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El futuro, después del «31»

Autor:

Liudmila Peña Herrera

Mañana, a esta misma hora, ya el ciclo estará prácticamente cerrado. De poco servirá volver la vista atrás para reparar algún asunto: a no ser que el reloj ande loco o el calendario esté de ingreso, el 2017 será, casi casi, agua pasada, historia plasmada en las fotografías.

Quedará apenas un día. El último. El legendario 31. El de los finales o los inicios, depende de quién y cómo se mire.

El 31 de diciembre me huele a cerdo asado en púa, y a la suave caricia del humo mezclado por la leña y el carbón saliendo desde el centro mismo del patio de mi abuela, donde este año a su esposo, Rafael Peña, alias abuelo Rafa, se le antojó meter un conejo o un pavo «para ver a qué sabe eso». Y mi papá dijo que sí, que al viejo hay que complacerlo, porque gente más bonachona y servicial hay que mandarla a hacer, con buena muestra ¡y años de antelación!

Durante esa jornada parece como si se reservara la mayor peladera de especias de todo un año. Para los cubanos, al menos, significa, entre ajetreo y ajetreo, alardear acerca de los chicharrones «que me quedan más tostados que las galleticas», ablandar la yuca o comprar casabe para suavizarlo con agua, aderezarlo, meterle buenas postas de carne asada y acompañarlo con par de cervecitas. Es la oportunidad de saltarse la dieta y olvidarse de los digestivos. ¡Ya vendrá el 1ro. con nuevos o viejos empachos!

Hay gente que no se conforma con que no esté toda la familia reunida, y hasta se pelea «a muerte» hasta que se da sus dos buenos «cañazos». Hay quien se pasa todo el año criando el cerdo que, no porque haya formado parte del núcleo hogareño, se salvará del incesante «mueve mueve» de la púa.

Otros compran un «pernilito» y se ahorran las seis o siete horas de «tortura» frente al fuego o se pierden la tradicional ceremonia de asar el puerco y ver cómo resbala la grasa, mientras los niños embarran los panes o se roban el rabito. Ya les digo, todo depende de quién lo mire.

Para esta fecha hay tanto gusto por lo bueno —¡y lo caro!— como los rones añejos, las cajas de Bucanero o Cristal y las maltas (si no desaparecen), las latas de coctel de frutas, las bebidas espumosas, las manzanas, los turrones de Alicante…

Pero los que salen más económicos son los dulces de naranja agria, o de toronja, con alguna lasquita de queso, los casquitos de guayaba, los flanes, los cakes caseros… Al menos esa es la moda oriental, que se ajusta un poco más a la tradición culinaria nacional. Si cometo algún desliz, tengan en cuenta que esta guajira nunca ha pasado un fin de año en La Habana. De paso les digo: se aceptan proposiciones.

Y esto es tanta broma, como verdad me parece que para diciembre es como si todo el país se moviera. Por eso los pasajes de avión o de guagua semejan fantasmas. La gente va y viene. Habría que hacer una investigación para saber si el 31 hay más cubanos en oriente, en centro o en occidente. ¡Tremendo estudio sociodemográfico!

De la música mejor ni hablo. Mis propuestas nunca son bien aceptadas. Si le preguntan a mi hermano, me descalifica. Así que disfruten y olvídense —al menos el 31— de si reguetón, bolero, salsa, merengue y hasta trap son buenos para los oídos.

¡El último día del año se presta para tantas cosas…! Para aprovecharse de la gente y subirles aún más el precio a las verduras, hacer las paces, repensar proyectos de vida, trazar planes y estrategias, ¡hasta para enamorar!

No faltan los que escriben sus listicas con lo bueno y lo malo: que si me libré de la vesícula o cambié de trabajo, si tengo una nueva novia o me quedé sin marido, si fui más triste o más feliz… No sé, pero es demasiado filosofar para un solo día. ¿No es mejor dejar tanto pensamiento para el 3 o el 4 o el 31 de otro mes?

Al último día del año hay que entrarle con ganas. Yo, por ejemplo, me corté el cabello y me encantó el nuevo look, a ver si logro enamorar al año próximo y cuando escriba mi «listica» aparezcan tantos hechos buenos, que los negativos carezcan de importancia. Y si me preguntan, como lo hizo el curiosísimo Facebook, cuál es el superpoder que me encantaría tener para 2018, sin pensarlo les diría: «Transformarles los sentimientos a los malos». Parece mucho. Si pudiera… Mejor vamos a preparar el lechón y las especias. El futuro viene después del 31.

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