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Ladran, le diría el Quijote a Sancho...

Autor:

Alina Perera Robbio

CARACAS.— No está distante el día (26 de febrero) en que el prestigioso pensador y luchador venezolano José Vicente Rangel afirmara desde su espacio televisivo de los domingos que «es tal la magnitud de la conspiración contra Venezuela en los actuales momentos, que se puede afirmar sin riesgo a la equivocación que esta actividad excede la que se ha dado a través de la historia, en otros casos».

Entonces Rangel fue categórico: «Son demasiadas las evidencias y las pruebas de que existe una gigantesca confabulación contra Venezuela: las presiones de todo tipo que se ejercen contra el país, las agresiones sistemáticas de que es objeto, las maniobras que a diario se realizan dentro y fuera contra las instituciones y el orden democrático, así como las deformaciones de todo cuanto el Gobierno realiza para defenderse, confirman plenamente el plan que está en marcha».

Comparó la acometida contra el país sudamericano con las que han sufrido naciones como «Iraq, Libia, Siria y otros casos, aunque con menor impacto mediático». Habló de una conjura en la que «participan Gobiernos de otras naciones, en particular el de Estados Unidos, y otros que siguen instrucciones de Washington. Participan parlamentos, dirigentes políticos, organizaciones partidistas, cadenas mediáticas y poderosos grupos económicos».

No tuvieron que escurrirse muchos días para que volviésemos a ser testigos de otro capítulo donde se prueba que la guerra del imperio contra Venezuela es desesperada y a muerte: a mediados de este mes la canciller de la República Bolivariana de Venezuela, Delcy Rodríguez, acusó al secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, de dirigir a los factores de la derecha hemisférica para conseguir una intervención en el país. En sus habituales declaraciones desde la Casa Amarilla, Rodríguez calificó de «inadmisible» el informe presentado por Almagro, desde el cual solicitaba suspender a Venezuela del organismo si en el país no se realizan «elecciones generales completas a la mayor brevedad», con presencia de observadores internacionales.

Luis Almagro, aseveró la Canciller, busca con este tipo de acciones promover una intervención en el país y atentar contra la constitucionalidad de Venezuela. En su cuenta de Twitter @DrodriguezVen, Delcy dio a conocer el texto íntegro de un comunicado emitido por el Gobierno bolivariano de Venezuela, fechado el 14 de marzo, donde se rechaza contundentemente el informe injerencista presentado por el Secretario General de la OEA.

En el comunicado se enuncia que «Luis Almagro encabeza el concierto hemisférico de la derecha fascista que hostiga, agrede y ataca con saña a Venezuela, sin escrúpulo ni ética alguna, caracterizada por el forjamiento antijurídico y fraudulento de falsos positivos contra nuestra Patria sagrada». Las palabras del texto lamentan, además, que el señor Almagro «reanime las páginas más oscuras de la historia intervencionista y golpista de la OEA».

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, aseguró que el país no soportará más ataques del Secretario General de la OEA, en referencia a la intención del diplomático uruguayo de activar la Carta Democrática, esa diseñada para intervenir a Venezuela durante el golpe de Estado al entonces presidente Hugo Chávez.

La Carta Democrática contempla, según su discurso rimbombante y en pos del gran orden, un mecanismo para los casos de ruptura del orden constitucional en alguno de los países miembros de la OEA, que puede acarrear su suspensión en el bloque hemisférico hasta que se reconduzca la situación a la legalidad.

«No pudieron ni podrán aplicar la Carta Democrática. Con carta o sin ella los vamos a derrotar por la calle del medio y va a prevalecer la revolución», ha dicho Maduro.

Los cubanos conocemos muy bien esa historia de querer convertir mentiras en verdades, en falsos positivos, como dicen nuestros hermanos venezolanos. Jamás Cuba regresará a la OEA, ese instrumento imperial que intentó aislar y asfixiar a la Revolución.

Con Venezuela la ofensiva también fracasa porque, como ha dicho el pensador Rangel, «el Gobierno de Maduro se fortalece, y crece en el pueblo el orgullo nacional mientras la oposición se debilita cada día más. Eso es conjuntamente lo que determina el incremento de las agresiones producto de la desesperación por no lograr el derrocamiento del Gobierno bolivariano, y por no poder asumir el control total del país».

Hay que estar dentro de la Revolución Bolivariana, respirar su aire, para entender que los paladines de la democracia, los gendarmes del mundo, no quieren el bienestar de un pueblo, sino controlar y ocupar un país de vastos paisajes, de inabarcables distancias, de inmensas riquezas naturales. ¿A quién importarían, sino a una revolución humanista, los pobres de esa tierra, los indios, las niñas y los niños, los ancianos, los enfermos, los que tienen alguna discapacidad?

Para todos ellos han nacido misiones sociales en Venezuela, algunas hijas de la inspiración de Chávez, y otras nacidas o por nacer de la creatividad política que lidera el Gobierno de Nicolás Maduro.

Esa realidad histórica desespera a los enemigos de las revoluciones, a las oligarquías, quienes no pueden conmoverse, por su naturaleza de egoísmo, ante el clamor popular. Lo que la vida está demostrando es que, como dijera Chávez evocando al maestro Simón Rodríguez, «el curso natural de las cosas es un torrente que arrastra con lo que encuentra y vuelca lo que se le opone».

El torrente son las necesidades de millones de seres humanos, asunto enorme en el cual está enfocada la Revolución Bolivariana, trabajando sin descanso mientras se sacude los banderillazos de una retórica imperial, engañosa y desprestigiada, que jamás podría abarcar la intensidad de un país despertándose tras siglos de abandono y de irrespeto a sus derechos humanos.

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