército está conformado por productos culturales. El teatro de operaciones acontece en cada uno de los hogares mediante la pequeña pantalla de la televisión o los dispositivos electrónicos.

Estos mercenarios resultan más peligrosos que los conquistadores de la Antigüedad. Ellos ansían colonizar un vasto y preciado territorio: el pensamiento de los seres humanos alrededor del mundo.

En la mayoría de las ocasiones, el receptor no percibe la dominación por falta de una visión aguda para el análisis de los materiales. Con este objetivo, emplean diversas tácticas, como la producción en serie y la difusión de contenidos banales, en busca de la inercia intelectual de las personas. De esta manera, predomina el entretenimiento con temas superficiales por encima de la educación de la sociedad.

Al mismo tiempo, dichos productos audiovisuales persiguen la manipulación del público a través de mensajes ocultos o latentes en defensa de los intereses del poder dominante. Los personajes de películas, series y animados, representan los mejores embajadores para transmitir valores, patrones conductuales, estilos de vida e ideología típicos de una sociedad diferente a la cubana.

Aunque las producciones de esta índole destellaban con debilidad en el país desde hace algunos años, desde la «era DVD» ocuparon un asiento permanente dentro de muchos hogares cubanos y adquirieron intensidad. Luisito pasaba horas frente a la pantalla de la televisión gracias a su nueva amiga USB. Postergaba la realización de su tarea escolar de lunes a viernes y el horario de sueño los fines de semana por un nuevo capítulo de su serie favorita.

En su aula permanecía distraído y violento, debido a la influencia de los productos culturales. Creía en Santa Claus y no en el Ratoncito Pérez de sus padres y abuelos. Pensaba en un yate, y no, en un barquito de papel.

¿Quién tenía la culpa? —Su amiga USB, ella es la responsable por la difusión de mensajes subliminales, gracias a la ingenuidad del infante. ¡Hay que prohibirla! ¡Hay que desterrarla de nuestra casa!, exclamaron algunos muñecos desde el fondo del armario.

Iniciaba en segundos una rebelión de juguetes en la habitación de Luisito. Por debajo de la mesa de la computadora avanzaba una caravana de soldaditos de plomo y de carritos con absoluta marcialidad. Casi pegados al techo, dos hermosos papalotes vigilaban a su supuesta enemiga desde el aire. Los trompos y las bolas, amontonados unos sobre otros, cerraban las posibles salidas. Los más viejos aportaban su experiencia a la misión, y los jóvenes escalaban con energía cada obstáculo hasta su objetivo. Al frente de las operaciones sobresalía su más vieja amiga. Profundos sentimientos de amor hacia el niño guiaban el curso de sus acciones. A su vez, el recuerdo de los ratos de diversión del pasado y el temor a perderlo para siempre los llenaban de valor. La globalización cultural no conquistaría aquel pedazo de tierra cubana.

Pero no, esta vez se equivocaban con sus planteamientos y estrategias. Ni la USB, ni las nuevas tecnologías ni los productos audiovisuales deben prohibirse en la vida de las actuales generaciones. Su carácter positivo o negativo en la formación de las personas depende de la propia selección de contenidos del receptor y de su autopreparación para el enfrentamiento a los mensajes subliminales.

Su correcta utilización puede contribuir de manera significativa a la instrucción de los seres humanos desde pequeños. Todo obedece a los fines propuestos y la calidad de los materiales almacenados en cualquier USB. Esta puede convertirse en una gran aliada para la formación de Luisito y otras personas, gracias a sus ventajas visuales, didácticas y fácil distribución social.

En vez de una enemiga, la USB constituía una poderosa aliada de libros y juguetes en la conformación de mejores seres humanos desde edades tempranas. Junto a la familia, la escuela, la comunidad y otras instituciones sociales, podía derrotar a los «cultu-colonizadores» alojados en las memorias externas.

La vía más acertada para aniquilarlos resulta entonces una sólida instrucción de las personas, con suficientes conocimientos para reconocer los elementos triviales, inconsistencias e ideología subyacente tras un superhéroe o una saga televisiva. Cuba cuenta con un potente sistema educativo para la formación de un receptor preparado en materia audiovisual.

La sublevación había parado a tiempo, gracias a las reflexiones de don Diccionario y comadre Lechuza. Todos juntos planearon las acciones para los próximos días. Luisito comenzó a almacenar en su USB nuevos dibujos animados, disponibles en el laboratorio de computación de su escuela primaria. Ahora, además de las películas de Walt Disney, sonríe con Chuncha, Elpidio Valdés y los pequeños fugitivos. Su maestra lo motivó a la lectura de La Edad de Oro, por sí solo, aunque con ayuda de sus padres.

Inició un camino que lo convertirá en un hombre culto en el futuro, capaz de enfrentar cualquier maniobra de colonización cultural. No menos importante, Luisito volvió a jugar en el vecindario. Su más vieja amiga y líder de aquella rebelión, su pelota de trapo, sobrevuela todos los sábados el parque de la esquina. Los «cultu-colonizadores» habían sido derrotados. Yo, testigo de los hechos, decidí contarlos al resto de Cuba.

Periodista en la Emisora Provincial de Radio CMHW, Villa Clara. Tercer lugar en el concurso El rasguño en la piedra

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