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Huracanes, agricultura y engavetamientos

Autor:

Nelson García Santos

La agricultura, a diferencia de lo que muchos pueden pensar, no estaría tan desvalida ante los huracanes si se tuvieran más en cuenta los resultados de algunas importantes investigaciones llevadas a cabo en el villaclareño Instituto Nacional de Investigaciones de Viandas Tropicales (Inivit).

La reflexión es válida después de que el poderoso Irma hiciera tanto daño en ese sector estratégico. En el Inivit se buscan, desde hace años, variantes para proteger lo más posible las cosechas ante esos fenómenos atmosféricos que cada año tenemos en el horizonte.

Debido a los ciclones, los meses más peligrosos para la agricultura son junio, julio y agosto, porque en estos se puede registrar un daño superior a si ocurrieran en septiembre, octubre y noviembre. Por lo general, en los tres primeros meses indicados se pueden aprovechar menos las cosechas afectadas, porque hay mucho plátano tierno, la yuca está en desarrollo, y los vientos y las lluvias acaban por donde pasan con los frutales, incluidos el aguacate y el mango.

Para conocer los avatares de la agricultura cubana hay que remitirse al Inivit, si se trata de buscar soluciones a las difíciles condiciones climáticas de la Isla y su influencia en la producción de alimentos.

Su hoja de ruta en ese empeño abarcó y abarca un amplio abanico que se puede resumir en que en esa institución han nacido y se han validado más del  70 por ciento de las especies de viandas que se siembran en el país, con altos rendimientos y resistentes a plagas y enfermedades.

A lo anterior se añade que en los bancos de germoplasma en forma de semillas y esporas, Cuba conserva el mayor de América Latina de plátano fruta y vianda y el tercero en esa región de boniato. Igualmente atesora uno de los primeros del mundo de variedades de malanga y también de ñame, así como el tercero de yuca en nuestro continente.

Pienso que solo esos datos bastan para fijar la jerarquía de esa institución nacional que, entre uno de sus proyectos más novedosos, desarrolla una línea investigativa destinada a dotar al país de plantas más resistentes al impacto de los fuertes vientos, sin que esto suponga eliminar las de superior porte.

La pionera en la creación de variedades más resistentes, fue la frutabomba Marador o Enana, con la que se obtuvo una mayor densidad de plantas por sembrado, y le siguieron la creación de un plátano burro y otro de fruta, de poco más de un metro de altura; y la yuca Inivit 93-4, que tiene un porte inferior en 40 centímetros en comparación con otras variedades en explotación.

Pero existen otras maneras también para capear el ciclón o huracán que ha recomendado el centro villaclareño, y que no siempre se tienen en cuenta con el rigor debido, al igual que la atención a los cultivos o la selección de las semillas.

Hace unos seis años, en estas páginas se publicó, bajo el titulo de Cómo sortear los extremos del tiempo, una entrevista al Doctor Sergio Rodríguez Morales, director del Instituto Nacional de Investigaciones de Viandas Tropicales.

Pensé, luego de los daños de Irma a la agricultura, que sus inteligentes alertas para aminorar los daños a las cosechas se tuvieron en cuenta por debajo de lo posible.

En aquella ocasión, Rodríguez Morales enfatizaba que, paradójicamente, no siempre concretamos lo que sabemos. «En ocasiones la yuca y el boniato se siembran en terrenos bajos, y cuando ocurren fuertes lluvias se dañan. Sin disponibilidad de suelos altos, con buen drenaje, necesariamente hay que plantarlas sobre canteros. De este modo el surco se convierte en el desagüe natural».

En su opinión la malanga resulta un cultivo estratégico para mitigar el efecto de los huracanes o las intensas precipitaciones, porque salvo en aquellos lugares en que se encharque el terreno, por mucho que llueva, si posee un buen cantero, nunca se pudre.

Buen negocio es sembrar malanga isleña, colocasia y xanthosoma, en suelos de buena retención de humedad. Esta última, por ejemplo, en secano puede dar entre cuatro y cinco mil quintales por caballería.

Otra defensa contra los ciclones igualmente reside en extender el cultivo del ñame. El país cuenta con más de cien clones de esta especie y el plátano burro enano, que aunque se ha reportado en determinadas ocasiones como sensible al mal de Panamá, resulta opción válida contra la afectación de los huracanes, sin llegar a extenderlo excesivamente.

Para blindar a la agricultura se quedaron en el camino las famosas cortinas rompevientos, utilizadas con anterioridad en Cuba. Estas tampoco necesitan ser tan altas e, incluso, pueden emplear plantas frutales como el tamarindo, que el viento lo dobla y el gajo toca el suelo sin partirse.

Otro elemento que facilita los desguaces de los huracanes es el hecho real de que existen grandes plantaciones plataneras, como en Quemado de Güines, que están en el camino muy probable de los ciclones.

Ese plan se encuentra ubicado en la costa norte villaclareña por donde, precisamente, se mueven los fenómenos atmosféricos que provienen del Atlántico.

De ahí la trascendencia de tampoco descuidar las estrategias acordes con las características de cada lugar, teniendo en cuenta las necesidades y potencialidades locales; es decir, el programa de autoabastecimiento municipal que facilita, además, una dispersión de las diferentes producciones.

Aparte del plátano, el más vulnerable, a tal extremo que dio origen a la frase «vientos plataneros», a fin de connotar la debilidad de estos, contamos con el boniato, la calabaza, la malanga y el ñame; estas dos últimas, conservadas al fresco, duran meses después de extraídas de la tierra. La yuca tiene la particularidad de que se logra conservar en el mismo terreno y el boniato dura cerca de un mes después de cosechado.

Las sabias orientaciones del Instituto Nacional de Investigaciones de Viandas Tropicales se deben aplicar sin reparos para salir mejor parados de los posibles huracanes o ciclones que cada año vuelven con su tétrica amenaza.

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