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Las «seño» no necesitan visita

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

El algodón corría veloz por sus dedos antes de que la acetona se evaporara. «¡Apúrense!, la visita está al llegar», les decía aquel muchacho, y ellas, nerviosas, querían quitar la pintura de sus uñas y cortarlas, y además tener tiempo para arreglarse el uniforme, quitarse los anillos y las cadenas, y apagar la música que desde un teléfono móvil invitaba al baile.

Minutos después la famosa visita llegó y, por fortuna, no encontró ninguna indisciplina de este tipo. «Hice bien en advertirles porque si llegan y las encuentra así, el hospital “sale por el techo”».

No sabían las dos jóvenes enfermeras y el muchacho de la limpieza que yo estaba atenta y que ya me había percatado de que ellas no cumplían de manera habitual con lo establecido en cuanto a las normas de vestuario y comportamiento que todo personal de Enfermería debe respetar. El directivo del Ministerio de Salud Pública (Minsap) no tuvo razones para emitir señalamientos en esa ocasión, pero lo más importante en el trabajo, pienso yo, es el día a día.

¿Acaso esas «seño» no valoran el descanso de sus pacientes en la sala y por eso escuchaban música bailable a todo volumen en horas de la noche? ¿Será que no respetan el reglamento de su profesión y por eso tienen uñas largas, llevan el pelo suelto y se quitan su blusa para desandar los pasillos en saya y camiseta? ¿Es necesario que «una visita» aparezca para que se obedezca lo establecido?

Una de las impresiones más importantes en una institución hospitalaria la ofrece el personal de Enfermería. Históricamente mujeres y hombres que han elegido esta profesión inspiran confianza y respeto al llevar el uniforme impecablemente limpio y planchado, despojarse de prendas y accesorios, y comprender que su comportamiento en el Sistema de Salud es vital en tanto median entre los médicos y los pacientes.

A las mujeres se les exige llevar el vestido o la saya hasta la rodilla, usar medias largas y la cofia o gorro con el pelo recogido. A ellas como a los hombres —quienes, aunque en minoría, también se suman al ejercicio de esta noble labor— se les orienta llevar uñas cortas, evitar el uso de prendas no requeridas durante el desarrollo de su labor, mantener limpios los zapatos y usar reloj con secundario.

Se espera que quien escoge este camino se autorreconozca como uno de los pilares fundamentales del Sistema de Salud y que más que eso, asuma su responsabilidad ante los pacientes con profesionalidad, cariño y orgullo.

Hay quienes justifican el mal actuar con el arribo a las aulas de esta especialidad de jóvenes que quieren seguir las últimas tendencias de la moda en el actuar y el vestir. Sin embargo, ello no es motivo para empañar una profesión que tanta satisfacción ofrece, no sin sacrificios y dedicación.

Conversar con las enfermeras Idalmis Infante, Elba Padrón y Norma Corrales es enriquecedor, pues ellas tienen experiencia y compromiso con sus puestos superiores en el Minsap, un amor infinito por su carrera. «La Enfermería es sinónimo de hacer, y para eso debemos estudiar mucho y desarrollar nuestras habilidades prácticas; pero ante todo, sentir deseos de trabajar, de perfeccionar cada vez más lo que hacemos y encontrar orgullo en la sonrisa de ese paciente y su familia, que nos agradecen nuestro actuar».

Los 89 072 profesionales de la Enfermería que laboran en el país, de los cuales el 87 por ciento son mujeres, quizá coincidan con Idalmis, Elba y Norma. Ellas afirman que cada profesional se inspira en el ejemplo de ese paradigma que se tiene desde que se es estudiante. No sé cuál siguen aquellas muchachas de la sala donde me encontraba como acompañante, pero confío en que, ciertamente, cada profesional de Enfermería y de todas las especialidades de la Medicina tenga uno, y que sea de los mejores.

Cuando la vida de otros está en nuestras manos debemos proponernos ser de los mejores, y no basta con poseer los conocimientos que nos prestigien como excelentes profesionales. Serlo implica también mantener el porte y aspecto requerido y, sobre todo, cumplir con normas de comportamiento que demuestren nuestro respeto hacia nosotros mismos y los demás.

Espero que en cada círculo de interés, en cada encuentro de orientación vocacional que se realice con estudiantes de noveno y 12 grados, y en cada aula donde se impartan las clases de la especialidad, incluidas las de maestrías y doctorados, se hable con amor y sentido de pertenencia sobre la que fuera la razón de vivir de Florence Nightingale, fundadora de la enfermería moderna.

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