Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Un abrazable

Autor:

Susana Gómes Bugallo

Si el tiempo volviese atrás, y por casualidad anduviera cerca de Armando Hart (Hart para sus más allegados, Hart para quienes lo conocían por las leyendas, Hart después de que la vida le arrancara tanto, Hart luego de todo lo que entregó de sí), quizá una tuviese la oportunidad de preguntarle cómo escribir sobre él, qué privilegiar y qué no, cómo condensar todo lo que creó, cambió o trastocó; cómo ponerle un sello martiano al destino.

Pero esa pregunta jamás evitaría el escrito, como pudiera pensar cualquiera a fuerza de chocar con un alma demasiado noble como para reverenciarse a sí misma. Quien usó cada línea en favor de una causa justa, diría a quienes intentan escribir sobre él que no hay tiempo mejor empleado que el que se dedica a hacer libres a los demás con ese estado del espíritu que solo hace volar con exactitud a quienes se conocen a sí mismos y divisan sus límites donde nadie puede moverlos: allí donde se apagan las capacidades y el carácter y la fuerza para trascenderlas.

Hart sabía de libertades: entendía el secreto para enseñar a todos el modo de conseguir la propia. Porque no hay una independencia, o un solo estilo de alcanzar la emancipación. Cada uno elige qué poner y qué dejar fuera de ese enorme envoltorio que insistimos en llamar vida.

Electivismo le nombraron entonces, allá cuando José Agustín Caballero reformó la filosofía cubana, dando forma a esa corriente como nuevo camino de pensar desde Cuba, que sería reforma del paradigma pedagógico, introduciendo métodos modernos de enseñanza, con bases en un pensamiento antidogmático. De esa orilla fecunda libó Hart. Como lo hizo también de Félix Varela, José de la Luz y Caballero y de Martí, ese Apóstol que sembraría su apostolado en medio de la vida de un Armando joven, con alma de viejo y romance de adolescente, dueño de un episodio original de la insurrección: su fuga de la audiencia de La Habana.

De todas esas fuentes creció Hart (bien las define quien estudiara su filosofía, su compañera de vida hace años, Eloísa Carreras) con la incesante sed del que pretende crear fuentes para todos. Listo para hacer realidad el manantial infinito del que dio a beber la Revolución: la Campaña de Alfabetización. Luego lo combinaría con el ímpetu por la cultura jurídica y el civismo.

Bien dijo un día nuestro gran Martínez Heredia, luego de que Hart se asomara por el mundo de la cultura como Ministro, que se trataba de una persona decente. Incluso comentaría después que este hombre no hablaba mal ni de quienes lo merecían. ¿Habrá algo más elevado que afirmar sobre alguien en un mundo complejo, de caminos irregulares?

Dice Eusebio Leal que honrar a Hart es honrar a Cuba. Y desde dónde se escribe la historia de un país si no es desde su cultura y su educación, dos mundos en los que la impronta del guerrero más sereno del mundo está escrita con meticulosidad innegable y donde se sabe bien qué hacer, hacia dónde ir, cómo llegar, cómo volver.

«Mucho debe a Armando la intelectualidad cubana, porque jamás se afilió a ninguna corriente sectaria: fue un batallador inclaudicable por la verdad esencial de la Revolución Cubana, por el pensamiento más puro y más vertical, en el que se formó desde su primera juventud, cuando siguiendo al Doctor Rafael García Bárcena y a Eduardo Chibás en su propósito de transformar a Cuba para crear un Estado de Derecho, se convirtió él mismo en un revolucionario, sin necesidad de serlo», dijo el insigne historiador en una de las oportunidades en que Hart fue reconocido por el mundo.

En la mañana de este lunes, mientras su esposa despedía a quienes habían acudido a rendir tributo al ídolo de muchos, un muchacho se acercó para ratificar que los jóvenes seguirían haciendo por Martí y por el hombre que se marcha. Para honrar a Hart, hay que hacer por Cuba, dijo ella. Y la Sociedad Cultural José Martí (junto a la Oficina del Programa Martiano y al Centro dedicado al Apóstol) es uno de esos brazos largos que le salen a la Patria para acunar a sus hijos. La fuerza de Hart para fundar debe ser guía e inspiración constante para que estas instituciones martianas sigan repartiendo luz. El verdadero resplandor martiano no se extingue nunca. Che, que siempre sabe ser único, en una misiva a Hart, mandó abrazos a los abrazables. Uno entonces para un martiano consecuente.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.